miércoles, 24 de agosto de 2011

Elogio de Steve Jobs

Yo nunca he comprado una PC. Desde que estaba en la pancita de mi mami sabía que cuando se inventaran las computadoras, yo tendría Macs. Por años, muchos años, fui un ermitaño informático. Mientras que las PCs y Windows dominaban el universo, yo me arrinconaba en mi Tatooine personal, enclaustrado frente a mi Mac.

Hay un ensayito requetebueno de Umberto Ecco, en donde sostenía que la Mac era católica, barroca y sensual; mientras que la PC era protestante, magra y aburrida. Yo no aspiro a tales alturas, y me limito a empeñarme en lo que ahora todo mundo sabe, justo en el momento en que la computadora personal está a punto de desaparecer: que la Mac fue siempre superior a la PC.

A Steve Jobs siempre le gustó la tipografía, y antes de desertar de la universidad, tomó cursos de tipografía medieval. Esa manía es la causante de que ahora millones de personas podamos elegir nuestro tipo de letras de entre un vasto menú.



Hoy, Apple, la casa que albergó a este genio, de talla casi renacentista, anuncia que Steve Jobs, muy enfermo, renuncia a la dirección de la compañía.

¿Quien es un clásico? Alguien que comienza una tradición y que la entierra. Steve Jobs fue el inventor de la computadora personal, ese invento que como la máquina de vapor, cambió al mundo, pero es también el autor de la muerte de su propio invento. Al crear el iphone, el ipod, el ipad, y con el icloud por llegar, Steve Jobs está acabando con su creación. Sepultando su propia creación, Steve Jobs concluye la era que él mismo inició: lo triste es que su vida parece coincidir con ese ciclo.

Para mi, nadie simboliza al capitalismo contemporáneo como Steve Jobs. Curioso, un iconoclasta, inconformista, alguien que siempre estuvo incómodo con el sistema, representa como nadie al sistema. A tal nivel llega esa identificación de Jobs con el capitalismo contemporáneo, que justo este mes Apple superó en valor de capitalización a Exxon, convirtiéndose en la compañía más grande de los Estados Unidos por su valor de mercado.

Y justo en este momento, cuando el ciclo corporativo de Apple llega a su pináculo; justo cuando el iPad y el iCloud están a punto de sepultar la creación señera, Steve Jobs se va, de la compañía, y quizá de la vida.

Transformar las ideas en productos, no resolver necesidades sino inventar necesidades nuevas, tal es la marca del capitalismo. Innovar y permanecer. Permanecer y volver a innovar. Nadie. Ni uno solo de sus rivales y coetáneos lo supo hacer. Steve Jobs fue capaz de inventar un artefacto que cambió al mundo, y de inventar los artefactos que enterrarán a su primera creación, y que están cambiando al mundo de nuevo.

No podrá inventar la dosis de cosas que le permitirán vivir más de lo que le ha sido señalado. Se va cuando su más acabada creación: Apple, domina al mundo. No pudo ser de otra forma: todos sus ciclos: el intelectual, el corporativo, el financiero, y el biológico, coinciden en su cúspide, y en su final.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aplausos.

Anónimo dijo...

Brillante!! Kxr