domingo, 29 de noviembre de 2020

La Triste Historia de La Vacuna Y El Neoliberalismo

México llegó a ser una potencia en la producción de vacunas. Hace unas décadas nuestro país contaba con una infraestructura para manufacturar y distribuirlas de primer orden. Pero la visión del Estado mexicano cambió: juzgaron quienes lo dirigían que el sector privado era mejor para llevar a cabo esas tareas que el sector público. El colofón está de más: la pandemia ha mostrado lo importante que la investigación y la producción en materia de salud es para la soberanía de cualquier nación. La salud es una cuestión de Estado inclaudicable.

Y la salud inicia desde la investigación biomédica básica. La carrera por la vacuna contra el covid muestra que aquellos países con tradición en la investigación biológica: el Reino Unido (Oxford), Francia (el Instituto Pasteur), Alemania y Rusia, largan adelante del resto de los países junto con Estados Unidos, quien ha dedicado miles de millones de dólares para subvencionar a farmacéuticas privadas (el proyecto warp speed) y China, en donde la frontera entre la empresa privada y el partido comunista es borrosa.

Pero la constante es inequívoca: ya sea el modelo europeo de fuerte tradición universitaria y de institutos de investigación asociadas con empresas privadas; el modelo estadounidense de subvenciones a las grandes farmacéuticas; o el modelo chino de vinculación orgánica con las empresas, el gobierno e incluso el ejército, el rasgo común es el acento en la investigación básica como un factor de seguridad nacional en el contexto de una crisis pandémica global.

Al neoliberalismo le han colgado muchas calamidades, incluso algunas que no le corresponden, pero en las economías emergentes como México, el desmantelamiento del sector de investigación médica básica bajo la concepción de que las finanzas públicas debían de enfocar el gasto de manera más eficiente, dejó a decenas de países en condiciones de vulnerabilidad y dependencia que en condiciones críticas como la actual pandemia son palpables y que es conveniente no repetir.

El esquema neoliberal dejó para los países emergentes un rol de manufacturero de bienes y servicios estándares, reservando el diseño y la producción de los productos estratégicos en los países centrales. Desde los semiconductores, a las medicinas, pasando por el armamento y la inteligencia artificial, el modelo es el mismo.

El argumento del equilibrio fiscal, y el hecho de que, efectivamente, estar en la frontera de la investigación básica requiere enormes recursos, la investigación y producción de ciencia básica y sus resultados fue desmantelado en los países emergentes en las últimas décadas. México es el ejemplo que nos queda más cerca desde luego, pero Argentina y Brasil, los países del sureste asiático e incluso naciones africanas, tenían una tradición sólida de infraestructura médica básica.

El problema de medir el gasto público conforme al impacto de corto plazo es que aquellos sectores como la investigación básica suelen salir muy mal parados. Solo cuando sobrevienen eventos como una pandemia queda de manifiesta la enorme importancia de contar con instituciones, personal, capacidades y prácticas que sean capaces de generar, implementar y aplicar las vacunas que necesitaremos en los meses próximos.

Uno de los argumentos más crueles y derogatorios de la visión neoliberal fue que era ilusorio que los modestos esfuerzos de los países emergentes para desarrollar vacunas y soluciones básicas en salud era fútiles ante los colosales recursos de las grandes farmacéuticas.

Tal argumento es una falacia, pues como toda falacia, parte de una premisa incorrecta. La investigación biomédica básica (y en semillas, y en ingeniería, y en tecnología, etc) en países como México no tiene como objetivo ganarle a Pfizer o a Astra Zeneca, sino el de insertar a estos países en la compleja cadena de valor de la industria farmacéutica global en donde ni siquiera la gran potencia estadounidense puede hacer todo.

Como en la industria automotriz, en la farmacéutica la producción de las vacunas contra el covid es una complejísima concatenación de capacidades, investigación, manufactura y distribución que requiere el concurso de múltiples actores en todo el mundo.

