domingo, 27 de marzo de 2022

La Inflación Y Los Gemelos Diabólicos De Wall Street

El jefe de la Reserva Federal tuvo que aceptarlo: la inflación se le fue de las manos y ahora tendrá que corre para alcanzarla. El lunes pasado Jerome Powell dijo en un discurso ante economistas que, si era necesario subir varias veces más de 25 puntos y/o llevar la tasa de interés por encima de su nivel neutral, se hará. Lo curioso es que los mercados bursátiles han respondido a esta y a otras muy malas noticias como suelen hacerlo, festejando con subidas espumosas, por lo que habría que tener mucho cuidado. Los mercados suelen portarse de forma contra intuitiva cuando están a punto de estallar.

La última vez que la inflación de Estados Unidos estuvo en niveles similares a donde se encuentran hoy, en 7.9 por ciento, la tasa de interés de la Reserva Federal, la tasa de fondos federales se ubicó en un promedio de 14 por ciento. Hoy la tasa de interés está en 0.25 por ciento, así que algo raro está pasando.

La disparidad entre la forma en que Estados Unidos lidió con la inflación hace cuarenta años, y la forma en que lo está haciendo hoy es dramática. Muestra de acuerdo con muchos economistas la lasitud con la que Jerome Powell, concediendo al poder político de Washington y al financiero de Wall Street para dejar que sean los consumidores quienes paguen por la inflación, y no los políticos ni los financieros.

Porque la inflación es un costo, pesado e injusto, y ese costo lo tiene que pagar alguien. Bajo la Fed de Powell quien lo está pagando son las familias, porque Wall Street hasta ahora sólo ha festejado cada barrunto de alzas de tasas de interés con nuevas alzas. Sabedoras que esta Fed prefiere tolerar la mayor inflación en cuatro décadas, a pinchar la burbuja especulativa que ha hecho tan ricos a tan pocas gentes en las bolsas de valores.

Desde el año 2000, cuando Alan Greenspan respondió al desinflamiento de la burbuja de las empresas tecnológicas rebanando la tasa de interés con tal de incentivar la toma de riesgos por parte de los inversionistas, Wall Street le encontró el modo a la Fed. Se percató que está dispuesto a tolerar cualquier mal menos uno: caídas en los precios de los activos financieros. No hay nada que tema más la Fed que el desplome de Wall Street. Nada. Ni la inflación.

Muchos pensaron que esta complacencia con Wall Street por parte de la Fed tenía un límite, la inflación. Pero estos últimos doce meses han demostrado que ni siquiera la inflación más rampante en cuarenta años ha sido capaz de hacer que la Fed toque con el pétalo de una rosa a las bolsas de valores. Primero que la inflación se coma los salarios de las familias a asustar a los mercados financieros.

La inflación está marcando nuevos máximos, y Powell tímidamente sube 25 centésimas, es decir, la tercera parte de lo que la inflación sube en un mes en los Estados Unidos.

Ante la sugerencia de que la Fed llevará las tasas a un impensable 3 por ciento en los próximos 24 meses, Wall Street ha respondido sube que te sube, como si estuviera mofándose de la timorata amenaza del banco central. Como si le tuvieran bien tomada la medida y supieran que al subirla cerca del 2 por ciento los mercados podrían desplomarse de tal modo que obligarán a la Fed a echarse para atrás y volver a regalarles el dinero al sistema.

Porque la Fed ha mostrado ya lo que Wall Street necesitaba, que ni la inflación rampante la moverá de sus deseos de complacer a los mercados financieros con ingente liquidez gratis. Prefiere la Fed incumplir su mandato que alterar el sueño a Wall Street, y la conciencia de esa actitud está detrás de la renovada alza de los precios de las acciones.

Porque el mercado de bonos si se ha hecho pedazos. El mercado de bonos es calculador y no le gusta engañarse. El mercado de bonos sabe que el decoro que le queda a la Fed la obligará a moverse al menos hasta el 2.5 por ciento, y quizás hasta el 3 por ciento, y eso significan pérdidas enormes para el precio de los bonos, quienes ya sufren las peores minusvalías en décadas.

