domingo, 31 de mayo de 2020

Impuestos Para Un Mundo Post-Covid, y II

La semana pasada escribíamos en este espacio sobre un escenario posible para los impuestos en el mundo, dado lo maltrecho que quedarán las Haciendas públicas luego de tener que asumir los costos y sufrir la pérdida de ingresos fiscales resultantes de la pandemia de Covid. Concluíamos que, aunque no fueran responsables de ella, quienes probablemente sufraguen la mayoría de dichos costos en el futuro, sean aquellos que han visto crecer el valor de sus ingresos y sus activos, y hayan gozado de ganancias de capital durante este período tan terrible. 
Dicha estrategia quizá no sea enteramente justa. Esa fracción de la población no fue la responsable de la pandemia, y no hay argumento que justifica el que tengan que pagar por sus costos. Pero si revisamos quienes son los beneficiarios de las expansiones fiscales y monetarias usadas para combatir los efectos económicos de la pandemia, la evidencia es clara: los mercados financieros se han inflado, elevando el precio de la mayoría de los activos con el fin de evitar una gran depresión, y los beneficiarios principales de tales políticas han sido, sobre todo, los poseedores de activos, 
Recordemos nuestro argumento. La economía de combatir el covid y ganarle se asemeja a una economía de guerra. ¿Qué pasará con los impuestos en la postguerra contra el covid?
Tomemos por ejemplo el impuesto a las ganancias de capital, el cual es muy relevante dado que lo que la Fed, los grandes bancos centrales, y el gasto deficitario de los gobiernos han hecho, ha sido inflar los mercados financieros para elevar los precios de los activos y evitar una gran depresión.
Tras el fin de la segunda guerra, la tasa marginal máxima gravada a las ganancias de capital en EEUU, que estaba en 25 por ciento, fue elevada progresivamente hasta llegar a 40 por ciento en 1977. A partir de esa fecha dicha tasa ha descendido hasta llegar a un mínimo de cerca de 15 por ciento.
Las reformas fiscales llevadas a cabo en casi todo el mundo en años recientes han sido muy favorables a las ganancias de capital, y dicho desescalamiento del gravamen sin duda ha contribuido a la prosperidad inusitada de los mercados de valores en el mundo de las últimas tres décadas, incluyendo su reacción asombrosa ante la devastación económica provocada por la pandemia, la cual ha sido festejada por las bolsas con una de las alzas más rápidas y sólidas de toda la historia. 
Quizá detrás de ese rally tan impresionante que hemos visto en fechas recientes está la anticipación de que en los próximos años y décadas el impuesto a las ganancias de capital abandonará estos niveles mínimos históricos y tenderá gradualmente al alza, por lo que es racional invertir hoy a pesar de los riesgos económicos, inflar el mercado, y realizar las ganancias de capital máximas antes de que estas sean gravadas con una tasa mayor, como casi necesariamente ocurrirá al buscar las quebradas Haciendas públicas fuentes de financiamiento para sus maltrechos déficits.
Lo mismo es posible que ocurra con la otra fuente de ingresos de los poseedores de activos, el impuesto a los dividendos. En Estados Unidos los dividendos comenzaron a ser gravados justo en 1939, al inicio de la segunda guerra mundial, con la misma tasa del ISR. Pero en 2003, la administración Bush rebanó el impuesto sobre dividendos a tan sólo 15 por ciento, un mínimo histórico que ha permanecido hasta ahora, y que ha ayudado probablemente también a alimentar un dilatado mercado alcista en Wall Street, en donde hemos visto que con tal de distribuir dividendos a tan baja tasa, las corporaciones incluso se han cargado de deuda para pagarlos de manera creciente.
Y por último quedan en el arsenal de la Hacienda pública los impuestos a los activos mismos. Desde los impuestos a la propiedad inmobiliaria y a los bienes muebles, hasta el impuesto a las herencias, es probable que los Estados busquen elevar las tasas marginales en los próximos años con el fin de enderezar sus balances fiscales y regresar los cocientes de deuda pública a niveles que sean sostenibles en el largo plazo luego de que estos se han disparado debido a la pandemia.
Gravar los activos no es algo popular (ningún impuesto lo es), y no es fácil de hacer porque los activos son más fácil de ocultar que los ingresos, y porque existe un justo resentimiento de los propietarios de ser gravados por el fruto de su trabajo y su dedicación. Pero la acumulación de activos en un número reducido de contribuyentes ha alcanzado un nivel tan agudo que no encuentra paralelo con ningún otro período en la historia del capitalismo y es estratégico para la armonía y la viabilidad de las sociedades que la riqueza sea distribuida a nivel de las naciones de una manera más equitativa.
Por que la sociedad global saldrá de esta pandemia con un agravio muy agudo. Existirá la percepción de que los favorecidos salieron mejor librados de esta plaga que los menos abastecidos, y los millones de nuevos pobres que dejará esta gran depresión sentirán que han perdido algo más que sus empleos cuando miren que los mercados financieros han dejado a los poseedores con activos cuyo valor han aumentado gracias a la crisis.
El capitalismo, por su propio bien, debe de reformarse y ser mas equitativo, y para ello debe de hacerlo no país por país, sino de manera concertada a nivel global, pues si un país no se sincroniza con su política impositiva, puede restarles eficacia a las acciones de los otros. Una cosa salvó al mundo de la postguerra: el multilateralismo. Y lo salvará de nuevo en el mundo post-covid. Espero.