Así como México supo acoplarse de manera estelar a la cadena de valor en la industria automotriz, el desmantelamiento de las capacidades en la producción de vacunas que una vez tuvimos como país han hecho que países como el nuestro estén jugando en este momento crítico, una función marginal.

domingo, 22 de noviembre de 2020

La Economía Mexicana Se Topa Con El Semáforo

La economía mexicana se encuentra en plena recuperación. El último lote de datos que ilustra la situación a septiembre muestra aún tasas negativas respecto del año pasado, y sin embargo, las caídas son cada vez menores. Pero octubre traerá sorpresas, pues los datos serán sensiblemente mejores a lo que los mercados esperan, y noviembre quizá traiga también buenas noticias. La marcha del motor económico trae empuje, pero como está ocurriendo en todo el mundo, dependeremos del color del semáforo epidemiológico.

Es en este punto, en donde la economía está agarrando velocidad, y la recuperación se afianza, cuando nos damos cuenta que en situaciones de pandemia, la dicotomía entre política sanitaria y política económica, es falsa. 

En matemáticas una identidad funciona en ambos sentidos, dos cosas son iguales de ida y de vuelta. En medio de una pandemia, la política sanitaria ES la política económica. Para que la recuperación económica sea sostenible, es necesario primero tener dominado los contagios. Y al revés: reabrir la economía e impulsar la recuperación, sin haber domado la pandemia, disparará nuevas olas de contagios.

No debe sorprendernos en México que los contagios estén subiendo, y que en un número creciente de Estados el amarillo o el naranja se estén tiñendo de rojos: es el resultado de la reactivación económica. Mientras no haya cura, no es posible reactivar sin contagiar, así como no es posible meternos a la cuarentena sin meternos a la recesión. La pandemia implica que no tenemos opción, la economía y la salud pública no son intercambiables, son una y la misma cosa.

Los datos son contundentes: la economía mexicana, empujada por la manufactura y los servicios, mostrará cuando salgan, datos mejores a los esperados por el consenso del mercado en octubre y noviembre. Paralelamente, el ritmo de los contagios se ha acelerado, y con el rezago inherente al diagnóstico, en la tercera semana de noviembre los semáforos estatales están ya enrojeciendo.

Lo que ocurre en México ha ocurrido ya en Europa, y han tenido que enclaustrarse de nuevo. Está ocurriendo en Estados Unidos, en donde la insana priorización de los negocios se ha traducido en números récord de contagios y muertes. No es algo particular de nuestro país o economía, es un resultado lógico de tratar de mantener la economía funcionando en medio de una pandemia: el costo son infecciones, entubados y muertes.

En circunstancias normales los científicos sociales gustan hablar de una “elección social”. Por ejemplo, una sociedad puede escoger tener altos impuestos a cambio de una red de beneficios sociales generales y amplios; o puede escoger bajos impuestos y que la salud y las pensiones recaigan sobre las estrategias y los esfuerzos de los ciudadanos individuales. Una sociedad puede elegir entre más o menos intervención estatal. Entre prohibir o permitir el uso de la mariguana. Entre proscribir o admitir el aborto o los matrimonios entre personas del mismo sexo.

La “elección social” es posible cuando dicha elección es entre opciones que son controladas por la sociedad, cuando la posibilidad de castigar o permitir depende de los individuos sociales. Pero cuando el castigo por no observar las reglas es microbiológico, la elección social es imposible.

Si es posible elegir entre usar y no el cubrebocas. Es posible engañarse pensando que dicha opción existe y es de naturaleza social. Es posible elegir cuidarse o no en una pandemia. El problema es que en todos los dilemas que implican la elección social, los beneficiarios y los perjudicados son el mismo que decide. En la pandemia no.

