domingo, 29 de diciembre de 2019

El Peligros Regaetón De Los Mercados

El peor momento para pensar a quién le va a tocar lavar los platos es cuando está sonando el reggaetón. A nadie le gusta que le arruinen la fiesta cuando está en su apogeo. En economía esta alegoría tiene muchos paralelismos: a los bancos centrales les cuesta mucho comunicar la necesidad de mantener baja la inflación cuando la inflación está muy baja; a los encargados de finanzas les cuesta trabajo convencer a sus accionistas de la necesidad de un balance equilibrado cuando se tienen superávits. A los mercados les cuesta mucho entender el riesgo en la cúspide de una década de alzas maravillosas. Y sin embargo…
Hace dos semanas reflexionábamos aquí sobre la década maravillosa de los mercados. Cuando hace diez años, en la parte más obscura del año 2009, cuando los mercados se hacían añicos, nadie habría pensado que lo que seguía era una de las décadas más sorprendentes en materia de ganancias bursátiles de la historia del capitalismo moderno.
Esta década que termina en unos días atestiguó dos cosas: una reducción violenta de las tasas de interés de los principales bancos centrales; y un alza frenética, imparable, con solo un año en la década con crecimiento negativo (justo el 2018), y un alza en los precios de prácticamente todos los activos, en una sinfonía de ganancias sin paralelo en los registros económicos recientes. 
Todo subió: las acciones, los bonos, el oro, las materias primas, las crypto monedas. Prácticamente todas las clases de activo subieron, y están cerrando el mes, el año y la década en un frenesí incontenible, en medio de una alegría reggaetonera imparable, en medio de la cual cuesta mucho reflexionar sobre los riesgos inherentes en un mercado que sube mucho, durante un período muy prolongado de tiempo.
Existen muchos parámetros usados por los académicos para medir si un activo está caro o no. Prácticamente todas las mediciones tradicionales sugieren que los precios de los activos en los principales mercados, especialmente en Wall Street, están muy caros. Difícilmente sus perspectivas de flujos futuros justifican pagar estos precios hoy. Muchas métricas incluso advierten que las acciones, los bonos y otros activos, están excesivamente caros.
Si lo anterior se cumple, la historia nos muestra una cosa. Los precios de los activos tienden a una media, los cocientes que miden qué tan cara está una acción o un terreno, o un bono o una onza de oro pueden subir mucho, pero eventualmente regresancerca de su promedio histórico. Tarde que temprano.
Si lo anterior vuleve a aplicar en esta ocasión. Si lo que estamos viviendo no es una excepción histórica en donde lo que antes aplicaba ya no aplica (lo cuel es dificil que ocurra. Los hechos son tercos, decía Lenin), entonces a está década maravillosa de los mercados deberá de seguir, en algún momento, tarde o temprano, un período de muy bajos rendimientos, o de caídas de los precios de los activos.
Diez años casi ininterrumpidos de auge no son algo muy usual en los mercados, y la úñtima vez que tal cosa ocurrió, en el año 2000, las cosas no acabaron muy bien, cuando la burbuja de las acciones tecnológicas explotó y arrastró consigo a los mercados en uno de los episodios más dramáticos de la historia recientes de los mercados bursátiles del mundo.

Los mercados van a cerrar el 2019 la década en medio de un jolgorio efervescente. En un jaripeo encabezado por el comandante de la burbuja financiera: Donald Trump, quien ha apostado su futuro político en la salud del rally bursátil, estartegia que hasta ahora le ha resultado perfecta.
¿Cómo y cuándo sobrevienen las debacles bursátiles? Justo cuando nadie se las espera y todos están felices bailando el reggaeton. Eso puede ser en enero del 2020, o puede aguantar aún meses o incluso años más. Nadie lo sabe. Nadie. Es por ello que los mercados financieros hacen y deshacen fortunas y prestigios. Aquellos que logran anticipar los grandes virajes, al alza o a la baja, son quienes logran la fama y el poder en los mercados.
Y para ello se requiere, más que sabiduría, suerte; más que agallas, paciencia; y más que estrategia, liquidez para estar listos en el momento oportuno. En otras palabras, nomás por no dejar, hay que estar lavando los platos mientras bailamos el reggaetón.

martes, 24 de diciembre de 2019

Pacheco Inventa A Pacheco: Cincuenta Años De "No Me Preguntes Cómo Pasa El Tiempo"

Proclives que somos a conmemorar los aniversarios, lamento que en este año hayamos olvidado mencionar uno muy importante: el de la primera edición de "No me preguntes cómo pasa el tiempo", de José Emilio Pacheco. Escrito entre 1964 y 1968, "No me preguntes..." gana el Premio de Poesía Aguascalientes, el más importante del país, en 1969, y es publicado en agosto del mismo año, como resultado del galardón. 

