domingo, 14 de abril de 2024

No Es Sequía, Pero Si Menor Liquidez

El miércoles pasado hubo dos eventos independientes que acabaron conectados, y que se conjugaron para producir el peor día para las bolsas en Wall Street en lo que va de este 2024. Por un lado, los datos de inflación del mes de marzo fueron superiores a lo que se esperaba, y por el otro, la subasta de bonos de 10 años del tesoro de los Estados Unidos no recibió la demanda que se proyectaba y el gobierno tuvo que ofrecer una tasa mayor para convencer a los inversionistas de tomarla. Detrás de esos eventos quizá un poco misteriosos para el lector no especializado, pero detrás de ellos se encuentra un factor de riesgo muy importante: la liquidez de los mercados, que hasta ahora no ha fallado, pero que no hay que darla por descontada.

Los economistas y los ingenieros hidráulicos comparten muchos conceptos. El agua y el dinero en la economía se comportan de manera similar en ocasiones. La liquidez es un concepto común en ambas profesiones, por ejemplo. En economía un activo líquido es aquél que se convierte en dinero en efectivo con rapidez. La liquidez es la abundancia de efectivo en el sistema. Liquidar es pagar el dinero en efectivo a cambio del activo. La sequía es un concepto común.

Pues bien, lo que ocurrió la semana pasada es que los bonos del tesoro de Estados Unidos mostraron algunos problemas de liquidez.

Lo anterior, dicho así, no debería de llamarnos la atención. Pero si consideramos que el activo más liquido del universo conocido son los bonos del tesoro estadounidense, es importante preguntarse qué está pasando. ¿Lo que está ocurriendo en las subastas de bonos del tesoro de EEUU recientemente, podría ser un síntoma de algo más profundo?

Como el precio de todo activo, el de los bonos del tesoro resulta de la interacción de la oferta y la demanda. En este caso en particular, la oferta está determinada por el déficit fiscal estadounidense, y la demanda la componen millones de inversionistas que compran dichos bonos, entre los que destacan dos por el volumen de sus compras: el mismísimo banco central de Estados Unidos, conocido como la Fed, y China.

Por el lado de la oferta, el monto de bonos en el mercado está creciendo, pues el déficit fiscal estadounidense permanece en niveles históricamente elevados, a pesar de haber disminuido luego de sus niveles récord alcanzados en la pandemia. Por el lado de la demanda esta ha disminuido, pues el mayor comprador, la Fed, se encuentra en un proceso de reducción de su balance, disminuyendo el monto de bonos que compra para reducir la liquidez en la economía y enfriarla con el objetivo de disminuir la inflación. Y luego está China.

China es el mayor comprador extranjero de bonos del gobierno estadounidense, precisamente debido a la liquidez y aceptación de estos. Pero desde el 2016, cuando sus tenencias alcanzaron un máximo, sus inventarios de estos bonos han decrecido, especialmente después de la pandemia, cuando los dos países elevaron la acrimonia de sus desavenencias mutuas. Actualmente, el banco central de China detenta poco más de la mitad de los bonos que tenía en 2016.

Si la oferta está creciendo debido al mayor déficit público, y la política contra la inflación de la Fed; y el balance geopolítico, está reduciendo la demanda, el resultado es inevitable: a los precios actuales será cada vez más difícil vender los bonos estadounidenses; o estos deberán subir sus tasas para hacerlos más atractivos para los compradores. En cualquiera de los escenarios el resultado es el mismo, una reducción en la liquidez en el mercado de bonos del tesoro estadounidense, lo cual es justamente lo que hemos presenciado en las últimas semanas, si bien con una intensidad moderada.

¿Por qué debería de importarnos la liquidez de los bonos del tesoro estadounidense? Porque si esta se reduce, así sea tenuemente, hacia abajo en la escalera los problemas de liquidez se potencian. Si hay fricciones para que los Estados Unidos emita bonos para financiar su deuda, entonces todos tendrán problemas para financiar sus obligaciones: las grandes compañías estadounidenses, las grandes compañías europeas, las medianas y pequeñas, los países europeos. También ellos batallarán para vender sus bonos. 

