domingo, 29 de agosto de 2021

Wall Street, La Fed, Y La Magia Del Dinero Gratis

Algunos pensábamos que este mundo raro, de extrema liquidez y mercados perpetuamente al alza era perfectamente posible siempre y cuando se cumpliera un requisito: que no repuntara la inflación. Temíamos que ,si la inflación regresaba, la Fed tendría por fuerza que retirar liquidez y subir tasas de manera abrupta y eso tropezaría a Wall Street. Pasó ya lo primero, pero la Fed está decidida a que no pase lo segundo. Primero tolerar más inflación e incumplir su mandato que tirar los mercados. Powell no quiere pasar a la historia como el que mató el auge bursátil, prefiera ser recordado como el jefe de la Fed al que se le fue la inflación de las manos. 

Cuando tengas un día malo, llámale a la Fed: hay pocas cosas que no se curan con dinero gratis. Así parecen haber reaccionado los mercados el viernes pasado, luego de que Jerome Powell, el jefe de la Fed, dictaminó que, si bien la retirada de la voluptuosa liquidez inyectada durante la pandemia, comenzaría este año, eso no significaba que las tasas de interés comenzarían a subir. Desde el peso mexicano, y las divisas de países emergentes, hasta las materias primas, los bonos de baja categoría, en fin todo, todo subió de precio celebrando la promesa de la prolongación del dinero gratis.

Los padres conocen este efecto: si le dan a sus hijos dinero gratis, sin que les cueste, es probable que induzcan en ellos comportamientos licenciosos e irresponsables. La sabiduría popular afirma que “al que quiera azul celeste, que le cueste”. Si el dinero no cuesta, es probable que se use en bienes, servicios y activos cuyo retorno sea incierto, y por lo tanto, infle los precios de los mismos más allá de niveles lógicos. 

Para evitar una hecatombe económica como resultado del confinamiento de la pandemia, los bancos centrales, especialmente la Fed, irrigaron de liquidez no solo el sistema financiero, sino que encontraron la forma de que dicha liquidez alcanzara sectores que no caen normalmente bajo su égida, como el inmobiliario y el industrial.

La receta funcionó y los Estados Unidos sufrieron en marzo-abril del 2020 la recesión más violenta pero más breve de su historia, estrictamente de dos meses de duración, aunque esos dos meses abarcaron dos trimestres y por ello calificó como una recesión.

Gracias a la conjunción de políticas monetaria y fiscal expansivas, la economía así de rápido como entró, salió de la recesión, y las familias, empresas, bancos e inversionistas, cargados de liquidez, y con la economía cerrada, tuvieron pocas opciones para colocar sus carretadas de dinero, así que los activos financieros: títulos de deuda, acciones, y otros valores, se beneficiaron de la torrencial liquidez.

La Fed, la economía y los mercados se encuentran en un lugar familiar: en una encrucijada en donde Wall Street chantajea con derrumbarse si la liquidez se retira, pues si se derrumban los mercados, los bancos centrales se verán forzados a reinyectar o aumentar la liquidez, ante el temor de que un derrumbe bursátil provoque recesión y desempleo.

Es este pavor a que los mercados se desplomen ante la retirada de la liquidez y el alza de tasas lo que obliga a la Fed y los mayores bancos centrales a no subir sus tasas de interés a pesar de que las tasas de inflación al consumidor y al productor marcan repetidamente máximos multi-décadas o récords históricos en Estados Unidos y otros países.

Uno de los dos objetivos de la Fed es mantener baja la inflación, el cual está incumpliendo flagrantemente pues debe cuidar su segundo objetivo, incentivar el mayor crecimiento posible. Entre el gato y el garabato los mercados aprovechan y chantajean a la Fed: amenazan al crecimiento si les suban las tasas para combatir la inflación.

Por ello los marcados celebraron marcan su máximo histórico 53 en lo que va del año. La marca es increíble, casi en uno de cada tres días de este año los mercados en Wall Street marcan un nuevo récord. Algo que debía de ser, por definición, extraordinario: un máximo histórico, ocurre con aburrida frecuencia. No importa qué tan caro esté el mercado, su alza es imparable, alimentado por caudales de dinero gratis.