El libro reúne poemas y traducciones hechas por Pacheco en un período de cinco años, entre sus veinticuatro y sus veintinueve años. Es decir, antes de cumplir treinta años, José Emilio Pacheco escribe el libro que fija el contorno, y la moral, de lo que será su obra futura, y en mi opinión, el libro que define la vanguardia (en los términos definidos por Octavio Paz) de la poesía en castellano contemporáneo.

En "No me preguntes...", Pacheco inventa a Pacheco. Es el libro que fija su voz y su horizonte. En cierta forma, al conmemorar los cincuenta años del libro, estamos conmemorando también el medio siglo del poeta que leímos y conocemos.

El libro se compone de cinco partes:

I.- En estas circunstancias 
II.-Mira cómo son las cosas
III.-Postales/Conversaciones/Epigramas
IV.-Los animales saben 
V.-Aproximaciones
VI.-Apéndice: Cancionero Apócrifo 

La primera parte, "En estas circunstancias", tiene un rasgo particular, todos sus poemas están fechados, como si Pacheco hubiera querido fijar un antes y un después en este, su segundo libro de poemas, dejando en esa primera parte al primer Pacheco, el de "Los elementos de la noche" (1963), tributario del lenguaje de los contemporáneos y de Octavio Paz. 

A pesar de que el libro explicita que son poemas escritos entre 1964 y 1968, la fecha más antigua del libro en esa primera sección es de 1966. No sabemos si el resto del libro incluye poemas escritos entre 1964-1966, o si fueron escritos mayoritariamente en 1968.

Los epígrafes

Para alguien tan minucioso y preciso como Pacheco, todo tiene su lugar: y los epígrafes, ninguno, es gratuito. Todos tienen un por qué y una dirección. Denotan con quién Pacheco está dialogando el tema que presenta la sección o el poema. "No me preguntes..." es en ese sentido, además de un bello libro de hermosos poemas, un tratado de crítica y síntesis literaria, lo que lo convierten en un libro múltiple y perdurable.

La lista de autores de los epígrafes es la siguiente: 

Ernesto Cardenal, cuyo epígrafe inicial resuena a lo largo del libro (especialmente en "Those were the days", título de una cursi canción pop sesentera), las cosas que pasan de moda, el transcurrir del tiempo; 

Garcilaso de la Vega y su epígrafe fúnebre, acompañando el tono tétrico de "En estas circunstancias"; 

el epígrafe perfecto de James Joyce que presenta "Mira cómo son las cosas", Pacheco de veintinueve años preguntándose cómo pasa el tiempo, y a punto de entrar a los treinta años, dejando para siempre su juventud y despidiéndose de la misma con la sentencia de Giacomo Joyce; 

Ramón López Velarde, y Amado Nervo, a propósito de la subversión (crítica, uso, usufructo y trascendencia) de la cursilería que acompaña todo el libro y el diálogo de amor/odio de Pacheco con el modernismo; 

compartiendo ese diálogo con Rubén Darío a lo largo de varios epígrafes y poemas ("Declaración de Varadero" y "R.D. nuevamente", por ejemplo) en todo el libro. Darío es el autor que más epígrafes y poemas alusivos cuenta en "No me preguntes..."; 

Bernal Díaz del Castillo, inaugurando esa constante en la obra de Pacheco que es la reflexión sobre la crueldad histórica y no resuelta de la Conquista de México, presente también en el epígrafe del Marqués de Mancera, Virrey de México; 

Li Kiu Ting, cuyo hermoso verso: "no me preguntes cómo pasa el tiempo", en la traducción de Marcela de Juan , da el intemporal título al libro;

Alfonso Reyes, cuyo epígrafe sintetiza como ninguno el plan de la obra de Pacheco, ¿cómo ser contemporáneo de la poesía del mundo?, ¿cómo recuperar el tiempo perdido de Sor Juana hasta el modernismo, y escribir una poesía en la vanguardia del mundo, como lo estaban haciendo Paz, Borges, y claro, Pacheco?;

una crónica de Excelsior, en ese guiño constante con la post modernidad hipster que Pacheco anticipó por décadas; 