Impuestos Para Un Mundo Después Del Covid, I

El Covid dejará la salud de las sociedades deshecha. Pero también la salud de las finanzas públicas de prácticamente todos los Estados del mundo. Los enormes gastos derivados de enfrentar la pandemia y tratar de proteger a la población, sumado al despeñadero de los ingresos públicos, dejarán a las Haciendas con enormes déficits y abultadas deudas. No hay otra opción. Los déficits son necesarios para enfrentar esta contingencia. Pero cuando ésta pase, habrá otra necesidad: la de rediseñar el esquema de impuestos para evitar la quiebra masiva de los gobiernos.
Algunos impuestos siguen una lógica sencilla, que en el habla popular se traduce como “el que la hace, la paga”. Así funcionan los impuestos especiales, por ejemplo, conocidos en México como IEPS. El consumidor es libre de elegir fumar, pero deberá de pagar impuestos adicionales a los normales (justo esos IEPS) ya que el Estado tendrá que, tarde que temprano, sufragar con el sistema de salud público el tratamiento por el cáncer del fumador, y no sería equitativo sufragarlo con un impuesto gravado a la población general, incluyendo a aquella que no fuma.
Por eso el sufragar los costos del Covid no admiten impuestos especiales. Aquí no aplica “el que la hace, la paga”. No es posible identificar ni gravar a un responsable por la pandemia. Más aún: fumadores, enfermos de diabetes por llevar una mala dieta rica en azúcar y grasas, han pagado el costo que típicamente pagan mediante IEPS, con un mayor riesgo de mortandad en esta terrible pandemia.
Los impuestos aplicables en el mundo post-covid no pueden entonces ser especiales, sino que tendrán que ser de aplicación general. El problema es ¿cómo diseñamos impuestos generales post covid que cumplan con la regla más importante de un impuesto: su equidad?
Hay dos impuestos generales básicos: los que gravan la renta recibida por los consumidores, y los que gravan su consumo, el ISR y el IVA. Existe un consenso relativo entre los economistas en el sentido de que el más eficiente de los dos es el impuesto al consumo: es difícil eludir ese impuesto, más ahora con las tecnologías que ya permiten un rastreo puntual de cualquier compra-venta, y además, la población de mayores ingresos es la que más consume en términos absolutos, y paga por lo tanto mayores impuestos.
Pero el ISR, el que grava las rentas, es el más equitativo, pues permite algo que es difícil de hacer con el IVA, gravar progresivamente. Es muy probable entonces que en los próximos años, encabezado por los países de la OCDE, veamos una aumento en las tasas marginales del ISR, buscando mejorar la equidad tributaria.
Hemos insistido en este espacio que la economía bajo una pandemia se comporta de manera similar a una economía de toque de queda, a una economía de guerra. ¿Y cómo se comportan los impuestos bajo una economía de guerra, y en la postguerra para pagar la reconstrucción necesaria?
La experiencia de los Estados Unidos es muy útil para ilustrar este punto. Entre 1944 y 1963, período en que se financió la reconstrucción de Europa y el mundo afectado por la Segunda Guerra Mundial, la tasa marginal de ISR para los ingresos más altos osciló entre el 91-92%. Es decir, a partir de cierto nivel de ingreso, cada peso adicional iba en ese porcentaje, a la Hacienda pública. Entre 1964 y 1981 dicha tasa marginal cayó hasta el 77%-70. De allí en adelante la mayor tasa marginal se ha desplomado, hasta llegar al 35%.
Creo que dicha tasa marginal, junto con la tasa que aplica a los dividendos distribuidos, y especialmente a otros dos conceptos: los gravámenes aplicados a las ganancias de capital en los mercados financieros, y los complejos de aplicar (pero equitativos y eficientes) impuestos a los activos, deberán de subir necesariamente en el mundo post covid.
Pues si bien aquellos que más activos tienen y que más ganaron en los mercados financieros, no son de ninguna manera responsables de la pandemia, si fueron marginal y fortuitamente beneficiarios de la expansión de la liquidez de los bancos centrales y de la expansión del gasto público, y es justo que contribuyan de forma importante a restaurar, así sea parcialmente, el equilibrio de las finanzas públicas.

