domingo, 14 de junio de 2020

Poemas Para Leer En El Starbucks: El Numeroso Desconocido, Fernando Pessoa

¿Quién fue Fernando Pessoa? Quizá ni él mismo lo supo. Las últimas líneas que escribió antes de morir, mientras convalecía en el Hospital de los Franceses en Lisboa, fueron firmados por Alexander Search y rezan: 

"No sé lo que el mañana traerá" (I not know what tomorrow will bring).

Alexander Search ("Alejandro Búsqueda", un nombre sugerente), fue tan solo uno de decenas de nombres bajo los cuales el ciudadano portugués, Fernando Pessoa, escribió una de las literaturas más sorprendentes de los tiempos modernos. Trabajando como auxiliar contable en el día, pasaba el resto de las horas, incluyendo noches insomnes, escribiendo poseído por identidades que a veces lo sobrecogían y reñían entre sí.

Pessoa, cuyo apellido portugués significa "persona", es dueño de una biografía absolutamente inofensiva: nacido en Lisboa, huérfano de padre a muy temprana edad, emigra a Sudáfrica, junto con su madre y su segundo esposo. Regresa a Lisboa a los catorce años para nunca más abandonarla. Ciudad en cuya vida literaria participó activamente, edita la revista Orfeo, y publica únicamente un libro en vida.

Pero si su vida pública fue inofensiva, su vida privada fue aburrida: nunca abandonó el círculo familiar, si bien era distante con todos. Tuvo relaciones platónicas, llenas de sensualidad reprimida y hasta vulgar con una joven lisboeta. Algunos biógrafos sugieren su homosexualidad, pero nada en sus rasgos individuales es extraordinario.

Ni su vida pública, ni su vida privada fueron de interés alguno. Pero su vida íntima fue una eclosión maravillosa de creatividad, de genio puro, de estirar los límites de la literatura mucho más allá que cualquier escritor lo había hecho antes, y me atrevo a decir incluso, que lo ha hecho hasta estos días. Ningún escritor ha logrado, quizá ni intentado, lo que hizo Fernando Pessoa. Vivir entera y absolutamente para la literatura. Para la creación. Para, y en, la imaginación verbal.

Yo conocí a Fernando Pessoa muy joven, en la secundaria, cuando compré "Versiones y Diversiones" de Octavio Paz, quien incluye en ese libro traducciones (ahora veo, con muchas deficiencias), de Pessoa y de sus principales heterónimos: Álvaro de Campos, Ricardo Reis y Alberto Caeiro.

Muchos años después, en un viaje a Brasil, compré una antología: "O Eu Profundo, e os otros eus" -"el yo profundo, y los otros yos"-, en donde conocí otros heterónimos. Mario Bojorquez me visitó en Princeton, en donde yo vivía, y en el trayecto de ida y vuelta para conocer Manhattan él leía y releía el libro.

Desde entonces leer, descubrir, releer y redescubrir a Pessoa es una constante en mi vida. Pessoa es, literalmente, inagotable. No es una hipérbole. La mayor parte de la obra de Pessoa permanece inédita, en la Biblioteca Nacional de Portugal, en donde los treinta y dos mil documentos que fueron descubiertos tras su muerte han sido digitalizados y esperan su exhumación por los expertos en su obra.

Para mi fortuna, Mario Bojorquez no únicamente comparte esta obsesión, sino que la vive con mucha mayor dedicación que yo, así que explorar la "pessoalidad de Pessoa" se ha convertido en una labor de equipo, junto con los amigos de "Círculo de Poesía", en donde la obra del portugués destaca sospechosamente.

Ayer, 13 de junio de 2020, se cumplieron 132 años de su natalicio, así que este "Poemas para leer en el Starbucks" es para ellos: Pessoa y sus amigos y amigas (si, existen mujeres entre sus heterónimos).