Y hacia abajo en la escala: los gobiernos de países latinoamericanos, los de países asiáticos y africanos, las empresas medianas en Centroamérica, los pequeños talleres en el norte de México que quieren aprovechar el nearshoring. Para todos ellos y más, será más difícil conseguir financiamiento.

Se ha vuelto muy popular la imagen de que el aleteo de una mariposa en la India puede acabar produciendo ciclones en Brasil. Si hay problemas de liquidez en el mercado de bonos del tesoro estadounidense, la imagen adecuada no es el leve aleteo de una ligera mariposa. Piensen en tsunamis o terremotos. Aunque sean moderados.

sábado, 6 de abril de 2024

El Expreso Americano

Dato tras dato la muestran incansable, irrefrenable. La economía de los Estados Unidos ha mostrado un vigor implacable a pesar de los vientos de frente que ha sufrido en los últimos dos años. A pesar del alza de tasas de interés más abrupta en cuarenta años, las variables de producción, ingreso y empleo no nada más no se han detenido, sino a veces parecen apresurarse. ¿Qué le dieron a la economía estadounidense que, desafiando todo pronóstico, sigue envarada? ¿Qué esteroides ingirió que en lugar de empantanarse, se acelera?

El viernes pasado, el indicador más importante de los mercados financieros, el reporte mensual de empleo, mostró que en marzo la economía generó más de trescientas mil nuevas plazas, un tercio más de lo esperado por los despistados economistas quienes, de manera consuetudinaria, han fallado por lo bajo en los últimos dieciocho meses en su intento por pronosticar el ritmo del mercado laboral estadounidense. Wall Street celebró la sorprendente fortaleza con un rally suntuoso, acercándose a sus máximos históricos.

La última vez que el banco central de Estados Unidos, la Fed, subió sus tasas de interés a un ritmo similar al de 2022-2023, la economía se dio un trancazo proverbial, entrando a la peor recesión desde la gran depresión de 1929. Los poderosos cambios en la economía estadounidense lograron que, cuarenta años después, un apretón monetario comparable no le ha hecho, hasta el momento, ni cosquillas.

¿Por qué los Estados Unidos son, insisto, hasta ahora, inmune al alza en el costo del dinero?

Hay varias explicaciones, y quizá la realidad es una mezcla fortuita de todos los aspectos favorables aquí enlistados. Empezamos.

Primero, la expansión fiscal: en al año 2000, bajo la égida de Bill Clinton, los Estados Unidos incurrieron en algo inusitado: superávit fiscal, el cual alcanzó 2.3 por ciento del PIB. De entonces a la fecha la posición fiscal se ha deteriorado, lo que significa que el gasto del gobierno es un factor expansivo en la economía, alcanzando su cénit en el año de la pandemia, cuando el déficit se disparó a un asombroso 14.7 por ciento del PIB. Tras la pandemia se esperaba un rebalanceo fiscal, que llevara el déficit a niveles más normales, pero luego de reducirse a 5.3 por ciento en 2022, la expansión fiscal se reactivó, llevando la brecha presupuestal a 6.2 por ciento en 2023. Los datos citados muestran cómo una parte importante del dinamismo de la demanda en la economía estadounidense está alimentada por el déficit fiscal, añadiendo fuerza a un escenario de por sí sólido.

Segundo, migración: la insaciable entrada de trabajadores a los Estados Unidos es consecuencia y causa de su fortaleza económica. Los migrantes acuden a ese país atraídos por sus empleos, y la economía logra expandirse de manera sorpresiva a ininterrumpida, por encima de lo que su demografía natural le permite, al echar mano de obra de obra migrante, abundante, barata, y diversamente calificada. ¿De dónde salen si no los casi trescientos mil nuevos empleos mensuales creado por el Gargantúa estadounidense, si no es de migrantes que complementa a la población doméstica?