miércoles, 27 de mayo de 2020

Las Farmacéuticas Gozan de Salud En Un Mercado Enfermo

Kenneth Arrow y Gérard Debreu, dos de los economistas fundadores de la disciplina económica tal y como la conocemos ahora, desarrollaron una de las nociones más importantes: la de “mercados completos”. Esta idea implica que existen mercados y precios para cualquier estado posible del mundo, incluso para el de su final, por ejemplo. Todo mercado aspira a ser un mercado completo: poder poner precio a cualquier eventualidad. Wall Street es ,en ese caso, ejemplar: mientras todas las acciones se hacían pedazos, un sector subía como la espuma: las farmacéuticas.
Si todo el mundo está en peligro de morir debido a la pandemia, un mercado completo debe de ponerle precio al riesgo de que la economía se haga pedazos, pero también a la probabilidad que alguien invente una vacuna que salve al mundo de la muerte. Economías poco diversificadas como la mexicana, que no cuentan con un sector farmacéutico capaz de generar nuevas medicinas, (y no únicamente distribuirlas y venderlas), no tendrán un mercado completo, pues los inversionistas no podrán apostar por el sector que ganará en medio de la debacle económica.
Pero las bolsas estadounidenses y europeas cuentan con una amplia gama de empresas farmacéuticas por las cuales apostar, porque dichas empresas desarrollan sus medicinas de manera muy similar a las de un portafolio de inversión. Cuentan con un conjunto de medicinas que venden con bajos márgenes, pero con vastos volúmenes, de donde provienen los ingresos para invertir en investigación microbiológica para desarrollar nuevas medicinas para padecimientos hasta el momento sin cura, y que podrían vender con altos márgenes y/o amplios volúmenes también.
Así, por ejemplo, para las farmacéuticas, la venta de placebos y las medicinas de bajo costo, pero de consumo masivo, junto con fondos públicos adicionales, les ayudan a financiar en esta emergencia la carrera por tener antes que nadie una vacuna, o un tratamiento en contra del covid 19, con el objetivo de detener la pandemia, como se hizo ya en el pasado por ejemplo con el mayor asesino de la humanidad: la viruela, cuya erradicación fue posible gracias a la invención de la vacuna.
Dos de las farmacéuticas con una gestión más enfocada a la innovación que a la producción masiva, Gilead Science y Moderna, son un claro ejemplo de lo anterior. Sus acciones no nada más han evitado las caídas tan terribles que vimos en el resto del mercado el mes de marzo, sino que florecieron. Y mientras que el resto del mercado iniciaba su recuperación, estas biotecnológicas enfocadas en el desarrollo de nuevos fármacos, se dispararon.
Pero incluso farmacéuticas menos enfocadas a la innovación y al desarrollo, como Pfizer, Johnson & Johnson o Astra Zeneca, han tenido un comportamiento mucho mejor que el del mercado en general, ante la expectativa de los inversionistas de que, si entre ellas se encuentra la, o las ganadoras de la carrera por la vacuna contra el covid-19, sus ganancias se dispararán de manera muy significativa.
¿Es correcto que una vacuna, con el potencial de salvar a la humanidad, sea materia de negocios y ganancias? La discusión tiene aspectos morales y políticos vastos, pero la realidad es contundente. Los gobiernos no tienen la capacidad de desarrollar vacunas y remedios ante el covid en el muy corto plazo, y en grandísima escala. Son estos entes altamente especializados en el desarrollo de medicinas, las farmacéuticas, quienes están más cerca que nadie de obtener en tiempo récord, una cura para acabar con la pandemia. 
Por ello la forma más eficiente de invertir recursos públicos para obtener la vacuna es, sin descartar el financiamiento a los laboratorios nacionales y universitarios que están también cerca de la vacuna, otorgar subvenciones directas, subsidiar a un portafolio muy bien seleccionado de farmacéuticas con el fin de maximizar la posibilidad de obtener una vacuna masiva en el menor tiempo posible. Empezar de cero en este momento, usar gasto público para iniciar una investigación básica que eventualmente, dentro de años, llegue a una vacuna, es completamente ineficiente.
Los mercados, mientras tanto, han apostado por el sector en general. Allí habrá algunas ganadoras, y algunas perdedoras, y cuando la vacuna esté lista seguro que los gobiernos, subsidiándolas, la harán asequible a toda la población que lo necesite, pero el mecanismo del mercado parece estar funcionando, canalizando recursos allí en donde la economía lo necesita en este momento: en la obtención urgente de la vacuna.

