domingo, 26 de septiembre de 2021

Temporada de Gavilanes

La economía del mundo, especialmente en Estados Unidos y Europa ha gozado en los últimos cuarenta años de una ausencia de inflación e incluso, de deflación. Este extremadamente favorable entorno de costos y precios coincide con la incorporación de China y el sureste asiático al mercado global. Parece entonces seguro afirmar que la colosal producción china ha contribuido a la estabilidad global de precios, y por ello es importante sopesar si las restricciones comerciales, de inversión y políticas ante la nación asiática no implican una reversión, así sea parcial, del ciclo inflacionario.

Las tasas de rendimiento de los bonos en prácticamente todos los mercados del mundo se han trepado de manera agresiva en el curso de los últimos doce meses. Ejemplificando con el más importante de todos, el de Estados Unidos, las tasas del bono líder, el de 10 años, se han subido de 0.69 en septiembre de 2020, a 1.47 por ciento (recordemos no obstante, que en septiembre 2019, antes del covid, se cotizaba en 1.68 por ciento). Tal incremento se ha producido en un contexto en que la inflación estadounidense ha marcado máximos de cuatro décadas: en septiembre de 2020 la inflación anual se reportaba en 1.4 por ciento, mientras que en agosto pasado cerró en un álgido 5.3 por ciento.

Lo más notable sin embargo es la inflación al productor, la cual se ubicaba en -1.2% a tasa anual hace un año, y en julio registró un récord histórico de 9.6 por ciento, antes de ceder a 8.3 por ciento en agosto.

La plaza pública, el mercado, y los analistas parecen estar divididos en los extremos: gavilán o paloma, pesimistas u optimistas. Quienes piensan que los datos contundentes que acabamos de enlistar son casi una ilusión pasajera y que solita la economía regresará a una inflación cercana al 2-3%, y quienes piensan que los datos son la señal inequívoca de una regresión a los años de alta inflación y bajo crecimiento.

Ambos extremos representan implicaciones extremadamente importantes para la economía global, pero particularmente, para los mercados financieros, pues en cada extremo la tasa de interés de equilibrio es distinta. Y la tasa de interés puede ser la cola que mueva a todos los perros.

Si los datos recientes de alta inflación demuestran ser pasajeros, entonces la tasa de interés podrá permanecer pegada al cero por ciento aún durante varios meses, y después subir suavemente hasta la zona del 3-4 por ciento en los próximos tres años. Este es el escenario descontado por los boyantes mercados bursátiles, que apuestan a que nada saldrá mal y los bancos centrales podrán mantener la sintonía balanceada entre inflación y crecimiento.

Si los registros de inflación persisten y en los meses siguientes permanecen por encima del 4.5 por ciento en los Estados Unidos, entonces los bancos centrales tendrán que reaccionar de manera forzada para evitar un deterioro del poder de compra de los consumidores, jaloneando la tasa de interés más rápido de lo que los mercados están creyendo.

Este último escenario podría implicar un ajuste brusco de las bolsas y los activos financieros, dados los supuestos sobre los cuales se han construido los escenarios de precios y dividendos en las acciones y bonos en la última década.

Es arriesgado apostar cuál de los dos escenarios prevalecerá, pero lo que si podemos saber, porque ya ocurre, es que un elemento clave de la tendencia de largo plazo parece en reversión: el flujo irrestricto de materias primas, bienes y servicios provenientes de China ha comenzado a limitarse, en algunos sectores y lugares de manera significativa, y eso está sacudiendo las cadenas de suministro en múltiples sectores, revirtiendo una tendencia de varias décadas en que los productos chinos han empujado la eficiencia global. Desde los semiconductores a los muebles, desde el acero a los equipos médicos, los productos e insumos chinos están experimentado una fricción inédita.

Al menos una causa de estas restricciones a China no es temporal. El imparable ascenso económico chino necesita corresponderse con poder político y militar, traducido en una expansión en su área de influencia geográfica lo cual ha chocado ya con el estatus quo de la hegemonía estadounidense. La disputa por le hegemonía global es la razón para las restricciones económica a China, y su efecto no será temporal. Cuando lo que está en disputa es el poder, muchas veces los negocios deben de sufrir. ¿Será está una de esas ocasiones? Si es así, estaremos entrando en temporada de gavilanes, y no de palomas.

sábado, 18 de septiembre de 2021

¿Qué Hacemos Con Los Bancos En México? ¿Alguna Idea?