Tercero, reindustrialización: si los mexicanos pensamos que el famoso “nearshoring” es una ola que hay que aprovechar, no hemos visto nada. La verdadera relocalización productiva está ocurriendo y ocurrirá, en los Estados Unidos. La construcción de fábricas y plantas industriales en suelo estadounidense está alcanzando récords inusitados, en niveles nunca vistos, jalando consigo al empleo. Esa construcción de traducirá en algunos años en producción y exportación, reponiéndole a ese país su preminencia como exportador manufacturero mundial.

Cuarto, inteligencia artificial: lo que si no tiene nada de artificial, y mucho de real, es el boom en inversión, empleo, crecimiento de capacidad de cómputo, demanda de energía e insumos, que está provocando la inminente revolución tecnológica sinterizada en la famosa inteligencia artificial (IA). Para sus panegíricos, el cambio tecnológico asociado a la IA hará palidecer a las oleadas que lo precedieron: la computadora, el internet y las redes sociales en términos de la transformación de la estructura económica. Pero incluso si el escenario de sus pregoneros no se concreta en plenitud, la expansión en la inversión y el consumo provocado ya por esta sacudida tecnológica, es suficiente para ser un motor relevante de la imparable expansión económica de los Estados Unidos.

El original expreso americano, o American Express, se fundó en 1850. No fue una casualidad. México pierde California en 1848 ante los Estados Unidos, y los famosos 49s son los gambusinos que explotan la fiebre del oro tras el descubrimiento del metal en el área de San Francisco. ¿Cómo llevar el oro obtenido en California hacia Nueva York? Por medio de las carretelas conocidas como Express, provistas por esa compañía al año siguiente del inicio de la fiebre del oro.

La economía estadounidense parece encontrarse ante una nueva fiebre dorada, esta vez basada en la tecnología, y empujada por la demanda de los consumidores y del gobierno. Pero nunca nada es tan sencillo. Si el Expreso Americano sigue a toda velocidad, puede descarrilarse si agarra una curva peligrosa más rápido de lo que debería.

domingo, 31 de marzo de 2024

La Industria Automotriz Toma Una Curva Peligrosa

¿Continuar la marcha rumbo al auto eléctrico, o pausar, fabricando híbridos? ¿Cómo competir contra los fabricantes chinos, quienes sufren de un exceso de capacidad en su país, y necesitan exportar lo más posible ante la flaca demanda interna? ¿Qué hacer con la enorme capacidad instalada para producir sedanes y compactos de gasolina cuando ya nadie quiere motores de gasolina y todo mundo quiere SUVs? La centenaria industria automotriz, la abanderada del capitalismo industrial, se encuentra quizá en la encrucijada más compleja desde su nacimiento. Y México está en medio de ella.

Hasta hace un año la ruta era clara: todo auto sería eléctrico en el curso de las próximas dos décadas o menos, y nadie conocía ese camino mejor que la estadounidense Tesla, cuyo valor en el mercado llegó a superar en un momento el del resto de las automotrices juntas. Pero el consumidor tuvo, como siempre, la última palabra, y la ruta ahora no es tan clara.

Los consumidores, estadounidenses, sobre todo, luego de una euforia inicial por los vehículos eléctricos, sopesaron costos y beneficios y revaloraron soluciones intermedias, como el auto híbrido, ante lo complicado de la operación cotidiana de los eléctricos, las cuales requieren largos períodos de carga en instalaciones específicas.

La cadena de plantas para fabricar autos eléctricos es muy distinta a la de un auto tradicional. Por ejemplo, el número de partes que constituyen el motor es drásticamente menor en el eléctrico que en el de combustión interna; la batería es mayor y más compleja; los tableros son distintos pues las variables del eléctrico son menores que las necesarias para operar uno de combustible fósil. No cabe duda que el futuro del auto es eléctrico, pero ese futuro debe pasar la prueba de fuego: el mercado.