Pero el gemelo diabólico del mercado de bonos, el mercado de acciones, está apostando porque la Fed no podrá subir las tasas, que no podrá abandonar su instancia de radical displicencia monetaria. El accionario es lo contrario al de bonos: es licencioso, exultante y le gusta engañarse. Está celebrando que las compañías que cotizan en sus bolsas podrán subir sus precios casi al 8 por ciento, y se podrán financiar por debajo del 3 por ciento. La fiesta bursátil sigue. Hasta que les den un buen susto.

domingo, 20 de marzo de 2022

La Fed vs La Inflación: Córrele Que Te Alcanzo

Existen dos formas de combatir la inflación: previniéndola antes de que surja, o tratando de domarla cuando ya anda suelta. Ambas tienen costos, pero todos concuerdan en que es más difícil salir a combatirla cuando ya esta enraizada en la economía. El banco central más poderoso del mundo, la Fed de Estados Unidos, comenzó a subir tímidamente sus tasas de interés la semana pasada, mientras que la inflación está en máximos de cuarenta años. Los historiadores debatirán dentro de una década el por qué la Fed dejó que se le escapara, y ahora esté jugando al “córrele que te alcanzo”.

Es muy difícil combatir la inflación cuando está baja. Es difícil convencer a la sociedad que es necesario asumir ciertos costos (generalmente un mayor costo del financiamiento), cuando los precios están contenidos. Pero es la forma más eficiente de combatirla, cuando aún no despunta fehacientemente. Ser preventivo tiene sus inconvenientes pues hay que subir tasas de referencia cuando aparentemente no es necesario.

Pero es mucho más costoso corretear la inflación cuando ésta ya anda suelta haciendo desmanes.

Es mucho más costos ser correctivo que preventivo. Comenzar a subir tasas, y retirar la liquidez tímidamente como lo está haciendo la Fed es una apuesta arriesgada, pues si la tasa anual no logra bajar hacia el nivel de 3-4 por ciento en los próximos tres a seis meses, el banco central de Estados Unidos tendrá que ser mucho más drástico y dar tirones de al menos 50 centésimas si los precios no se logran controlar.

Existe una receta infalible para contener la inflación: inducir una desaceleración económica significativa. Así fue como el legendario jefe de la Fed, Paul Volker, lo logró a principios de los años 80, cuando la inflación en Estados Unidos excedía el 15 por ciento anual. De un sopetón Volker subió las tasas de interés, la economía de EEUU entró en una fuerte, pero breve recesión, pero la inflación fue domada, y permaneció contenida por los siguientes cuarenta años. Hasta hoy.

En efecto. Estados Unidos está sufriendo las mayores tasas de inflación desde la era de Paul Volker, y lo que todos debemos preguntarnos, dada la enorme importancia que las acciones de la Fed tiene sobre el resto de las economías del mundo, es: ¿logrará en esta ocasión la Fed lo que el maestro Paul Volker no pudo? ¿Podrá Jerome Powell controlar la inflación más alta en cuatro décadas sin enviar a la economía estadounidense a una recesión?

En sus más recientes apariciones Powell ha enviado un mensaje de optimismo. La economía más grande del mundo está fuerte, su expansión es sólida, así que será capaz de soportar un ciclo fuerte y sostenido de alzas en las tasas de interés y será capaz de controlar la inflación sin caer en la recesión. En el papel Powell es convincente. Los datos soportan su aserto. Pero la historia no le es favorable.

Estadísticamente los bancos centrales no han logrado controlar la inflación correteándola. Cada vez que han tratado de alcanzarla han llevado a la economía a la recesión.

Al proceso de tratar de calibrar la política monetaria para controlar una inflación superior a las tasas de interés se le llama en el argot monetario un “aterrizaje suave”. El piloto trata de aterrizar la economía sin estrellarse subiendo las tasas y controlando los precios al mismo tiempo. Tal aterrizaje muy pocas veces se ha logrado exitosamente, los aterrizajes suaves acaban siendo aterrizajes forzosos o de plano, la nave se estrella.

Es importante insistir. La economía global se encuentra por muchas razones, en una encrucijada histórica. Una de esas razones es la lasitud con la que la Fed trató a la inflación cuando esta repuntó, y cómo está apenas iniciando, la semana pasada, a tratar de domarla cuando ésta se encuentra un factor de cuatro veces superior a su objetivo.