domingo, 24 de mayo de 2020

Los Nuevos Pobres Y Los Viejos Ricos

Los pobres viven de su empleo. Los ricos viven de sus activos. En esta crisis disparada por la pandemia, el empleo ha sido destruido a un ritmo nunca antes visto en la historia del capitalismo moderno, mientras que el precio de los activos han sido inflados por las toneladas de dinero gratis que están inyectando los bancos centrales. Esta crisis causará un problema gravísimo: tendremos millones de nuevos pobres, y los viejos ricos saldrán de esto aún más ricos.
En un mundo en donde la distribución de la riqueza y del ingreso ya era agudamente desigual, la gran depresión causada por la pandemia sólo logrará empeorarla. 
El efecto inmediato será, por un lado, que millones de trabajadores que estaban en la clase media gracias a su trabajo, pero con pocos activos generadores de flujo, caerán irremediablemente bajo la línea de pobreza de manera violenta y dramática, con familias enteras al borde del hambre de un mes para otro.
Pero por el otro lado, los Jeff Bezos (el mayor accionista de Amazon) de este mundo, los propietarios de Microsoft, de Google, de Johnson & Johnson, los dueños de las grandes empresas tecnológicas, los propietarios de farmacéuticas y empresas de logística, de telecomunicaciones y de transportes, han visto el valor de sus acciones remontar a máximos históricos en medio de la peor crisis económica del último siglo.
El empleo, la educación, el esfuerzo, y el crecimiento económico habían ayudado en las últimas décadas a millones de personas a dejar atrás la pobreza y acceder a la franja mínima de la clase media. Pero su estatus es enteramente dependiente de los ingresos que reciben de su empleo. No han tenido el tiempo ni el dinero suficiente para adquirir activos que le proporcionen una fuente de ingresos alternativos a sus empleos. Los propietarios de activos, que lo han sido por décadas, entran en esta gran depresión económica en una posición de fortaleza: no dependen de su trabajo para vivir, sino de los ingresos que les rinden los activos que poseen: acciones de compañías, bonos de gobierno y corporativos, bienes raíces, negocios en marcha.
Los propietarios de activos pueden darse el lujo de recluirse una larga temporada en sus domicilios y seguir recibiendo ingresos. Más aún, como un grupo dentro de la sociedad, sus activos han sido inflados en las bolsas de valores por la liquidez inyectada por los bancos centrales con el fin de evitar un colapso de la economía peor que el que conocemos en este momento.
Aquellos que antes del advenimiento de esta gran depresión, se encontraban ya en condición de pobreza, apoyados por las estrategias que los gobiernos estaban ya implementando, no verán modificadas sus condiciones de manera significativa. Les será más difícil superar la pobreza en la que se encontraban ya, pero no habrá un cambio cualitativo en su condición.
Pero para centenares de millones de personas que se encontraban en la clase media, pero cuyo estatus dependían de la estabilidad de sus empleos, la modificación en su nivel de vida será dramática, hundiéndose en la pobreza de manera súbita. El problema es que la mayoría de los gobiernos, que tenían ya una estrategia para atender a la población entonces en pobreza, no tienen un plan para apoyar a los nuevos pobres, y ayudarlos a que regresen a la clase media cuando esta gran depresión concluya.
Porque los restaurantes, los gimnasios, los salones de belleza, los grandes conciertos, el transporte público masivo, la renta de oficinas, la construcción y el entretenimiento, todos estos sectores y muchos otros no serán como eran antes mientras no exista una vacuna disponible de manera masiva. Y para un trabajador que vivía en la clase media, dos o tres años fuera del mercado laboral tienen un impacto crítico sobre su activo más importante: sus habilidades laborales.
La automatización necesaria para amortiguar los contagios, el reescalamiento de las nóminas, el continuado estancamiento económico, hacen previsible un escenario en donde el mercado laboral permanezca débil por un período prolongado de tiempo, durante el cual los trabajadores que abandonaron el mercado por culpa de esta depresión, verán menguar sus calificaciones y habilidades. Son esos, los millones de nuevos pobres, quienes presentarán el desafío más complejo para los gobiernos y las economías los próximos años.