Si, es posible elegir no cuidarse, y elegir la recuperación económica por sobre la salud pública. Pero el costo inevitable recaerá sobre los híper saturados trabajadores de hospitales y salas de emergencia que llevan un año entubando víctimas de la pandemia, e incluso si alguien elige que eso no le importa y está dispuesto a ser entubado, su elección implicará saturar hospitales, obligando a la autoridad a declarar de nuevo el enclaustramiento.

Las decisiones económicas no son nunca sencillas. Siempre tenemos que elegir entre costos y beneficios. En medio de una pandemia dichas decisiones son harto más difíciles. O sencillas depende como se vea. Pero los costos son ilimitadamente más grandes.

domingo, 15 de noviembre de 2020

La Economía De Mentiritas Llegó Para Quedarse

La economía global es de mentiritas, está sostenida artificialmente por la inyección de gasto deficitario mediante el crecimiento de la deuda pública, y mediante la inyección de dinero creado artificialmente por los bancos centrales para proveer de liquidez a los bancos y directamente a las empresas. Tal explosión de deuda y liquidez ha sido la política correcta, de lo contrario la economía habría colapsado peor de lo que sufrimos. Pero la pregunta ahora es: ¿esta nueva economía dopada es la nueva regla? ¿o podrán los gobiernos y los bancos centrales retirar en el futuro la liquidez y pagar las deudas sin que las economías se colapsen ante la ausencia de los estímulos fiscal y monetario?

Existe un escenario en donde los actuales niveles de gasto deficitario y creación de liquidez artificial se convierten en rasgos permanentes de la economía. De hecho, la respuesta de la economía global a la pandemia replicó y radicalizó la respuesta previa en la crisis de 2008-2009: gasto deficitario masivo de los gobiernos, e inyección de dinero de los bancos centrales. Con una diferencia: en 2008-2009 los estímulos fueron selectivos, concentrados, hoy son generales.

Quizá tengamos que vivir un tiempo considerable con los ciudadanos dependiendo de un cheque periódico del gobierno, elevando los déficits consistentemente. Quizá las empresas y los bancos tengan que depender del financiamiento de los bancos centrales para subsistir, operar y prosperar durante un tiempo prolongado, incluso luego que la pandemia se haya resuelto lo suficiente.

Un argumento que apoya la posibilidad del escenario anterior es lo que ocurrió en 2017-2018. Tras un par de años en que los bancos centrales y los gobiernos, muy lenta y gradualmente, intentaron normalizar la intervención del gasto público y de los bancos centrales, retirando poco a poco los estímulos fiscal, pero sobre todo el monetario, incrementando las tasas de interés a un ritmo de goteo, la economía no pudo resistirlo, y todas las cifras muestran que a finales del 2018 la actividad se encontraba de nuevo tan frágil que tuvieron que revertirse las alzas en las tasas y comenzar a bajarlas rápido de nuevo.

Los datos más recientes muestran que el primer trimestre de 2020, antes de que el mundo se pusiera en cuarentena por la pandemia, las economías ya estaban entrando a, o muy cerca de, una nueva recesión, la cual fue profundizada y potenciada por la emergencia sanitaria. Es decir, la economía no pudo resistir que se le retirara, así fuera por goteo y delicadamente, el enorme estímulo monetario de 2008-2009, concentrado sobre todo en el sector bancario.

Si eso ocurrió entonces, es probable que este estímulo, que además de monetario tuvo una gigantesca expansión de los déficits fiscales, sea muy difícil de retirar sin causar una repetida contracción económica. Como ocurrió en 2018-2019.

John M Keynes y Milton Friedman, epitomizaron las antípodas de las visiones de política económica: la primera sugiriendo una intervención activa del gasto público, la segunda limitando el Estado al mínimo posible. Si ambos economistas revivieran no creerían lo que ven sus ojos: ni en sus sueños más fantásticos Keynes habría imaginado la escala y la variedad de la intervención del gobierno en la economía moderna. Va un dato. Uno tan solo: la Reserva Federal de los Estados Unidos es el inversionista más grande en los mercados de capitales. No existe otro inversionista que se le compare.