Giacomo Leopardi a propóstio de Vesubio y Pompeya, un tema que repite en el libro con el Ajusco y el Valle de México, el cataclismo del fin del mundo, ciudad por ciudad; 

el periodista estadounidense Rusell Baker;

Samuel Beckett, de cuya frase "...les bêtes savent" toma el título del bestiario, en la tradición de Apollinaire; 

Henry Ward Beecher y Gaspar Melchor de Jovellanos Jove, para presentar poemas del bestiaro (los monos y el cerdo); 

Los últimos dos epígrafes, que abren el "Cancionero Apócrifo", poemas de los heterónimos de Pacheco, son igualmente precisos: el primero de Antonio Machado, sobre la brevedad del tiempo que pasa; el segundo de Fernando Pessoa, porque no podría haber sido de otra manera

Poesía Y Crítica de La Poesía 

Los epígrafes son parte integral de los poemas y de las secciones que encabezan. No son gratuitos ni superfluos. "No me preguntes..." inventa el diálogo y lectura meta poético: es necesario ir más allá del poema para leerlo, por eso es fácil leerlo hoy y regresar a él después. Son acertijos y propuestas de crítica literaria puestos en versos poéticos en sí mismos.

"No me preguntes..." es un libro de poesía, pero es también un tratado de crítica, síntesis y lección de poesía.

El joven erudito que es José Emilio Pacheco escribe una poesía que al escribirse se pregunta sobre ella misma, de manera explícita en varios poemas: sobre su utilidad, sobre su carácter, sobre su futuro, sobre su destino inmediato, sobre los esfuerzos por renovarse y sus fracasos al intentarlo. Sobre la resignación de que a final de todo ese camino, no nos queda mas que tomarla tal cual es.

Y al hacerlo, "No me preguntes..." imparte una lección de poesía. 

DICHTERLIEBE
La poesía tiene una sola realidad: el sufrimiento.
Baudelaire lo atestigua, Ovidio aprobaría
afirmaciones semejantes.
Y esto por otra parte garantiza
la supervivencia amenazada de un arte
que pocos leen y al parecer
muchos detestan,
como una enfermedad de la conciencia, un rezago
de tiempos anteriores a los nuestros,
cuando la ciencia cree disfrutar
del monopolio entero de la magia.

(Diechterliebes= los amores de un poeta, es el título del texto de unas cantatas escritas por Henrich Heine, con música de Robert Schumann. Vale la pena mencionarlo: en "Irás y No Volverás", su libro de 1973, Pacheco publica un poema llamado "Mírame y no me toques", prefigurando el movimiento por la equidad de género, cuyo verso final compara a sus alumnas con "la rosa, el sol, el lirio y la paloma", que es el verso inicial y título del tercer poema de las Diechterliebes-"Die Rose, die Lilie, die Taube, die Sonne").

Quien lee los poemas del libro está también ante una reflexión pedagógica de uno de los escritores más profundos y sabios del idioma español, y ante uno de sus mejores expositores. Pacheco fue un gran explicador. Sus textos y ensayos son típicamente el mejor análisis disponible para los temas que toca, y su poesía no escapó nunca a esa necesidad del autor de analizar y explicar la materia de su trabajo.

"No me preguntes..." es un libro que por ello resiste regresar a él de manera constante y a lo largo del tiempo. Mas aún, Pacheco nunca dejó de reescribirlo, como con la mayoría de sus poemas, y la versión final difiere de manera importante en algunos poemas respecto de las primeras ediciones. No sólo el lector, sino el autor, regresó varias veces al texto, en un ejercicio que, al menos en mi caso como lector, para quien las primeras versiones quedaron fijadas en la memoria, era desesperante, pero que refleja la plasticidad de la poesía de Pacheco, capaz de ser doblada, flexionada y estrujada por su autor a lo largo de los años.

Poesía-Traducción-Poesía 

En "No me preguntes..." se incluye algo inusual: traducciones de poesía. Un lector que no conozca los nombres de los poetas aproximados por Pacheco podría pensar (como fue mi caso la primera vez que lo leí, a los catorce años), que está ante poemas de José Emilio Pacheco. Un lector que no sepa que "Aproximaciones" fue el apropiado nombre que Pacheco dio a sus traducciones, podría pensar que la parte V del "No me preguntes..." está compuesta por poemas peculiares con títulos curiosos.