Tal exceso de liquidez, con diversos grados de intensidad y volumen, ha sido la norma del capitalismo global desde que Alan Greenspan respondió al desfonde de la burbuja de las punto com en el año 2000. Desde entonces los mercados le han tomado la medida la Fed, y en diversos episodios, y de distintos modos, la han orillado no únicamente a bajar las tasas a cero por ciento, sino a suministrar liquidez más que suficiente al sistema, disparando una atrofia en los precios de bonos acciones que ha dejado inversionistas felices, banqueros ricos, y funcionarios llenos de prestigio loados por salvar el mundo con el mágico dinero gratis.

domingo, 22 de agosto de 2021

Con Las Reservas Y DEGs, Efectivamente, Si Se Puede

La propuesta del Presidente de utilizar los derechos especiales de giro (DEGs) acreditados a México por parte del FMI para refinanciar pasivos públicos es una buena idea, y es perfectamente operable. La discusión alrededor del tema es muy valiosa, pues ayuda a que esa zona gris de la cosa pública que es la política monetaria sea ventilada en la plaza común. La propuesta del Secretario de Hacienda es práctica y ventajosa, y su concreción deberá de aligerar entre los comentaristas la percepción de que el Banco de México es una Santa Sede que no debe de aventurarse en operaciones heterodoxas, pero perfectamente conformes con las reglas y prácticas del mercado.

Las sociedades modernas han decidido que un poder muy importante no sea decidido por el voto de sus ciudadanos: el de emitir moneda. La experiencia acabó orillando a un modelo en donde el poder para gestionar el dinero de una sociedad sea concentrado en un grupo muy reducido de profesionales cuyo poder no es derivado del voto directo de los ciudadanos. Tal es el fundamento sobre el cual descansan los bancos centrales modernos: dado que la opción a su independencia plena ha demostrado ser el caos económico, las sociedades modernas han aceptado ceder esas amplias facultades públicas a un grupo de servidores públicos no electos por el voto.

Es normal que, dado sus orígenes, los bancos centrales sean por naturaleza conservadores. Fueron creados para reparar los excesos del poder político sobre la economía. Por ello en sus inicios, los bancos centrales pecaron de conservadores en momentos claves, como la crisis de 1929, y en la recesión de 1973.

Pero de manera repetida, del año 2000 al día de hoy, el bancos central más importante del mundo, la Fed, ha estirado la liga en términos de lo que la política monetaria puede hacer, y en particular, durante la debacle del primer trimestre de 2020 disparado por la pandemia, la Fed ha implementado políticas para las cuales el adjetivo heterodoxas, apenas empiezan a describirlas: desquiciadas podría ser un adjetivo apropiado. Con tal de inyectar liquidez en la economía la Fed ha comprado activos que incluso para un especulador podrían ser calificados de riesgosos.

En este contexto, en donde los bancos centrales del mundo se han soltado el pelo, nuestro Banxico se ha mantenido como un farallón de estabilidad y políticas monetarias prudentes. Lo ha hecho bien. Pero la propuesta presidencial de usar los DGEs como un manejo de pasivos es una operación sencilla, que en nada conculca la prudencia monetaria.

El argumento más prudente contra la operación es que la ley prohíbe al Banxico financiar los déficits del gobierno federal. Concediendo el argumento, hasta donde entiendo la propuesta es una sustitución de pasivos existentes, no de financiamiento del déficit. El déficit es un flujo. Los pasivos son un acervo. Si la operación se atiene estrictamente a sustituir un pasivo que cuesta cuatro por ciento, por un pasivo que cuesta uno por ciento, en ningún momento se está financiando el déficit público, el cual es un resultado del ejercicio y no forma parte del balance. La propuesta del Secretario se atiene enteramente a lo establecido en Ley.

Si se ejecuta la operación, la SHCP a través de la Tesofe emitirá obligaciones que el Banxico adquirirá, a cambio de los DEGs. Los DEGs a su vez serán usados para recomprar en el mercado bonos mexicanos en dólares que actualmente tienen tasas de rendimiento superiores a los del bono emitido por SHCP.

La operación es compleja, tiene muchos pasos e implica una serie de ejecuciones y registros contables en varias áreas de SHCP y Banxico, y necesita la contratación de bancos internacionales para procesar con orden el refinanciamiento de pasivos en los mercados.

Pero al final de la operación, el Banxico acabaría dentro de sus activos con algo que hasta el momento nunca ha tenido: bonos del gobierno federal. Ustedes revisen el estado de cuenta semanal del Banxico publicado todos los jueves: nuestro banco central no compra bonos del gobierno nunca. Como lo dicta la ortodoxia.