Un auto toma al menos cinco años en desarrollarse, así que las automotrices están hoy proyectando qué auto pondrán en las agencias en 2030. Hoy no están muy claro que los consumidores vayan a preferir mayoritariamente autos eléctricos por sobre soluciones híbridas, pero si tienen claro que van a querer un SUV.

A partir de los autos militares, las automotrices desarrollaron vehículos ligeros con capacidades de conducción todo terreno. La primera SUV reconocida fue la Jeep Cherokee de 1984, desatando una tendencia de largo plazo en detrimento de los sedán o vagonetas, hasta el momento actual, en donde las SUVs representan la mitad del mercado global de automóviles. 

Este cambio radical en el patrón de demanda de autos implica mayores emisiones de gases de efecto invernadero, mayor demanda de materiales, un tráfico más pesado, mayores costos de mantenimiento de los caminos y carreteras. La SUV no es una buena solución ambiental. Pero es lo que los consumidores demandan.

¿Cómo conciliar l que el mercado pide con lo que el medio ambiente necesita? ¿Es posible conciliar ambos requerimientos? Los fans del auto eléctrico sostienen que tal solución es posible. ¿Qué alivio representa un periférico congestionado de eléctricos? Refutan los partidarios de que el transporte público masivo es la única solución ambiental posible.

Pero mientras las automotrices tradicionales se decantan por una estrategia, sus rivales chinas, colmadas de capacidad instalada y urgidas de mercados en donde colocar su exceso de inventarios, han irrumpido en el mercado automotriz global tirando la puerta a patadas, con una mezcla de autos de buena calidad, bajos precios y financiamiento barato.

La marejada roja ha sido imparable, tomando a todos por sorpresa. En el curso de muy poquitos años, tres a lo sumo, las marcas chinas han capturado una cuota de mercado significativa. En México, por ejemplo, de no vender un auto hace cinco años, detentan hoy cerca de quince por ciento del mercado, y lo mismo ocurre en muchos mercados en el mundo. Las ventas domésticas de autos en China crecen a menos de seis por ciento, mientras que sus exportaciones superan tasas de veinte por ciento.

México es actualmente el séptimo mayor productor de autos del mundo, ligeramente detrás de Alemania, y es probable que en la próxima década ascienda a la quinta posición. En unidades exportadas México se encuentra en el lugar cinco, pero muy probablemente China, el sexto exportador, nos sobrepase en los próximos meses ante el vertiginoso empuje de sus marcas.

Una de las consecuencias de treinta años de tratado de libre comercio de Norteamérica es que México se ha convertido en uno de los nodos más importantes dentro de la industria automotriz global. Lo que ocurre en ese sector tiene impactos muy relevantes para nuestra economía: sobre su cuenta corriente, niveles de producción y de empleo. Sobre sus salarios.

Como pretendió ilustrar en esta nota, la industria está en una encrucijada inusitada, quizá tan importante como la que la transformó en los años setenta cuando Toyota renovó la manufactura fordista y puso al sector de cabeza. Las fuerzas que están forjando a este mercado son globales, muchas de ellas lejos del control de los mexicanos, así que debemos de ser astutos para sacar lo mejor de esta coyuntura.

domingo, 24 de marzo de 2024

La Ciudad de México: La Primera Capital De La Globalización

El mundo, tal como lo conocemos hoy, es muy reciente. Hasta 1492 América y el resto del mundo eran mutuas desconocidas. La conquista de América por los europeos, con sangre y fuego (y virus), produjo la primera globalización económica de la historia humana, y en ese proceso, la Ciudad de México se convirtió en la primera ciudad global. Eso vale la pena recordarlo hoy que nos sorprende el interés de nómadas digitales, artistas, o empresarios detrás. México inventó el “nearshoring” hace quinientos años, y su capital era el lugar en donde se cruzaban los caminos.