Y quizá esa idea no le habría disgustado a Pacheco. Su heterónimo, Julián Hernández escribió que "la poesía no es de nadie, se hace entre todos", y Pacheco pensaba que al traducir en realidad lo que surgía era algo nuevo, una aproximación al poema original pero que era otro poema, distinto, en donde el traductor debía de desaparecer para tratar de ser una especia de amanuense para que el poema original se transformara en uno nuevo.

En algún momento la editorial Era deberá de publicar las "Aproximaciones" definitivas de Pacheco. Los cientos de poemas que tradujo a lo largo de tantos años. Su traducción contundente de los "Cuatro Cuartetos" de T.S. Elliot son la muestra más notable de que Pacheco era quizá el mejor traductor del castellano, así que sus traducciones son poemas en sí mismos, en castellano.

Pero en "No me preguntes..." Pacheco hace algo más: va de la poesía, a la traducción, para regresar a la poesía. 

Como en el caso de "Diechterliebes", basado en el cual, cuatro años después publica un poema: "Mírame y no me toques", cuyo verso final es el título de uno de los poemas de Heine (y en el verso anterior, le pide perdón). En "No me preguntes..." existen un par de poemas de ese diálogo circular con el poema original, el poeta y el poema nuevo.

El más bello ejemplo es sin duda "Ile Saint Louis".

Todos conocemos el poema de Apollinaire:

Le Pont Mirabeau

Sous le pont Mirabeau coule la Seine
           Et nos amours
     Faut-il qu'il m'en souvienne
La joie venait toujours après la peine
           Vienne la nuit sonne l'heure
           Les jours s'en vont je demeure
Les mains dans les mains restons face à face
           Tandis que sous
     Le pont de nos bras passe
Des éternels regards l'onde si lasse
           Vienne la nuit sonne l'heure
           Les jours s'en vont je demeure
L'amour s'en va comme cette eau courante
           L'amour s'en va
     Comme la vie est lente
Et comme l'Espérance est violente
           Vienne la nuit sonne l'heure
           Les jours s'en vont je demeure
Passent les jours et passent les semaines
           Ni temps passé
     Ni les amours reviennent
Sous le pont Mirabeau coule la Seine
           Vienne la nuit sonne l'heure
           Les jours s'en vont je demeure

Uno de los poemas fundadores de la modernidad poética, el tema de "Le Pont Mirabeu" es un clásico: los amantes se contemplan mutuamente junto al Sena, y el río se convierte en una metáfora de lo fugaz y corriente que son el amor eterno y la vida, que pasan y se van como el río bajo el Puente Mirabeu.

La que sigue es una traducción de José Emilio Pacheco, compilada en el libro "Aproximaciones"

EL PUENTE MIRABEAU

Bajo el puente Mirabeau
van el Sena
y nuestro amor
Recuérdalo mi dolor
siempre hay dicha tras la pena

Cae la noche da la hora
Así el tiempo se evapora

Frente a frente nos miramos
y las manos enlazamos
Nuestros brazos son el puente
pero el agua eternamente
se lleva lo que deseamos

Cae la noche de la hora
Así el tiempo se evapora

Se va el amor como el agua corriente
Se va el amor inexorablemente
Porque la vida es lenta
y en cambio la esperanza es violenta

Cae la noche da la hora
Así el tiempo se evapora

Pasan el día tranquilo y la noche de pena
Los años se disuelven
Los amores no vuelven
Bajo el puente fluye el Sena

Cae la noche da la hora
Así el tiempo se evapora


La traducción es notable. Pacheco se arriesga a aproximar la música de Apollinaire y el resultado es sobresaliente. Limpio. 

Pero en "No me preguntes..." muchos años antes de la publicación de la traducción de "El Puente Mirabeau", hay un diálogo claro y fecundo, plasmado en uno de los poemas más hermosos del libro:

Île Saint-Louis
Desde el balcón
el Pont de la Tournelle

Una muchacha se detiene y mira

Fluye el Sena
Desgarrado un instante por la isla
corre al encuentro de sus mismas aguas

Aguas de musgo verde
verdes aguas
con el verdor
de miles de veranos

La muchacha se aleja
se extravía
se pierde de mis ojos
para siempre

Arde la misma rosa en cada rosa
El agua es simultánea y sucesiva
El futuro ha pasado
El tiempo nace
de alguna eternidad que se deshiela


La historia cuenta que Apollinaire debía cruzar el Puente Mirabeau para ir a ver a su amante, la pintora Marie Laurencin. El Puente conecta los distritos XV y XVI de París, uniendo las dos riberas del Sena. 