Pero si la Procuraduría Fiscal, la Consejería Jurídica y el equipo legal de Banxico piensan que la operación podría categorizarse como financiamiento del déficit (que no es el caso), la operación aún podría ejecutarse, si bien habría que cuidar que los DGEs no entraran inicialmente en el balance de Hacienda. Aquí podría intervenir la banca de desarrollo, pero si tampoco eso transita con los abogados, aún queda una solución, irónica o justa depende cómo se lo vea: el IPAB, el cual fue diseñado para no consolidar dentro del balance público, lo cual, en circunstancias como esta, podría ser una ventaja. Así son los caminos de la vida.

domingo, 15 de agosto de 2021

¿Cuánto Carbono Le Voy A Secuestrar, Marchanta?

El modelo mediante el cual el crecimiento económico se da a costa del equilibrio natural del planeta ya no es factible. Como lo reseña el más reciente reporte del Panel Intergubernamental (el IPCC) de la ONU, quizá sea ya demasiado tarde para evitar un desequilibrio material en la naturaleza, particularmente respecto de la temperatura de la Tierra, con efectos económicos incalculables, y que sólo pueden ser solventados por el conjunto de las naciones. ¿Pueden los mercados financieros, los bancos centrales, los gobiernos y las empresas, hacer algo en el corto plazo para empezar a revertir el imparable calentamiento global?

En términos económicos el calentamiento global es difícil de resolver porque todos son responsables, pero nadie es culpable. El calentamiento surge de nuestra acción económica colectiva como hommo economicus, pero no es posible asignar la carga de la prueba del problema a alguien (empresa, país o individuo) en particular. La división entre naciones dificulta enormemente el intentar resolver un problema común, pues todos los países contribuyen al problema, pero ninguno quiere cargar con el costo de la solución.

El calentamiento global solo puede resolverse de manera global, no admite soluciones nacionales ni parciales, y lo único ante los cuales todos los agentes económicos de cualquier lugar del mundo reaccionan de la misma forma, es al dinero, al incentivo de maximizar sus ingresos. ¿Es posible usar ese poderoso incentivo para apagar la hoguera que incendia la temperatura terrestre? 

La respuesta es si, debería de funcionar. Hay dos formas de hacerlo: castigando a aquellas actividades que provocan el calentamiento global, o premiando a aquellas actividades que lo mitigan. 

Fue un filósofo, no un economista, quien arrojó luz sobre la vía más eficiente. Michel Foucault notó que, para castigar, es necesario vigilar. Y si: castigar (con multas o impuestos) a aquellas actividades que provocan el calentamiento global, implica vigilar, medir y monitorear que los agentes no hagan trampas. Es costoso y menos eficiente que la alternativa: premiar a quienes contribuyen a eliminar el carbono.

Tal es la idea detrás de los “créditos de carbono”, las cuales desde hace un par de décadas, si bien de manera imperfecta, son emitidos por gobiernos y entidades públicas para aquellos proyectos que reducen/eliminan, carbono de la atmósfera.

Por ejemplo, plantar un bosque nuevo incrementa el oxígeno y disminuye el carbono emitido a la atmósfera. Pero plantar y crecer un bosque toma tiempo y su efecto neto sobre la cantidad de carbono no alcanza a compensar el exceso del gas que existe actualmente y que debe ser removido en el muy corto plazo si no queremos llegar a un punto irreversible en términos de daño para el planeta y, por lo tanto, a la economía global.

Lo mismo ocurre con una línea de Metro o Metrobus. Si, disminuye el carbono emitido respecto de los automóviles que desplaza. Pero ya es muy tarde. Todas esas soluciones son lentas e insuficientes.

La solución urgente es nominalmente sencilla: hay que tomar el exceso de carbono de la atmosfera y secuestrarlo para que no regrese. Hay que devolverlo a la tierra de donde surgió, y confinarlo allí por siempre: en los tiros de las minas, en las grutas petroleras, en cavernas.

La mejor forma de hacerlo es pagar por ello. Y existen muchas formas. La solución clásica es por supuesto acreditar bonos de carbono a las empresas que secuestren dicho gas. Pero hay otras alternativas: el FMI puede emitir el equivalente a los repentinamente famosos “derechos especiales de giro”, a aquellos países que secuestren carbono para que los gobiernos paguen con ellos a las empresas que lo hagan. Sería inmediato generar una criptomoneda asociada a cada tonelada de carbón secuestrada. Los bancos centrales, como el Banxico, podrían emitir “bonos de regulación de carbono”, y pagar con ellos a quienes secuestren el gas, y cada tonelada de carbono secuestrada podría contar como una especie de reservas internacionales validada por el BLS.