Un amigo muy joven me comentaba sobre lo asombroso que es ver colonias enteras de la Ciudad de México pobladas ya por extranjeros, en donde el inglés se escucha en calles y comercios cotidianamente. Pero esta Ciudad está acostumbrada al mundo. Sin exagerar, hace quinientos años, cuando Madrid, la metrópoli imperial, era un somnoliento pueblo ligado a la corte de los Habsburgos españoles, la Ciudad de México era la ciudad en donde confluyeron por primera vez, económicamente: Asia, Europa y América. 

La Ciudad de México se encuentra en medio de una comarca que fue riquísima en recursos naturales: agua, suelos fértiles, un clima ideal, bosques, fauna. El Anáhuac fue un lugar privilegiado de la geografía mundial para habitar y comerciar, así que cuando la capital novohispana se erigió sobre las ruinas de Tenochtitlán, y una vez que pudo controlar las inundaciones, la capital de la Nueva España fue, por derecho propio, y como centro del comercio de la plata y el comercio de bienes americanos, una de las ciudades más ricas del mundo durante muchas décadas.

Forzando una triste analogía, el influencer más notable del Siglo XVIII y XIX, Alexander Von Humboldt, al conocerla la llamó “la Ciudad de los Palacios”, denotando la fastuosa arquitectura de los ricos novohispanos asentados en la comarca.

Pero esos palacios estaban habitados por una aristocracia afluente, que convivían con una nobleza culta, con diestros artesanos que producían adornos para sus mansiones, con talleres que manufacturaban muebles y enseres para esa arquitectura imponente, con una sociedad desigual pero vibrante, multicultural, polifónica y globalizada.

A partir de 1565, con el descubrimiento de la corriente oceánica que aceleraba el viaje de Asia a América, el imperio español inicia la primera ruta de la globalización: el Galeón de Manila, o la Nao de China, que conectó por mar a Asia con Europa haciendo escala en Nueva España. La Ciudad de México fue la primera en concentrar el comercio de Asia, Europa y América. Venecia, Samarcanda, Teherán, habían sido ciudades que, en la Ruta de la Seda, concentraban el comercio Asia-Europa, pero tras el descubrimiento de América la Ruta de la Seda se colapsa, y la Ciudad de México fue el primer nodo del comercio global.

Durante dos siglos y medio, más de lo que México tiene como país independiente, la capital novohispana fue una de las ciudades más ricas del planeta. Si no es que la más opulenta. Por virtud de esa centralidad en el comercio global, sede del virreino productor de plata, y de la ceca que produjo la primera moneda global, la Ciudad de México fue poblada por migrantes de todos lados: europeos, filipinos y orientales, africanos esclavizados, en una sociedad mayoritariamente de indígenas americanos empobrecidos por el vasallaje virreinal, pero en donde también existía una aristocracia indígena que desde la conquista pactó con el poder español para derrotar a los aztecas.

La calle de Moneda, adyacente al Palacio Nacional, fundada en 1935, produjo desde sus inicios una moneda de tal calidad, que se convirtió en la primera moneda global, usada en Estados Unidos, China, Japón, Filipinas, Brasil, y en Europa Occidental. Las Columnas de Hércules y el lienzo con la leyenda Plus Ultra acuñados en el “Real de a 8”, se conocían en los confines del mundo, y de hecho, la estilización de ese reverso, es hoy el símbolo del dólar norteamericano ($, con dos columnas), vestigio del uso en las trece colonias americanas de la moneda acuñada en la Ciudad de México.

Los economistas tienden a pensar que la economía ocurre en un Excel. Que todo es flujos o balances, que la economía es una dinámica sucesión de asientos contables y ecuaciones diferenciales. No es así. La economía ocurre en un espacio y en un tiempo, y cuando los historiadores económicos describen la preminencia del Real de plata novohispano en el comercio global, deben de tener presente que todos esos reales se acuñaron en la ceca de México, en el edificio actualmente ocupado por el Museo Nacional de la Culturas, en la calle (por algo así llamada), de Moneda, en esta Ciudad de México.