El puente de José Emilio Pacheco es distinto: es el Pont de la Tournelle, el cual une la pequeña isla de Saint Louis, adyacente a la mayor Île de la Cité, (esta última alberga la Catedral de Notre Dame y es el origen histórico de la Ciudad de París), y que hacen que las aguas del Sena se bifurquen.

Pero el río de Apollinaire y el de Pacheco es el mismo: el Sena; en ambos poemas la muchacha, levantada por la mirada, es el motivo para ver pasar las aguas del río bajo el puente y cantar los mismos versos: el paso del tiempo, la brevedad del amor y de la vida. En ambos poemas el río es agua que pasa, pero el hermoso remate de Pacheco muestra la evolución histórica de la imagen poética entre los dos autores: "el futuro ha pasado/el tiempo nace/de alguna eternidad que se deshiela".

No es posible que la fuente de "Île Saint Louis" de Pacheco no sea la lectura y la traducción de "Le Pont Mirabeau". Pacheco lee, y traduce. Pacheco traduce, crea su aproximación, y escribe su poema. Va de la lectura del original en francés, a la traducción al español, a la creación de un poema cuyo origen deben ser sin duda el aliento que le deja "Le Pont Mirabeau".

No me preguntes cómo pasará el tiempo

"No me preguntes..." cumple en 2019 cincuenta años de haber sido publicado. Como todo ser vivo, envejece. Partes de él han muerto con la evolución de la poesía contemporánea, pero es notable cómo una gran parte del libro no únicamente sobrevive sino que muchos de sus poemas palpitan en nuestros días, en estos tiempos que corren. Este libro múltiple sigue resistiendo regresar a él, y espera, con resignada esperanza, el paso de los próximos cincuenta años.

sábado, 21 de diciembre de 2019

Poemas Para Beber En El Starbucks: El Kama Sutra Según Sujata Bhatt

La poesía erótica es tan antigua como la poesía misma. "El cantar de los cantares", por ejemplo, es el libro más poético de la Biblia, y leyendo su cachondez es difícil entender cómo el catolicismo acabó siendo la religión puritana y aburrida que conocemos hoy. 
Mucho antes que Salomón, hay evidencia que el poeta griego Arquíloco de Paros escribía hace más de 2,500 años, poemas al arte de amar, inaugurando la poesía erótica en occidente.
Pero no debería de extrañarnos que la poesía erótica en realidad venga de dónde viene la poesía, y la literatura: de la India.
La escritura más antigua que ha llegado a nuestros días es un poema hindú: "Los Vedas". Y el manual erótico que nos han hecho creer que es el Kama Sutra es para muchos una obra poética. Por eso no debería de sorprendernos que una poeta hindú contemporánea escriba un poema al fellatio con la candidez con la que escribe un poema civil.
Suyata Bhatt es una poeta hindú que escribe en inglés su obra, una de las más importantes de la poesía moderna actual https://circulodepoesia.com/2018/04/sherdi-y-otros-poemas-libro-de-sujata-bhatt/. Suyata escribe una poesía que para los ojos y oídos occidentales es inusitada, fresca, con versos inusuales, temas inesperados, giros sorpresivos. La sensibilidad de Suyata no es de este mundo, o al menos no de esta parte del mundo. Es imposible leerle sin tener en cuenta esa otra visión que se encuentra en la India. 
Que escriba en inglés es una bendición para nosotros, a quienes la globalización ha acercado la lengua de Carlyle y Whitman y que podemos traducirle con cierta familiaridad.
Vean si no este escandaloso poema, escrito como si fuera una crónica inocente, cuando en realidad se trata de una mamada. Literal, de un fellatio. La mujer declara a su amado el gusto por chupar y morder la jugosa caña, en las tardes tras el granero. ¿Cómo decir lo que en occidente es pornografía, y que en la India es Kama Sutra, para que suene poéticamente?
Leyendo a Sujeta Bhatt