Los activos comprados por la Fed se han disparado, no solo en monto, sino en variedad, pues antes se limitaban a bonos del gobierno, y ahora incluyen hasta bonos para financiar centros comerciales, a Wal Mart, a Apple, a cualquier tipo de empresas. Keynes no lo creería.

Sanitariamente, económicamente, regresar a la normalidad no será fácil. La inmunidad social ante el covid será difícil de lograr, así como difícil será regresar a los niveles de empleo e ingresos que existía antes de que la pandemia cambiara nuestras vidas.

Pero más difícil será regresar a la normalidad financiera. Los trabajadores ya cuentan con un ingreso periódico de subvenciones del gobierno, las empresas cuentan con que cuando necesiten dinero, la Fed les prestará directamente, sin pasar por los bancos.

Y así, cada vez que la Fed quiera dejar de comprar bonos de Toyota, de AT&T, de Microsoft y de Volkswagen, los mercados de crédito temblarán, aumentando el riesgo de que la contracción económica regrese, a pesar de que no haya (porque algún día ya no habrá), pandemia covid.

  





domingo, 8 de noviembre de 2020

Joe Biden, La Economía Y La República de Weimar

Joe Biden gobernará la economía más grande del mundo (si no hay uma desagradable sorpresa), en medio de la peor recesión económica desde el fin de la segunda guerra mundial. Lo hará montado en una coalición de voto conformada por mujeres, minorías, y personas mayores que lograron vencer el intento de la extrema derecha estadounidense de retener el poder otros cuatro años. La economía será su riesgo más importante, pues de fallar, como le ocurrió a la República de Weimar, la ultraderecha podría regresar aún más fortalecida de lo que está, y podría imponerse.

Biden ganó con un margen amplísimo en el voto popular, cerca de cinco millones, contra Trump y su coalición de extrema derecha. Fue un rechazo masivo contra Trump y sus aliados de retórica y práctica fascista. Pero junto a ese rechazo masivo hubo también un apoyo masivo para la opción de derecha: cerca de 71 millones de estadounidenses apoyan a Trump.

El rechazo a Trump tuvo dos fuentes: la política y la económica. Una parte importante de quienes lo rechazaron lo hicieron porque abjuran del discurso y la práctica política del impresentable millonario. Pero otros lo rechazaron porque el pésimo manejo de la crisis sanitaria resultante de la pandemia covid, se tradujo en la peor crisis económica de los últimos noventa años en los Estados Unidos.

La mezcla de oposición ideológica más un rechazo a los resultados de su gobierno significa que si Biden no logra resultados que mejoren la situación económica de millones de estadounidenses que están o contagiados por el virus, o en el desempleo, Trump y su coalición podrían regresar en 2024, con más fuerza aún.

El votante más liberal y de izquierda estadounidense (y los demócratas deben de mantener esa coalición suya unica, lo cual no es una garantía) no votará por Trump y su coalición, pero aquellos votantes que castigaron al republicano debido a sus resultados, podrían volver a votar por él o el candidato que el le imponga a su (así, en posesivo) partido en el 2024, legitimando la agenda de la extrema derecha con una nueva victoria electoral.

Recordemos a la República de Weimar. Luego del derrumbe del imperio prusiano tras su derrota en la primera guerra mundial, Alemania fue dirigida por una coalición de liberales, socialistas, comunistas en medio de una revuelta popular en contra del régimen imperial. Las condiciones económicas impuestas por los aliados en Versalles, junto con las disputas internas de la coalición del gobierno, deterioraron la situación económica de los alemanes aún más, causando hiperinflación e híper desempleo, causando el descontento que fue aprovechado por Hitler y el Nazismo para capturar el poder en el país.