Elon Musk anunció un premio a la mejor tecnología para secuestrar carbono. Empresas como la californiana onepointfive ya ofrecen dicho servicio de manera comercial. Ya existe la tecnología, el FMI, el Banco Mundial, y el BLS deberían de adaptar sus activos al fin del secuestro del carbono. Es cuestión de empezar. Ya no hay tiempo.

domingo, 8 de agosto de 2021

Messi, El Barça Y La Burbuja Especulativa

Lionel Messi se va del Barça. Más allá de los efectos deportivos, mediáticos, culturales y políticos que esta noticia implique: ¿la partida de Messi puede señalar implicaciones sobre la burbuja especulativa de los mercados? 

El último medio siglo presenció el ascenso del futbol de un deporte europeo y sudamericano al mayor espectáculo del mundo. La FIFA es una de las mayores trasnacionales del mundo, y las ligas y equipos más competitivos comandan fortunas y poder político y cultural inigualables. ¿He crecido tanto la importancia del futbol que de dicho mercado podemos inferir tendencias hacia otras industrias y el resto de la economía?

El Barça no pudo firmar de nuevo al astro argentino porque ya no le alcanzó el dinero. Así de sencillo. Pero las razones que llevaron al otrora poderoso FC Barcelona a verse forzado a soltar al jugador que más lo identifica en el mundo, quizá denoten fallas que no son exclusivas del club, sino que podrían ser sintomáticas de otras áreas de la economía y de los mercados.

El Barça no genera ingresos suficientes ni para pagar su nómina. De hecho, en los últimos meses y quizá años, ha tenido que recurrir al crédito para cubrir su masa salarial. Cualquier negocio en esas condiciones tendría que cerrar sus puertas, pero el Barça, apalancado en la inmensa fama de Messi, podía proyectar ingresos irrefrenables al futuro que acababan convenciendo a los bancos que prestarle al FC Barcelona sería siempre un negocio seguro.

Pero entonces llegó el covid, y la pandemia ha conculcado el modelo económico del futbol, al desvanecer los ingresos provenientes de las entradas al estadio y el consumo en sus instalaciones, así como la publicidad asociada a los mismos.

De hecho, el futbol fue el deporte que mejor reaccionó a las restricciones impuestas por la pandemia. Supo activar los partidos sin espectadores y reanimar los ingresos televisivos, y logró reanimar los ingresos y mantenerse a flote.

Pero mantenerse a flote no es suficiente para los equipos más caros de este deporte, que dependen de expectativas infinitas de crecimiento, de ingresos exponenciales, de la promesa de ventas imparables por todo el mundo. Mantenerse a flote no es suficiente para equipos que dependen de la burbuja creada por la ilusión de ventas exponenciales. Lo que el Barça, el Real Madrid y los equipos ingleses requieren es de una burbuja especulativa, y es justo esa burbuja la que se revienta al no poder pagarle a Lionel Messi. Súbitamente los mercados de crédito se percataron que el otrora imparable mercado mundial del futbol es tan frágil como nuestras vidas sacudidas por el covid, y que la expectativa de ingresos que se multiplicaban cada temporada era irrealista. Al secarse el financiamiento el Barça tuvo que dejar ir a la leyenda argentina, quien seguro acabará en algún equipo que no requiera de crédito, sino que se financie con fortunas propias, como el Paris Saint Germain, financiado por los petroleros de Qatar.

Pero, así como el Barça pudo vivir de prestado, financiando un equipo de ensueño por muchos años bajo la promesa de pagar ese financiamiento con ingresos que no dejaban de multiplicarse, así centenas de empresas que cotizan en el Nasdaq y otros mercados. Así millares de proyectos inmobiliarios, energéticos, de infraestructura, start-ups y negocios de toda índole, podrían tronar en el momento en que el financiamiento deje de fluir como hasta ahora lo ha hecho.

La salida de Messi, y previamente de Cristiano Ronaldo del Real Madrid, son la muestra de que la Liga española, adicta como las grandes empresas de ese país, al crédito, no puede sostener su estrafalario modelo de negocios de comprar jugadores a precios cada vez más estratosféricos, que no se corresponden con la perspectiva de ingresos por muy espectaculares que éstos puedan ser.

El modelo inventado por Florentino Pérez, el mandamás del Real Madrid, con aquel equipo de “los galácticos”, es lo que está naufragando de manera espectacular, primero con la salida de Cristiano Ronaldo y ahora con la partida de Messi. La burbuja se he reventado.