Sherdi

El modo en que aprendí
a comer caña de azúcar en Sanosra:
uso mis dientes
para pelar la dura chaal
luego, a mordidas arranco tiras
del blanco corazón fibroso
-chupo fuerte con los dientes, aprieto,
y se derrama el jugo.
En las mañanas de enero
el granjero corta tiernas y verdes cañas de azúcar
y las trae a nuestra puerta.
Por las tardes, cuando los mayores están dormidos
nos escabullimos afuera llevando las largas y suaves varas.
El sol calienta, los perros bostezan,
nuestros dientes se hacen fuertes,
nuestras quijadas están entumecidas;
pasamos horas chupando el russ, el pegajoso jugo
por toda la mano.
Por eso esta noche
cuando me dices que use mis dientes
para chupar duro, más duro,
me huele tu pelo
a caña de azúcar
y me imagino que te gustaría ser
shérdi shérdi allá en los campos
las cañas se mecen
y abren un sendero frente a nosotros.

domingo, 15 de diciembre de 2019

La Década Maravillosa De Los Mercados

Hay que comprar cuando suenan los cañones, y vender cuando suenan las trompetas, es un dicho que se le atribuye a Nathan Rotschild. Warren Buffet dijo, de otro modo, lo mismo: hay que ser codicioso cuando los demás son miedosos, y miedoso cuando todos son codiciosos. Es decir: hay que entrar al mercado cuando todos salen, y salir cuando todos quieren entrar. Inversionistas como Carlos Slim atestiguan la validez de este adagio, y si algo muestran los 2010’s que acaban en unos días, es que dicho método definió al mercado que inició la década hundida en el abismo pero que cierra en la cima de las ganancias.
Hace diez años los mercados financieros estaban hundidos por el pánico disparado por una cadena imparable de bancarrotas bancarias: Bear Stearns, Lehman Brothers, Merril Lynch, Dexia, Fortis, y decenas de bancos medianos y pequeños se hundían en la quiebra tras el hundimiento del sector inmobiliario en los Estados Unidos y otros países, como España.
Los principales índices del mercado se hundían sin parar y no había piso que resistiera. Cuando todo parecía estabilizarse llegaba una nueva ronda de noticias que hundía sin remedio los precios de las acciones aún más. No importa qué tan barata se comprara una acción, semanas después dicha acción estaba muchísimo más barata. El pánico hacía que los inversionistas remataran sus acciones sin importar qué tan baratas fueran. Así acababa la primera década del siglo XXI, con los mercados hundidos presos del pavor de ser el último en salir del precipicio.
Pero en medio del tronar de los cañones, en medio del pavor financiero que sobrecogía a los inversionistas, un grupo de inversionistas, siguiendo el precepto de entra cuando todos salían en estampida, comenzó a comprar acciones, en una estrategia que, vista en retrospectiva al terminarse esta década, demostró ser ganadora.
Si los mercados no se precipitan al abismo en los procos días que le quedan a la década, los 2010’s serán la mejor década para Wall Street desde los 50’s del siglo pasado. Medido por el rendimiento del S&P 500 los mercados han rendido 250 por ciento en los últimos diez años, un rendimiento 20 por ciento superior al promedio histórico, convirtiendo a los 2010’s en una de las décadas más ganadoras para los mercados financieros en toda la historia.
Difícilmente podemos desligar este comportamiento histórico de la trayectoria de la variable económica más importante: la tasa de interés. Cuando la crisis financiera estalla, detonada por el cataclismo hipotecario, la tasa de interés líder en Estados Unidos estaba en 2.15 por ciento. Un año después, la Fed, encabezando la carga de los bancos centrales, llevaron la tasa de interés líder al cero por ciento, y allí, en cero, se mantuvieron las tasas hasta finales del 2015.
Es decir, durante siete de los últimos diez años, las tasas de interés permanecieron en cero por ciento. Es imposible disociar ambos datos, y es imposible negar la causalidad: el dinero regalado fue el combustible que produjo el auge más dilatado de los mercados del último medio siglo, por eso, cuando la tasa de interés comenzó a remontar en 2016 hasta alcanzar un máximo en diciembre de 2018, el rally comenzó a trastabillar y provocó que 2018 fuera el peor año de la década.
Pero ante la amenaza de que el rally se esfumara, Donald Trump y los mercados presionaron a la Fed para que los réditos fueran recortados de nuevo, reduciéndolos de 2.50 por ciento en diciembre del 2018, al 1.75 por ciento actual. Los mercados respondieron, y están cerrando este año con uno de los mejores desempeños de la década.
Cierto: medido por la mayoría de las métricas, los precios de las acciones están caras respecto de niveles en el pasado, y respecto de los dividendos que se espera paguen la década próxima. Pero si la tasa de interés sigue cayendo, nada impide que se sigan poniendo más caras.
Estamos a días de despedirnos de la segunda década del siglo XXI: si en medio del pánico espantoso que existía al inicio del último año de la década pasada nos hubieran dicho que seguían diez años maravillosos para los inversionistas, difícilmente lo hubiéramos creído, Si tan solo supiéramos hoy lo que estaremos evaluando la última semana de 2029, sería fantástico.