Es siempre muy peligroso pensar que la historia se repite, pues cada momento es único. Pero hoy como en Weimar, la economía global y de los Estados Unidos se encuentra en condiciones de extrema debilidad. Hoy como en Weimar una coalición liberal y de izquierda han derrotado con el apoyo popular a un gobierno de extrema derecha que ha llevado al país y a la economía a un escenario fatal.

Biden debe entonces mostrar resultados inmediatos en dos frentes: el combate a la pandemia, y luego la reactivación económica y del empleo. Y debe de hacerlo antes de las elecciones intermedias de 2022, o arriesgarse a que los republicanos les arrebaten el congreso y le hagan la vida imposible.

Más aún, Biden debe de lograr ambos objetivos al tiempo que mantiene unida su compleja coalición política que le permitió derrotar a Trump y a su populismo de extrema derecha. Deberá de organizar a la izquierda de Alejandra Ocasio Cortéz, y a los republicanos moderados de The Lincoln Project que lo apoyaron, al tiempo que acaba con la pandemia y revive el empleo y la economía.

De no cumplir lo anterior, Biden corre el riesgo de que el muy efectivo discurso populista para hombres blancos que vocifera Trump, regrese con más fuerza aún. Trump aportó un conjunto de votantes nuevos al partido republicano: la extrema derecha racista, armada y violenta que no votaba porque veía a los republicanos como una organización de izquierda. Logró convencer a latinos sensibles al fantasma del socialismo. Logró meter ak ruedo republicano a la más extrema derecha que nunca cupo en el partido de los Bush o de los Romney.

Trump ha salvado al partido republicano radicalizándolo hacia la derecha. Si Biden falla en expandir aún más y sin miedo el gasto público para reactivar la economía y el empleo, y no logra contener las fuerzas centrífugas de su coalición política, Trump y la ultraderecha podrán regresar en 2024 por el cascajo que deje esta nueva República de Weimar.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Poemas Para Beber En El Starbucks: Villaurrutia Decimal Pide Halloween y No le Dan

 Xavier Villaurrutia fue un exquisito. En su voz, y en su personalidad, en su escritura, nada está fuera de lugar. Todo era limpieza y perfección formal. Su poesía y su vida fueron armónicos: un dandy delicado, una poesía prístina.

Quizá por lo delicado de la forma, Villaurrutia escogió brillar con uno de los temas más complicados: la muerte.

Los poemas compilados en el libro  "Nostalgia de la Muerte" son quizá sus mejores. Fiel al espíritu romántico, en donde la muerte es una presencia terca, Villaurrutia supo tomar esa tradición vanguardista e incorporarla en esa otra tradición mexicana: el ritual de los muertos y su celebración.

Xavier Villaurrutia tuvo una vida breve, murió justo el día de navidad de 1950, en su casa de la calle de Puebla, en la colonia Roma de la Ciudad de México, con tan sólo 44 años, aparentemente de un padecimiento cardiaco.

En estos días en que la muerte nos acosa y nos abruma, en que nos puede matar un estornudo, y podemos matar con nuestro aliento, la redundancia de celebrar el día de muertos y las fiestas necrófagas de finales de octubre y principios de noviembre, leer a Villaurrutia puede ayudarnos a respirar. (¡¡Presagiando el covid, Villaurrutia escribía "es casi inevitable/ me dejas sólo el temor/de hallar hasta en el sabor/la presencia del vacío.."!!).

Cuando México empezó a abrir su economía al mundo, allá en los finales de los años setenta del siglo pasado, el establishment político y cultural sonó la alarma diciendo que perderíamos nuestras costumbres milenarias, especialmente vulnerables ante el avasallamiento de la cultura gringa.

Recuerdo bien la polémica respecto de la celebración del Halloween. Cuando los niños de entonces comenzaron a pedir dulces disfrazados de monstruos, la alarma de que el Halloween enterraría a nuestros Día de Muertos sonaba por todos lados.

Cuarenta años después el resultado es impresionante. El Halloween ha sido completamente absorbido por el Día de Muertos, y esta fiesta mexicana se ha exportado a todo el mundo, convirtiendo al Halloween en un mero apéndice de la poderosa tradición mesoamericana que cada día se celebra en más países.