sábado, 16 de mayo de 2020

La Soberanía Nacional Depende De La Vacuna

La carrera por desarrollar la vacuna, o el remedio contra el Covid-19 es un asunto de seguridad nacional. Aquella nación que lo consiga primero podrá asegurar a sus habitantes condiciones generales de inmunidad, y estará en posición de imponer, de así decidirlo, condiciones al resto del mundo para su aplicación. En este momento no es el petróleo, ni las patentes de la tecnología 5G, ni la fuerza militar, ni el poderío financiero, lo que determina la seguridad de las naciones, sino la capacidad de obtener esa vacuna.
La violenta irrupción de la pandemia vino a recordarnos, a la humanidad, y a los Estados nacionales, la fragilidad del concepto de seguridad. No hay fuerza militar que valga, no hay campo petrolero que cuente, no hay sistema financiero que pueda suplir el valor de un equipo de científicos, y la capacidad de los laboratorios nacionales y de las empresas farmacéuticas nacionales, para lograr una vacuna que cure al Covid-19.
El discurso de que algunas empresas en sectores estratégicos son fundamentales para la soberanía nacional implica la ausencia de pandemias. No existe sustituto alguno a la ciencia básica, a la investigación biomédica, a la existencia de laboratorios nacionales y empresas farmacéuticas locales, en el extremo crítico en que pone al orden establecido una pandemia viral.
La pandemia global ha dado una nueva definición a la seguridad nacional, y a la soberanía de los Estados. En Europa han resurgido las fronteras físicas, incluso entre Francia y Alemania, los dos países en el corazón del proyecto comunitario. Canadá y Estados Unidos, dos pueblos prácticamente indistinguibles desde fuera, han cerrado sus fronteras también. La tripulación de dos portaviones estadounidenses, y la del único portavión francés, han sido infectadas por el Covid y forzados a atracar en puerto seguro, mostrando la vulnerabilidad de los ejércitos más poderosos a la mortalidad del virus.
Los esfuerzos para aislar por completo a un grupo de la población, como el ejército, de manera completa del riesgo de contagio, han sido infructuosos. El virus ha infectado a personal de la Casa Blanca y a Jefes de Estado. Nada impide que la pandemia dispare brotes en el ejército, en el personal que opera las infraestructuras estratégicas, entre las comunidades de inteligencia de los países que evalúan día a día los riesgos militares, provenientes del crimen organizados, o naturales, en contra de las poblaciones locales.
La pandemia ha ilustrado lo vulnerable que es la fortaleza más inexpugnable, y el ejército más poderoso, ante el indetenible contagio del virus. La seguridad económica, la seguridad militar, la seguridad alimentaria, la seguridad energética, todos los aspectos de la seguridad nacional y la soberanía de los Estados dependen en este momento de un puñado de científicos que están buscando desarrollar la vacuna lo antes posible.
Los científicos están llevando a cabo una ejemplar labor de cooperación internacional, con los laboratorios de los distinos países conectados e intercambiando información para vencer a un amigo común: el virus. Pero la clase política, sobre todo la de los países que compiten por la hegemonía global, ven el mundo con otros ojos, y en su perspectiva, la carrera por ser los primeros en obtener la vacuna tiene implicaciones muy distintas.
Piensen por ejemplo que el país que primero la obtenga inmunice a su ejército, dándole una ventaja militar aplastante respecto de las otras naciones en el corto plazo. Si ese primer país no es Estados Unidos, estaríamos ante algo inédito en el último siglo: un escenario en donde la potencial militar más poderosa no son los estadounidenses.
Cabe por supuesto la posibilidad que los políticos del mundo se comporten como científicos, y que pongan la búsqueda de la vacuna y la cooperación por encima de otras consideraciones, pero no es el estilo de Trump, y no parece serlo en otros casos. 
En el caso de México, nuestra posición en el desarrollo de una vacuna frente a la capacidad de otros países debería de revelarnos el verdadero estado de nuestro desarrollo, y enfocarnos al hecho de que el último reducto de la soberanía es la educación de su población, y no otros sectores.