domingo, 8 de diciembre de 2019

La Deuda Interminable ( y III)

La etimología es muy clara: crédito viene del latín “credere”, que significa “creer”. “No dar crédito” significa aún hoy en nuestro idioma que lo que vemos es difícil de creer, y también, que no estamos dispuestos a financiar con dinero a quienes nos lo piden. La economía global depende del crédito, es decir, de seguir creyendo que lo que se prestó, se seguirá pagando. La confianza es el hilo invisible que zurce las costuras del entramado económico global, y si la confianza se pierde, todo se deshilacha. Y no hay mejor forma de perder la confianza de alguien que dejando de pagar una deuda.
En nuestra entrega anterior argüíamos una premisa tramposa: la deuda no es en realidad un problema por que lo que una parte debe, la otra lo tiene, y en el agregado se cancela. Como toda verdad a medias, el balance entre lo que es cierto y lo que no es delicado. En el total se cancela, pero los que deben son distintos a los que tienen, y si los que deben dejan de pagar, los que tienen dejan de tener, y entonces los problemas empiezan.
Cierto: el problema estrictamente no es la deuda, sino la capacidad de servirla y de refinanciarla, porque si algo falla, entonces el equilibrio sobre el cual se funda la economía global se rompe. Y si: entre mayor sea la deuda, mayor es la probabilidad de que ésta no pueda pagarse.
La economía global se funda entonces sobre un credo: las deudas no dejan de pagarse. La recurrencia de episodios en el capitalismo temprano de moratorias extendidas, especialmente en los Estados Unidos, llevó al establecimiento de los bancos centrales, a los cuales se les conoce como “prestamistas de última instancia”. Es decir: si todos dejaran de pagar, siempre estará el banco central dispuesto a intervenir para que el mecanismo del crédito deje de fluir.
Fue este prestamista de última instancia quien evitó que la terrible recesión de 2008-2009 se convirtiera en una gran depresión económica. Cuando las familias y las empresas le dejaron de pagar a los bancos sus créditos, los bancos ante el alud de pérdidas, dejaron de prestar, y fue sólo hasta que el banco central entró a comprar tramos enormes de las carteras de crédito de los bancos que la crisis se detuvo y el financiamiento volvió a resurgir, detonando la expansión económica que en este año cumple ya diez años ininterrumpida.
La crisis endeudamiento del 2008-2009 se resolvió con híper-deuda, doblando la apuesta, apalancando a la economía más de lo que ya estaba. Con una diferencia: en este reforzamiento del apalancamiento las tasas de interés se hundieron hasta cero por ciento, y en muchas partes son incluso negativas. 
Si la tasa es de cero por ciento, entonces esa deuda por definición, no se dejará de pagar nunca, puesto que no hay nada que pagar. Si la tasa sigue siendo de cero por ciento, cuando el plazo del crédito venza, se refinancia pidiendo otro crédito al cero por ciento y las cosas siguen como si nada. Puede ser más raro aún, si las tasas son negativas resulta que el acreedor tiene que pagarle al deudor, así que el riesgo de moratoria por parte del deudor es inexistente: el no dejará de pagar puesto que incluso le pagan.
Si la tasa de interés es cero, la deuda no se dejará de pagar y la confianza no se romperá, habrá otros problemas (quienes invierten en deuda estarán subsidiando a los deudores, etc.) pero no habrá problemas crediticios: si no se debe de pagar nada, nunca se dejará de pagar.
Pero si las tasas comienzan a elevarse y a alejarse del cero, entonces la masa enorme de deuda que ha apilado la economía global en la última década deberá de comenzar a pagar algo, un porcentaje pequeño, pero que, multiplicado por el tamaño colosal de la deuda, es un recurso enorme que empieza a pegarle a los márgenes de ganancia, a los dividendos, a los resultados operativos y a las finanzas personales y de las familias. Estamos entrampados: no podremos subir las tasas de interés nunca, a menos que causemos un maremoto financiero global.