Así la poesía de Villaurrutia, setenta años después de su muerte, sigue viva. Tan viva como su tema central: la muerte.

De entre los muchos poemas de Villaurrutia dedicados al tema, sin duda vale la pena destacar en esta ocasión esta joya: "Décima Muerte".

El juego de palabras, que Villaurrutia disfrutaba, es sutil: Décima muerte: décimas sobre la muerte, morir diez veces, una en cada una de las diez décimas que conforman el poema. Décimas de diez versos, que conforman cien líneas exquisitas, delicadamente puestas una encima de la otra, una junto a la otra, armando uno de los poemas más delicados y magistrales de la poesía mexicana, y del castellano, del siglo pasado.

Lean esto para que vean:

Décima muerte

I

¡Qué prueba de la existencia
habrá mayor que la suerte
de estar viviendo sin verte
y muriendo en tu presencia!
Esta lúcida conciencia
de amar a lo nunca visto
y de esperar lo imprevisto;
este caer sin llegar
es la angustia de pensar
que puesto que muero existo.


II


Si en todas partes estás,
en el agua y en la tierra,
en el aire que me encierra
y en el incendio voraz;
y si a todas partes vas
conmigo en el pensamiento,
en el soplo de mi aliento
y en mi sangre confundida
¿no serás, Muerte, en mi vida,
agua, fuego, polvo y viento?

III

Si tienes manos, que sean
de un tacto sutil y blando
apenas sensible cuando
anestesiado me crean;
y que tus ojos me vean
sin mirarme, de tal suerte
que nada me desconcierte
ni tu vista ni tu roce,
para no sentir un goce
ni un dolor contigo, Muerte.

IV

Por caminos ignorados,
por hendiduras secretas,
por las misteriosas vetas
de troncos recién cortados
te ven mis ojos cerrados
entrar en mi alcoba oscura
a convertir mi envoltura
opaca, febril, cambiante,
luminosa, eterna y pura,
en materia de diamante.

V

No duermo para que al verte
llegar lenta y apagada,
para que al oír pausada
tu voz que silencios vierte,
para que al tocar la nada
que envuelve tu cuerpo yerto,
para que a tu olor desierto
pueda, sin sombra de sueño,
saber quede ti me adueño,
sentir que muero despierto.

VI


La aguja del instantero
recorrerá su cuadrante,
todo cabrá en un instante
del espacio verdadero
que, ancho, profundo y señero,
será clásico a tu paso
de modo que el tiempo cierto
prolongará nuestro abrazo
y será posible acaso,
vivir después de haber muerto.

VII

En el roce, en el contacto,
en la inefable delicia
de la suprema caricia
que desemboca en el acto,
hay el misterioso pacto
del espasmo delirante
en que un cielo alucinante
y un infierno de agonía
se funden cuando eres mía
y soy tuyo en un instante.

VIII


Hasta en la ausencia estás viva:
porque te encuentro en el hueco
de una forma y en el eco
de una nota fugitiva;
porque en mi propia saliva
fundes tu sabor sombrío,
y a cambio de lo que es mío
me dejas sólo el temor
de hallar hasta en el sabor
la presencia del vacío.

IX


Si te llevo en mí prendida
y te acaricio y escondo;
si te alimento en el fondo
de mi más secreta herida;
si mi muerte te da vida
y goce mi frenesí
¡qué será, Muerte, de ti
cuando al salir yo del mundo,
deshecho el nudo profundo,
tengas que salir de mí?

X

En vano amenazas, Muerte,
cerrar la boca a mi herida
y poner fin a mi vida
con una palabra inerte.
¡Qué puedo pensar al verte,
si en mi angustia verdadera
tuve que violar la espera;
si en vista de tu tardanza
para llenar mi esperanza
no hay hora en que yo no muera!