Las guerras se ganan con ejércitos y con dinero, y por una diversidad de razones México es notoriamente menor en esos dos aspectos en el comparativo mundial. Quizá la baja capacidad militar mexicana obedezca a la vecindad con la mayor potencia bélica del mundo: los Estados Unidos. Pero es difícil explicar cómo México, una de las mayores economías del planeta cuente con un sistema financiero tan infra-desarrollado. La penetración, cultura, y alcances del sistema bancario y financiero domésticos son similares a los de países con nivel de desarrollo muchísimo menor. Mas que un acertijo, es una vergüenza.

Por su población México es el onceavo mayor país del mundo. Por el tamaño de su economía, se ubica en la posición quince o dieciséis entre todos los países. México es una potencia exportadora, y uno de los mayores destinos de inversión extranjera directa. Si omitiéramos a las mayores economías, México es sin duda dentro de las llamadas economía emergentes, una verdadera potencia. Su inclusión en el G-20, el grupo de países más relevantes es un reconocimiento del peso tan relevante que nuestro país tiene en la arena global.

Pero un vistazo a algunos indicadores muestra el alarmante e inconcebible rezago que la población y la economía mexicana tienen en un sector clave para la competitividad general: el financiero.

Mientras que en los países nórdicos prácticamente el ciento por ciento de la población tiene una cuenta bancaria; en un país que sufren embargo económico como Irán éste índice cae a 93 por ciento; en el país con mayor número de pobres del mundo, la India, el porcentaje de cuentahabientes bancarios se derrumba a 79 por ciento; en la diezmada Venezuela tan solo el 73 por ciento de la población posee cuenta en el banco; mientras que en uno de los países más pobres del mundo, Rwanda, el porcentaje se desploma a 36.7 por ciento. 

¿Por qué en México sólo el 35.4 por ciento de los habitantes tienen una cuenta bancaria? ¿Por qué y cómo es posible, que la quinceava economía del mundo ocupe el lugar 101 en ese indicador crucial para la salud financiera de la población y de la economía en general?

Quizá el anterior sea el indicador más dramático y vergonzoso de la ínfima penetración del sector bancario en México. Pero otras cifras ayudan a terminar de ilustrar la calamidad: en Canadá (el líder en este tema) el 83 por ciento de las personas mayores de quince años cuentan con tarjeta de crédito; en Estados Unidos la cifra es de 67 por ciento; mientras que en España llega al 54 por ciento. En Perú el índice es del 11 por ciento y en Tailandia, del 10 por ciento. En México, que ocupa la posición 73 de 142, el dato es de un mínimo 9.53 por ciento.

Pero la banca mexicana no discrimina, no únicamente da tarjetas de crédito a un porcentaje mínimo de la población, a todo el sector privado trata por igual. El crédito al sector privado como porcentaje del PIB llega a alcanzar hasta 200 por ciento en Estados Unidos y Hong Kong; y en países centroamericanos como Costa Rica (62 por ciento), Honduras (58 por ciento) y El Salvador (52 por ciento), en donde el desarrollo es escaso dicha penetración se desploma. Pero ¿cómo es posible entonces que los extremadamente rentables bancos mexicanos, que llenan de ganancias a sus matrices, solo den crédito al sector privado por el equivalente de 35.3 por ciento del PIB? Por debajo de países como las Islas Salomón, Paraguay y Nicaragua, los bancos en México son un mínimo contribuyente al crecimiento económico y seguramente son una de las principales razones que explican el bajo PIB potencial que aqueja a la economía nacional.

El único rubro en donde la banca de México ocupa un lugar en los primeros lugares es en la comparativa de países en donde los activos bancarios pertenecen a los extranjeros, ubicándose en la posición 28.