Aquí en esta ciudad se acuñó la primera moneda global que fue medio de cambio aceptado en el mundo durante los siglos XVI al XIX. Ninguna ciudad hasta el advenimiento del dólar estadounidense, puede decir que fue el centro de la economía monetaria mundial. Sólo la Ciudad de México. 

Una rascadita en la historia de esta ciudad maravillosa nos ayuda a entender que los nómadas digitales de la Condesa, o el empresario del nearshoring no son ninguna novedad, son más la regla que la excepción en la historia de nuestra ciudad, la primera urbe global de la historia de la humanidad.

domingo, 10 de marzo de 2024

El Nearshoring ¿Qué, Quién, Cómo, Cuándo, Cuánto Y Dónde?

El proceso llamado “nearshoring”, en el cual las cadenas globales de producción se desplazan para estar más cerca de los lugares de consumo representa un cambio muy importante respecto de la forma en que la economía global se había acomodado desde el colapso de la Unión Soviética, cuando las empresas globales tuvieron la capacidad de instalar sus fábricas en países que les representaran menores costos y mayor flexibilidad laboral y normativa. China fue la gran beneficiada de ese momento, pero el “nearshoring” pudiera revertir esa tendencia, y países como México, Vietnam o de Europa del este podrían aprovechar esta oportunidad histórica.

El momento que dispara esta relocalización de las cadenas de producción globales fue muy probablemente la pandemia, durante la cual los Estados Unidos y Europa se vieron vulnerables ante la falta de suministro de equipo e insumos médicos fabricados en China que fueron retenidos por el gobierno de ese país para tender primero las necesidades sanitarias internas.

En ese momento los gobiernos de los países avanzados se percataron de la fragilidad estratégica que implica la globalización irrestricta. La búsqueda de la eficiencia y la rentabilidad incentivan la relocalización de la producción en regiones remotas a los centros de consumo, para dar a los accionistas de las empresas mayores márgenes de beneficios. Pero la pandemia mostró que ese criterio implicó una vulnerabilidad geopolítica peligrosa para los Estados de las economías más avanzadas.

¿Hasta qué punto el criterio de rentabilidad financiera puede prevalecer sobre la seguridad nacional? ¿Hasta qué punto la geopolítica es el límite de la globalización de la producción? ¿Puede el criterio de rentabilidad de las empresas individuales prevalecer sobre la vulnerabilidad de un país?

La respuesta a la pregunta anterior parece ser un no.

Aunque la rentabilidad se reduzca, aunque los productos sean más caros, aunque implique una reversión de la globalización como hasta ahora se había desarrollado, los Estados Unidos, Europa y Japón parecen estar incentivando una globalización distinta: más cercana, menos ambiciosa en  sus alcances geográficos, más segura en términos del acceso logístico, más amigable en términos de las alianzas geopolíticas.

En ese contexto destaca un grupo de economías particularmente bien posicionadas para aprovechar ese punto de inflexión en la globalización: Vietnam y los países de Indochina; algunas naciones del este europeo; y México y Centroamérica. 

El nearshoring ya está entre nosotros. Las noticias provenientes de múltiples puntos del país sugieren que muchas empresas están reaccionando para adaptarse a esta tendencia global. No nada más es un cliché, o la palabra de moda en los mercados y los círculos empresariales. La realidad del nearshoring está ya cincelando la economía mexicana. Dicho lo anterior, es difícil saber el quién, cómo, cuándo, cuánto y dónde del nearshoring en México.

Respecto del “dónde”, lo natural es que la zona más influenciada por el nearshoring sea el norte del país, cuya integración económica con los Estados Unidos haría que esta nueva etapa pareciera una evolución natural. Pero las noticias en esta etapa temprana del proceso indican que otras regiones del país, como el Bajío, la península de Yucatán, el Istmo de Tehuantepec y otras regiones no tradicionalmente ligadas al T-MEC, podrían estar integrándose también al nearshoring.