¿Cuál poema elegir, para esta sección de divulgación, de Pessoa o de las decenas de sus otros yos? Dejémosle la palabra a Mario Bojorquez y su traducción del que muy probablemente haya sido el último poema escrito por el portugués, fechado once días antes de su muerte:

"El poema marcado como último de Fernando Pessoa él mismo fue datado el19 de noviembre de 1935, once días antes de morir el 30 de noviembre de 1935 en el Hospital de los franceses de Lisboa, Portugal, es probable que lo haya escrito en un bar de la Baixa:


Hay peores enfermedades que las enfermedades,
Hay dolores que no duelen, ni en el alma,
Pero que son más dolorosos que los otros.
Hay soñadas angustias más reales
Que las que la vida nos trae, hay sensaciones
Sentidas sólo con imaginarlas
Que son más nuestras que la propia vida.
Hay tanta cosa que sin existir,
Existe, existe, demoradamente
Y demoradamente es nuestra y nosotros…
Por sobre el verde turbio del amplio río
Los circunflejos blancos de las gaviotas…
Por sobre el alma el bosquejar inútil
De lo que no fue, ni puede ser, y es todo.
Dame más vino, porque la vida es nada.
19-11-1935"

sábado, 13 de junio de 2020

El Fin De La Oficina, De La Escuela Y Del Microbús

Hemos aceptado en estos largos meses de cuarentena tener nuestras reuniones remotas. A dar y recibir clases de manera remota. A festejar y a beber con amigos de manera remota. Hemos visto conciertos a la distancia. La capacidad ya estaba allí, pero la sociedad y la economía no se animaban a dar el paso. La cuarentena ha significado la aceptación de la interacción remota, y eso cambiará de manera radical el perfil del empleo, y del lugar de trabajo.
Quizá la oficina como existía hasta hace tres meses sea ya una reliquia. En una economía de servicios, nos hemos dado cuenta que en muchos sectores es más productivo, eficiente y barato trabajar a distancia. La tecnología hace posible el trabajo en equipo, elimina el tiempo perdido en el traslado de la casa a la oficina, y eleva la productividad en muchos sectores en donde no es necesaria la labor física: desde el diseño y las finanzas, hasta la práctica legal y la educación, y hasta la política.
Quizá el aula como existía hasta hace tres meses sea ya una reliquia. Mientras no exista una vacuna, en países que no sean Nueva Zelanda, en donde aparentemente el virus ha sido erradicado, juntar en un aula escolar a cuarenta personas durante dos horas o más es una práctica con un alto riesgo sanitario. 
Hay que resolver muchos temas aún: la cobertura universal de internet, que todos los alumnos cuenten con computadora, que tengan un espacio para recibir la clase. Existen muchos factores por atender aún antes que la educación remota adquiera carta de naturalización. Pero empujados por esta cuarentena a rascarnos con las uñas que nos quedan, la educación a distancia nos ha hecho ver que la escuela, tal y como la conocemos, es decir, físicamente, ha quedado obsoleta.
Yo he podido potenciar mis clases en la universidad invitando a colegas expertos en temas del curso, que me hubiera sido muy complicado llevar en circunstancias normales. A pesar de las dificultades, creo que este semestre, y siempre con el riesgo de contagio afuera, ha sido uno de los más productivos para mis alumnos de la Facultad gracias a la colaboración generosa de varios amigos que con gusto se han conectado a la clase y compartido con mis alumnos su conocimiento. Regresar al aula física representará en ese sentido un retroceso.
La oficina ya no es tan necesaria como lo era. Ya existe algo mejor que el aula que conocemos. La discusión política, las tareas administrativas, la difusión de conocimiento y el entretenimiento, han sido forzadas a encontrar vías para su desempeño bajo las arduas circunstancias de la pandemia. Y a su modo, han florecido. 
En una economía de servicios, en donde incluso el comer y el beber fuera, mientras no exista una vacuna masiva, seguirán siendo actividades de riesgo importantes, muchos espacios físicos serán redefinidos. La tecnología ha revelado su potencial a una sociedad que se ha visto obligada a refugiarse en sus casas. Y haciendo de tripas, corazón, nos hemos dado cuenta de que la oficina, el aula, el restaurante, el bar, tienen sustitutos (si bien, imperfectos) adecuados con el fin de evitar el riesgo de contagio.
Mientras ciudad tras ciudad, estado tras estado, país tras país, acometen el arriesgado intento de reabrir las economías, aún a costa de un rebrote agresivo de la pandemia, aún a sabiendas de que habrá un repunte en el número de víctimas y fatalidades, muchas realidades de la vida laboral se verán modificadas, y con ellas el empleo.
Si una parte de la sociedad, tras la reapertura, continúa en casa, los aforos de transporte serán menores. Si una parte de la sociedad sigue trabajando en casa, las oficinas le quedarán demasiado grandes a las empresas, las aulas, los restaurantes y los bares, seguirán demasiado vacíos, los estadios muy silenciosos, los conciertos apagados, los centros comerciales desangelados.
Y con la capacidad física instalada sub-ocupada, todo el empleo asociado a la misma, en términos de operación y mantenimiento, tendrá entonces un regreso recortado. No necesitaremos el mismo número de choferes de microbuses, de meseros, de recepcionistas e intendentes. Por poner algunos ejemplos. Cuando las economías regresen, el empelo regresará, pero muchos pasos por detrás, y rengueando.

miércoles, 3 de junio de 2020

El Petróleo: ¿Resucitado, O Un Mercado Zombie?