domingo, 3 de mayo de 2020

Cuarenteneconomía Para Principiantes II

16.-Si no hay vacuna, sólo un seguro de vida puede mitigar (limitada e imperfectamente) el efecto económico de la posibilidad de morir por salir a trabajar.
17.-Actuarialmente el costo del seguro para el gobierno es sencillo de calcular, es alrededor del precio de mercado de la prima de un seguro de vida para un ciudadano de edad promedio multiplicado por la tasa de mortandad del Covid, que parece ser de alrededor de 0.8 por ciento
18.-Dado que no existe ese seguro en el mercado, lo adecuado sería emitir bonos perpetuos para establecer un fondo con esa cantidad con el propósito de que todo ciudadano tenga un seguro de vida
19.-Ante la ausencia de vacuna y de un seguro, el riesgo económico que se corre es el de la clásica trampa de liquidez
20.-La inminencia de la muerte induce a que la economía se comporte como ante un desastre: los consumidores, atesoran, ahorran, guardan y racionansu consumo para poder consumir durante la cuarentena.
21.-El atesorar y restringir el consumo tiene un esperado efecto recesivo en la economía
22.-Mientras exista la probabilidad inminente de muerte, es decir mientras no haya vacuna ni seguro de vida universal, los individuos atesorarán toda ayuda, financiera o en especie. Las inyecciones de liquidez en el sistema serán guardadas para reservar pérdidas de capital, las despensas serán almacenadas para pasar el incierto futuro en cuarentena, las medicinas se esconderán ante el miedo de una inminente escasez
23.-La cuarenteneconomía es la economía del pánico. Todo se atesora y almacena. Nada se gasta. El pánico nos paraliza, a los individuos y a la economía 
24.-La única cura real al pánico es la vacuna. Una solución imperfecta es el seguro de vida universal, le pone un precio al altísimo riesgo de morir por salir a trabajar y consumir, y le da al indivudo la información para tomar una decisión
26.-La cuarentena por pandemia causa una trampa de liquidez no financiera, sino sanitaria y médica, por lo tanto es difícil de atender mediante la política monetaria y la fiscal
27.-No obstante, las políticas monetaria y fiscal pueden contener el efecto, proveyendo la liquidez verdaderamente necesaria, aunque ésta sea absorbida y atesorada luego por individuos, familias, y empresas
28.-Ante la preferencia infinita por liquidez y atesoramiento de individuos, familias, y empresas en la cuarentena, sólo resta un agente económico para dinamizar a la economía y sacarla de la recesión: el gasto de gobierno
29.-Las condiciones de la cuarentena hacen inviable un aumento de impuestos para financiar el gasto público necesario para romper la trampa de liquidez
30.-El gobierno entonces lo que debe de hacer es reducir su ahorro, incluso si es necesario, hacerlo negativo, incrementar el déficit público mediante emisiones de deuda 
31.-La economía descentralizada, de individuos, familias y empresas, al tomar decisiones que en lo individual son racionales, como atesorar, en el agregado son ineficientes, inducen a la recesión. Queda entonces en la economía centralizada, en el gobierno, contrapesar el resultado frugal de la economía descentralizada. La herramienta es la expansión del gasto público. 
32.-Esta es por supuesto, la típica solución keynesiana, implementada ante una situación histórica simila en lo económicor: la crisis de liquidez causada por el pánico financiero de 1929. 
33.-La situación actual es equivalente pero distinta a la de la Gran Depresión de 1929. Hoy el pánico no es financiero sino sanitario, pero el resultado económico es similar: una preferencia infinita por lo liquidez. El desincentivo para gastar ante la precaución infinita.
34.-Los individuos, ante la inminencia de la muerte, tienen dos comportamientos: el derroche, en caso de que se decida no dejar herencia, y la liquidez, en caso que se decida dejar herencia
35.-A nivel agregado, con la economía cerrada en cuarentena, la ausencia de opciones limita el derroche, por lo que la economía como un todo tiende a la preferencia por la liquidez ante la inminencia de la muerte
36.-Además de ser un gran seguro de desempleo, el gobierno debe de convertirse en un gran notario público, que registre de manera gratuita, veraz, segura e instantánea, los testamentos de los individuos, para reducir el costo de transacción de las herencias y reducir, de manera imperfecta, la incertidumbre que pesa sobre los consumidores.