Sean nacionales o extranjeros, los bancos en México no cumplen la función para los que el gobierno les autorizó la licencia. No prestan. Ganan mucho dinero. No les va nada mal. Pero ganan por otras razones., no por dar crédito, y lo que mueve a las economías modernas sin dudarlo, es el crédito. Por ciento, el gasto militar mexicano representa tan sólo el 0.52 por ciento del PIB, el lugar 134 del mundo, pero este gasto no es una variable que empuje al resto de la economía como lo hace la penetración financiera en las empresas, familias y consumidores. ¿Qué hacemos con los bancos en México para que presten? ¿Alguna idea?

domingo, 5 de septiembre de 2021

¡Mamma Mia!: ¿El Regreso de La Economía de Abba?

Que el grupo emblemático de la década de los setenta, Abba, haya publicado la semana pada su primer álbum después de cuarenta años, dando a conocer dos sencillos, quizá haga recordar a los economistas lo que pasó en la economía global en aquella década, cuando la inflación se disparó, y el crecimiento se estancó en una dinámica de “freno-arranque”. Una situación que fue llamada estanflación, ilustrando el par estancamiento-inflación que aquejó a las economías, y que según algunos podría ser un riesgo material en el corto plazo.

No es una buena señal, pensarán los economistas, que los setenta se vuelvan a poner en boga. No por los pantalones acampanados ni las disparadas melenas masculinas, sino porque tras el choque económico causado por el alza de los precios del petróleo causado por el embargo de los países que fundaron la OPEP, las mayores economías pasaron toda la década y los principios de la siguiente con un crecimiento sensiblemente por debajo de la tendencia, y con tasas de inflación elevadas.

En 1974 la inflación en los Estados Unidos alcanzó un máximo histórico de 11.05 por ciento, erosionando los ingresos de las familias y diseminando malestar y descontento entre la amplia clase media de ese país. Luego de una breve baja, la inflación volvió a remontar y marcar un nuevo máximo histórico de 13.55 por ciento en 1980.

Mientras Abba marcaba récords de ventas en el mundo con sus álbumes, la inflación en el mundo marcaba también máximos, pero el crecimiento era exiguo y pálido. Entre 1970 y 1982, la economía de los Estados Unidos tuvo tasas de crecimiento negativos en seis años y creció en los otros seis ejercicios, en un patrón que la prensa económica de aquellos años denominó “freno y arranque”, o “stop and go” en inglés.

La inflación anualizada marcada en los últimos meses en las economías avanzadas es la más alta desde que Abba rompía los récords de ventas de los Beatles en aquellos años, y el dato de empleo del mes de agosto publicado el viernes pasado en Estados Unidos, que fue mucho menor al esperado (250 mil nóminas no agrícolas, contra 750 mil esperados) hizo recordar a economistas y mercados aquellos años en que la música disco reinaba, junto con la inflación y el estancamiento económico.

¿Por qué, además de por los discos de Abba, los economistas temen que estos años y el futuro cercano puedan parecerse a aquella década de estanflación?

Porque al igual que los setenta la economía fue víctima de un choque de oferta inesperado que afectó gravemente la cadena de suministro global: en los setenta el embargo petrolero disparó el precio de la energía, mientras que hoy la pandemia covid conculcó la producción y la distribución de insumos en todo el mundo y está provocando incrementos de costos en ritmos no vistos desde los setenta.

El choque de oferta en los setenta y el subsecuente incremento de costos y precio desbalanceó la producción y el consumo y llevó a recesiones alternadas con años de crecimiento mediocre y falta de fuelle. Ese olor a freno y arranque ha estado presente el último año en la economía global, aunque el semáforo en esta ocasión es sanitario. Las reaperturas y restricciones dictadas por la pandemia y el resultado de la vacunación masiva han producido intervalos de crecimiento y estancamiento que recuerdan sin duda aquellos años cuando Abba dominaba las discotecas.

La combinación de un choque de oferta masivo que lleve a la reflación global, junto con arranques y frenos en los datos de producción y empleo tiene a la prensa financiera dibujando paralelismos entre los primeros discos de Abba y el que lanzaron la semana pasada. 

No hay nada por supuesto que haga que Abba sea un talismán económico, un vudú capaz de provocar, con su sola presencia, replicar las condiciones económicas que prevalecían cuando dominaban las listas de popularidad y ventas. Hay una enorme diferencia hoy respecto de entonces: la vasta laxitud monetaria de los bancos centrales que sigue empapando de liquidez a los circuitos financieros. Pero recordemos que la historia cuando se repite, lo hace una vez como tragedia, y la segunda, como comedia.