La mejor prueba de que los mercados no se ajustan solos, como muchos lo creen, es el mercado petrolero. Después de que en abril vimos la increíble fotografía de que el barril de petróleo del WTI registró precios negativos, en mayo los precios del petróleo tuvieron el mejor mes de su historia, subiendo casi 90%. La confluencia de un recorte extremadamente severo por parte de los mayores exportadores, junto con una moderada reactivación de la demanda, y un exceso de liquidez financiera, han provocado un vuelco en la situación del mercado petróleo.
El barril del petróleo pasó de ser un muerto bajo tierra, hundido en precios negativos, a tener el mejor mes de su historia, en muy pocos días. Una rápida revisión de las causas, nos ayudarán a comprender el por qué de ese cambio tan espectacular en la suerte del mercado energético.
El factor más importante fue el acuerdo logrado entre los principales productores y exportadores de crudo para reducir la impresionante marca de 12 millones de barriles de petróleo al día, reduciendo la oferta global a 88 millones de petróleo al día, el menor nivel de los últimos nueve años.
El segundo factor en importancia fueron las aperturas graduales de las principales economías del mundo: desde los Estados Unidos, en donde los estados más ricos, como California, Texas, y Nueva York, han iniciado un arriesgado pero gradual retorno a la normalidad económica, lo que se ha traducido en una moderada recuperación de la demanda de combustible en esos mercados.
Junto con Estados Unidos, los países más ricos de Europa, Japón, Corea y China, han reabierto parcial y gradualmente sus economías, lo que ha provocado una regularización tenue de la demanda, pero que ha sido suficiente para apoyar un repunte récord de 88.38 por ciento en el precio del WTI en mayo, y una continuación de ese pasmoso rally en las primeras jornadas de junio.
Pero quizá el ingrediente adicional al balance de oferta y demanda sea la extraordinaria inyección de liquidez de la FED y los mayores bancos centrales del mundo, y una expansión sin parangón en el gasto público de las economías más ricas. Este exceso de liquidez tiene que invertirse en algo: y se está invirtiendo en los mercados de acciones, propulsando un rally frenético en las bolsas; se está invirtiendo en activos de mercados emergentes, causando un alza descomunal en sus monedas, especialmente en la más líquida de entre ellas, el peso mexicano; se está invirtiendo en bonos de todo el mundo, causando una baja en las tasas; y se está invirtiendo también, por supuesto, en petróleo.
Si bien los precios petroleros han subido de manera espectacular, aún se encuentran lejos de los niveles suficientes para que actores como el shale oil, los productores de países emergentes con problemas de balances fiscales, y las grandes petroleras, regresen a sus niveles de factibilidad, equilibrio fiscal y de rentabilidad suficientes para ser viables en el largo plazo.
Más aún, es posible que esta espectacular alza en los precios sea más un producto artificial resultante de la inyección de liquidez, más que producido por el equilibrio fundamental entre oferta y demanda, y por lo tanto, si dicha liquidez extrema se altera, volvamos a ver un despeñadero del mercado. Es posible entonces que el precio del petróleo, como los mercados, en realidad estén muertos, pero que se estén moviendo sólo por la liquidez extraordinaria. Como un zombie, que es en realidad un cadáver que se mueve por una energía externa que anima su cuerpo ya muerto.
Pero revivido de verdad o zombie, lo cierto es que los precios continúan inflándose, y los mercados de futuros pronostican que los precios en el mediano plazo seguirán firmes, en alrededor de 37 dólares de aquí a diciembre, e incluso remontando a 38.60 de aquí a un año.
La presión por reabrir las economías a pesar del riesgo de la pandemia ha obligado a los gobiernos a lentamente tratar de regresar a la normalidad, y eso ha sido suficiente para sacar al muerto de la tumba en la que se encontraba. Por allí anda el barril e petróleo, caminando como un zombie ayudado por la liquidez. Veremos si sostiene su renacimiento, o si regresa a la paz de los sepulcros.