Cuarenteneconomía Para Principiantes I

Como escribimos aquí el 23 de marzo, la economía de la cuarentena funciona como en un toque de queda. Dividida en dos: una parte esencial, centrada en el frente de batalla, contra la pandemia; y la otra, la gran mayoría no esencial, acatando el encierro que dicta la autoridad para maximizar la probabilidad de vencer al virus, deteniendo los contagios. La cuarenteneconomía entonces tiene unas características peculiares. Veamos:
1.-Los trabajadores de actividades escenciales trabajan mucho más que antes, con un nivel de riesgo mucho mayor. Ante la ausencia de un mercado de seguros para estos trabajadores, es necesario aumentar sus salarios reales de manera importante.
2.-Los trabajadores no esenciales a su vez, se dividen en dos categorías: los empleados y los desempleados. 
3.-Los empleados mantienen sus ingresos y por lo tanto la duración de la cuarentena no es una variable de decisión crítica. Los desempleados han perdido sus ingresos, y la duración de la cuarentena es una restricción de vida o muerte, o en el mejor de los casos, que determina el valor de su capital humano en el mercado laboral.
4.-La población no esencial que sigue empleada requiere apoyo económico limitado, y sus necesidades son sobre todo el abasto de alimentos, y la minimización del riesgo de contagio, así como apoyo en su moral y ánimo.
5.-La población no esencial desempleada es la variable económica crítica porque puede dificultar la estrategia sanitaria. Los trabajadores desempleados tiene incentivos muy poderosos para romper la cuarentena, lo que reanudaría la cadena de contagios. 
6.-Dada las decisiones del sector privado, orillados a preservar el capital ante la cuarentena, los desempleados sólo tienen una fuente legal de ingresos posible: el sector público. 
7.-El gobierno debe entonces de convertirse en un mecanismo de transferencia gratuita, en un gigantesco seguro de desempleo para los trabajadores despedidos, por toda la duración de la cuarentena.
8.-La población debería de estar bancarizada, lo que posibilitaría implementar la cuarentena de manera eficiente.
9.-De no estar completamente bancarizada, una solución subóptima para apoyar a los trabajadores desempleados es mediante apoyos en especie: despensas
10.-Casi seguramente, dado que la cuarentena no estaba presupuestada de origen, es necesario aumentar el gasto en el monto necesario para armar y equipar a la población escencial, para dar seguro de desempleo a los trabajadores no esenciales despedidos, y para dotar, hasta que pase la pandemia, a toda la población de un seguro de vida universal
11.-Si el país no cuenta con fondos previos para contingencias epidemiológicas, eso no debe de ser obstáculo para elevar el gasto en el monto que sea necesario para atender a las víctimas de la pandemia, ni para mantener en casa a los no esenciales. Si no alcanza el presupuesto original, que se contrate crédito adicional por el monto necesario. No se puede dejar el resultado de la pandemia a la restricción presupuestal.
12.-Recurrir al endeudamiento adicional tiene un objetivo sencillo: financiar el gasto para atacar la pandemia y mantener la cuarentena. Es deuda para mantener la vida.
13.-Y dado que la vida está siendo arrasada por la contingencia de la pandemia, es previsible que no exista una solución de mercado para contratar un seguro de vida en estas circunstancias.
14.-Todo ciudadano, esencial o no esencial, debe de contar con un seguro de vida para mitigar la recesión económica. Salir a trabajar en pandemia implica un riesgo imposible de asegurar mas que mediante un seguro público.
15.-Si no tenemos un seguro de vida, el costo de salir a trabajar mientras no haya una vacuna es 

prohibitivamente elevado. El mercado no funciona en este caso. Debemos de tener un seguro general 

para toda la población mientras no haya una vacuna