domingo, 1 de diciembre de 2019

La Deuda Interminable (II)

La deuda es un fenómeno económico complejo. Porque tiene dos caras: hay un deudor y un acreedor; hay un prestamista y un prestatario. El pasivo de alguien es un activo para otra persona. Si un país o una empresa se endeuda mucho, alguien se está beneficiando como acreedor de esa deuda. En nuestra entrega anterior reseñábamos cifras que mostraban que la economía global se encontraba en un nivel máximo de endeudamiento. Pero esa deuda interminable es riqueza para alguien: el asunto es ver de quien.
En sentido estricto entonces, tomada como un todo, la economía global tiene cero deuda. Pues un adeudo siempre tiene contraparte a otro actor económico del otro lado.
Tomemos por ejemplo la deuda de los Estados Unidos, la mayor deuda gubernamental del mundo por su volumen, y que monta un enorme 22 billones (millones de millones) de dólares al cierre de octubre de este año. El segundo mayor acreedor del gobierno de EEUU es él mismo. A través de varias agencias y dependencias, el gobierno de EEUU detenta cerca del 26 por ciento de la deuda emitida por si mismo. Entidades como el Fondo de Seguridad Social son grandes inversionistas en la deuda de su gobierno, así que la posición deudora neta es bastante menor a lo que parece.
Otros acreedores importantes de los EEUU son los sistemas de pensiones, quienes ostentan cerca del 11 por ciento de la deuda de su gobierno; mientras que las autoridades monetarias, como el banco central (la Fed), guardan alrededor del 10 por ciento de la deuda de su país. Los fondos de inversión de, representan el 9 por ciento de la deuda pública; cifra similar a la parte que detentan los inversionistas individuales, entre ellos las personas más ricas de los EEUU; los gobiernos estatales y locales suman cerca del 2 por ciento del total; mientras que los bancos y las aseguradoras llegan apenas al 6 por ciento del total.
Pero el mayor acreedor de los EEUU, si lo tomamos en su conjunto, es el resto del mundo; los inversionistas extranjeros, de todo tipo, ostentan el 29 por ciento de las deudas del gobierno estadounidense. Por nacionalidades destaca China, el mayor acreedor extranjero de los Estados Unidos, quien detenta cerca del 5 por ciento de la deuda de su rival económico y político; un porcentaje similar al invertido por Japón, cuyos enormes ahorros son invertidos en parte en bonos de los Estados Unidos. Otros acreedores importantes de los EEUU son el Reino Unido, Brasil, Irlanda, Luxemburgo y Suiza.
Un acreedor destaca en particular en esta ecuación: las llamadas “autoridades monetarias”, o la Fed, que detentan algo más del 10 por ciento de la deuda de ese país, y que compraron bonos gubernamentales inyectando liquidez en el mercado para evitar el colapso de la economía durante la crisis de 2008-2009. Es decir, cerca del 10 por ciento de la deuda de nuestros vecinos representa en realidad una inyección líquida de dinero en la economía para ayudarla a evitar una depresión e incentivarla a crecer.
La posición deudora de los Estados Unidos es similar a la de muchos gobiernos de países desarrollados, mientras que otros gobiernos, como el de China y el de Japón son acreedores netos e invierten sus ahorros en bonos estadounidenses. Pero si bien el gobierno chino es acreedor neto, sus empresas son de los principales deudores del mundo, y su desempeño financiero, con moratorias creciendo de manera alarmante, se han convertido en un factor de riesgo muy importante para la economía global, y en una presión para el gobierno chino, que ve amenazada su posición como acreedor neto ante la urgencia de entrar a rescatar la manada de empresas de su país que están incumpliendo pagos.
La deuda a nivel de la economía global como un todo no existe: el pasivo de unos es el activo de otros. El saldo a nivel global se empata y el problema entonces no es el saldo, sino la capacidad de servir la deuda. En sentido estricto entonces, lo que debemos de monitorear es si la deuda crece a una tasa menor a la capacidad de pagarla, es decir, si el PIB crece más que la deuda. Y eso es lo que no ha estado ocurriendo a últimas fechas: el bajo crecimiento del PIB, más que el crecimiento de la deuda, es lo que nos debe preocupar. Y mucho.