La pregunta es si la suerte de la burbuja en el futbol podría extenderse al resto del mundo. Dada la enorme popularidad del deporte a nivel global, la partida de Messi ante la incapacidad de financiar su permanencia: ¿podría ser un síntoma de fracturas en la burbuja especulativa que, desde hace ya muchos años, ayuda a que el sistema financiero del mundo no se colapse? 

domingo, 1 de agosto de 2021

El Covid Malo, Y La Delta Desalmada

Solemos humanizar lo que vemos. Al Covid por ejemplo. El virus lo que busca es reproducirse, no matarnos. Cada muerto por Covid es un callejón sin salida para el bicho, pues muere junto con su huésped. El covid no es malo y perverso, busca reproducirse, no aniquilarnos. La variante delta del covid, con su mayor carga viral y mayor capacidad de contagio muestra la increíble habilidad de los virus para adaptarse. Y es eso, capacidad de adaptación, lo que las sociedades y las economías están necesitando.

Hartas de muertes y de encierros, las sociedades se resisten a hacer lo necesario para limitar la pandemia: en muchos países, una mezcla de estupidez y falta de cultura científica provoca que, en países avanzados, como Estados Unidos, incluso en naciones seculares como Francia, la idiota oposición a la vacuna repliegue los avances contra el covid al permanecer una gran parte de la población sin vacunarse, permitiendo el desarrollo de nuevas variantes.

En todo el mundo los datos muestran que la variable delta es responsable por un aumento agudo de los contagios, y en incremento notable de las muertes entre la población no vacunada. También muestra que las vacunas son eficaces, y la letalidad del virus entre los vacunados parece ser apenas una quinta parte respecto de la que aqueja a los no vacunados.

Pero el efecto neto es inequívoco: los contagios se disparan, las camas de hospital se saturan, el personal médico se colapsa, y los gastos en salud regresan a niveles vistos durante las etapas iniciales de la pandemia. Hasta ahora se ha decidido no regresar al confinamiento y limitar la apertura económica, pero el costo ha sido la propagación renovada del virus y sus secuelas sanitarias.

Lo anterior tiene dos implicaciones económicas hacia adelante, que parecen estar siendo anticipadas por el mercado de bonos: el rebote económico post-covid podría no ser tan potente como parecía hace un par de meses, y el repunte inflacionario podría ser pasajero, dado el menor empuje de la demanda y el consumo.

Hasta ahora los mercados de bonos no están señalando una recaída del PIB. No señalan una nueva recesión, pero la baja en las tasas de largo plazo, y el hecho de que las tasas reales (una vez descontada la expectativa de inflación) sean negativas, sugieren que los calculadores inversionistas de bonos están esperando una moderación del repunte económico que tan fuertemente regresó el primer semestre de este 2021.

Nada garantiza que las apuestas patentes en el mercado de bonos se materialicen. Los mercados pueden equivocarse y recalcular las expectativas conforme se publiquen datos nuevos, pero sentados hoy aquí, parece que los inversionistas apuestan a que la resistencia de casi la mitad de los estadounidenses, entre otros factores, dificultará la salida de la pandemia y la apertura plena de la economía.

Nuestro Banxico, quien acaba de subir sus tasas de referencia, es de los pocos bancos centrales que han reaccionado a los datos recientes de inflación moviendo sus tasas. La Fed y el Banco Central Europeo por ejemplo, no nada más no han movido sus tasas sino que han mencionado explícitamente que actúan porque calculan que la reflación reciente es temporal

No es muy claro quién están en lo correcto: si los que actúan como nuestro Banxico, o los que actúan como la Fed. Es comprensible: desconocemos cómo mutará el maldito virus en el corto y mediano plazo; ignoramos cómo de comportará la población no vacunada; no sabemos si las vacunas aplicadas serán efectivas ante nuevas variantes. Si bien la vacunación masiva ha disminuido el riesgo sanitario, la incertidumbre económica no ha desaparecido.

La probabilidad implícita del mercado para que la Fed suba sus tasas muestra a marzo de 2023 como la fecha posible, casi 20 meses después que nuestro Banxico. La Fed (sabremos si correcta o incorrectamente en el futuro) ha preferido ser tolerante con la inflación a correr el riesgo de interrumpir una recuperación que podría ser frágil y sucumbir a un alza de tasas.

Las cifras de hospitalizados es la máxima de los últimos cinco meses en casi todos los países que han reabierto, y los gobiernos apuestan a que la vacunación masiva evitará un re-encierro. Tal es la apuesta del mercado de acciones, aunque el mercado de bonos, sin ser catastrofista, prefiere ser más cauto.