La Fed de Jerome Powell fue muy efectiva para inundar de liquidez los mercados y bajar la tasa de interés a cero por ciento con el fin de evitar una depresión económica durante la pandemia covid. ¿Será igual de eficiente para aterrizar la economía subiendo las tasas de interés para controlar la inflación sin conducirla a una recesión? La respuesta a esta pregunta es tan importante, que de ella depende la suerte de muchas economías alrededor del mundo.

domingo, 13 de marzo de 2022

Todos Los Caminos Llevan A Ucrania

Los países en donde se desarrolla el teatro de la guerra actual: Ucrania, Rusia y Bielorrusia, comparten un triste pasado, fueron testigo de la mayor masacre en la historia de la humanidad. En sus suelos, de 1941 a 1945, más de 20 millones de personas murieron, asesinadas por los ejércitos de Hitler. Allí se selló también el final del régimen nazi, cuando el Ejército Rojo le dio la vuelta a la guerra y acabó tomando Berlín un año después. Esa zona del mundo, sin darnos cuenta, ha definido durante siglos el destino político del planeta, y lo volverá a hacer hoy.

La historia occidental ha ignorado a uno de sus grandes héroes, el General Georgy Zhukov, el jefe del Ejército Rojo que logró detener a la imbatible blitzkrieg nazi en las puertas de Moscú, Leningrado y Stalingrado, y quien, a costa de millones de bajas de sus soldados, logró derrotar a Hitler, forzándolo al suicidio en su bunker de Berlín.

Europa es libre en mayor medida gracias a Zhukov y a los millones de soldados soviéticos que perecieron en la guerra contra el mayor ejército invasor en la historia de la humanidad, la fuerza alemana que invadió la Unión Soviética en 1941 en la llamada operación Barbarroja. Y sin embargo, Europa y occidente parecen no recordarlo.

Henry Kissinger hizo notar, en un preclaro artículo publicado en 2014 en el Washington Post, cómo la ignorancia de la historia y el desdén de Estados Unidos y Europa por los intentos rusos de figurar como una potencia de primer orden en el concierto global provocarían una reacción de Moscú y la aislarían hasta el punto del uso militar, aproximándola sin remedio a China.

Todos, desde los mongoles, hasta Hitler, pasando por Napoleón y quizá ahora los países occidentales, han cometido siempre un error de cálculo. Han dado por derrotado a los rusos antes de tiempo. Quizá sea el clima y las penurias vividas por siglos los que han forjado una cultura del sacrificio y de tolerancia al dolor y la derrota. Pero todos aquellos que se han aventurado al territorio de los eslavos se han percatado de lo difícil que es doblegar a los pueblos rusos.

La relación de los pueblos rusos con Europa ha sido siempre de tensiones y conflicto, y ha sido en el actual territorio en guerra en donde se ha definido, en múltiples ocasiones, la suerte del equilibrio europeo, y por ende del mundo.

Las estrepitosas derrotas de Napoleón ante el invierno ruso en 1812, y la de Hitler en 1941-1944 mostraron cómo la mezcla de resistencia al dolor, la inagotable dotación de recursos naturales y de territorio hacen a Rusia una nación difícil de enfrentar. 

La intención de llevar la OTAN hasta Ucrania, considerando a Rusia, como lo mencionó Barak Obama en su momento, solo una “potencia regional”, quizá haya sido un error de cálculo geopolítico tan serio como el cometido por los invasores franceses y alemanes anteriormente. Cercar a Rusia tuvo como consecuencia su reacción desesperada: invadir Ucrania.

Los medios occidentales dan cuenta de la fallida estrategia de Putin en las primeras tres semanas del conflicto, al no poder lograr una rápida victoria. Celebran el fracaso y la mala preparación del ejército ruso y la valerosa resistencia de los ucranianos. Tristemente, una guerra larga podría favorecer a Putin, mientras logre limitar localmente el descontento contra la guerra. 

Pero en un escenario muy plausible, la invasión de Ucrania sería la tumba de Putin. Así como la derrota del ejército del Zar en la etapa inicial de la primera guerra mundial marcó el fin de la monarquía rusa y disparó la revolución bolchevique de 1917, así el fracaso por doblegar a Kiyv podría ser el fin del dominio de Putin y sus camaradas sobre el estado ruso y podría abrir a ese país a la democracia plena.

Cualquiera que sea el resultado de la guerra de Ucrania, cambiará significativamente el equilibrio geopolítico global. Una victoria de Putin en las próximas semanas endurecerá las sanciones de occidente y acercará a Rusia aún más a China, y pondrán al país con mayor territorio, y al de mayor población, opuesto a Estados Unidos y sus aliados.

Si Ucrania logra resistir y forzar un cese al fuego desventajoso para Rusia, o más aún, si la oposición a la guerra en Rusia logra deponer a Putin, el advenimiento de una democracia plena en Rusia podría ser ahora si, el fin de la Guerra Fría, y el inicio de un nuevo equilibrio buscando contrapesar a China. Los escenarios son múltiples, pero todos los caminos llevan a Ucrania.