Respecto del “quién”, lo usual sería que fueran las empresas exportadoras, multinacionales extranjeras o mexicanas, las que se adhirieran a esta tendencia. Pero, de nuevo, las noticias hasta ahora indican que empresas locales, de talla diversa, están también siendo jaladas por este proceso de relocalización global de la producción. Empresas mexicanas proveedores directos o indirectos de esas cadenas globales, están viendo crecer sus pedidos y cartera de pedidos. El nearshoring parece ser el tipo de tendencias que alzan todos los barcos, una marea pareja.

El ”cómo” y el “cuánto” del nearshoring son difíciles de evaluar, al menos en este momento. A pesar de que las noticias sobre empresas y negocios influidos por esta tendencia son crecientemente comunes, es muy difícil saber cuáles son los canales precisos por los que esta nueva integración está operando en la economía nacional. Por ejemplo: ¿las empresas están moviendo sus fábricas de China a México? ¿O las fábricas ya existentes están ampliando sus líneas? ¿Las nuevas fábricas responden al nearshoring, o estaban ya planeadas como parte de los efectos del T-MEC?

Y la interrogante más crítica en este momento y el futuro es el “Cuánto”. El efecto del nearshoring, que ya está presente, extendido y claro ¿Será superficial, moderado, y somero? ¿O será cuantioso, intenso, extendido y profundo, al punto de modificar de forma estructural la economía mexicana en sus múltiples regiones? ¿el flujo de inversión del nearshoring podrá ser absorbido por la economía y mercados mexicanos con la estructura actual, o veremos cambios profundos en nuestra paridad cambiaria, tasas de interés de largo plazo, sector bancario y mercados laborales como resultado de esta tendencia? Por el momento las preguntas son más numerosos que las respuestas.

domingo, 3 de marzo de 2024

¿Tan Mexicano Como El Tequila?

El tequila se ha convertido en una de las bebidas más populares y vendidas en todo el mundo. Su popularidad viene creciendo de hace décadas, pues en los últimos años ha pasado de ser una bebida cantinera, a una bebida de élites, atrayendo a celebridades de Hollywood en donde tener su propia marca de tequila se ha convertido en un distintivo. El tequila y México se confunden en la cultura global, son casi sinónimos, por lo que a muchos sorprende el hecho de que ya únicamente una de las grandes productoras de tequila sea mexicana.

En efecto, el tequila ha dejado de ser un producto mexicano. De las diez mayores productoras en el mundo únicamente una, Becle, radica en nuestro país. Las otras nueve son trasnacionales de las bebidas, quienes han adquirido de manera agresiva agaves, haciendas, marcas y bodegas de este mezcal tan especial, para beneficiarse del creciente apetito entre los consumidores del mundo.

Van algunos ejemplos: el famoso tequila “Don Julio”, es propiedad de la inglesa Diaego; el muy popular “Cazadores”, le pertenece a la bahamesa Bacardí; la japonesa Suntory Beverage es dueña del legendario “Tequila Sauza”, mientras que la estadounidense Brown-Forman posee las tan tradicionales “Herradura” y “El Jimador”.

Únicamente Becle, la destiladora de “José Cuervo”, y “1800”, sigue siendo una empresa mexicana, mayoritariamente en manos de la familia Beckman. Becle es la mayor productora de Tequila del mundo, casi triplicando al volumen vendido por la inglesa Diaego. Becle tiene otra característica notable, fundada en 1758 es también la compañía en operación más antigua de todo México. De hecho, su fundación ocurre cuando este territorio aún se llamaba Nueva España. Los Beckman son descendientes directos del mítico fundador, José Cuervo, y es la onceava familia de la dinastía en manejar la empresa. Becle es una de las pocas compañías de países desarrollados en rivalizar con las grandes multinacionales de la bebida, las cuales controlan el mercado global.

La segunda mayor productora de tequila es la mayor compañía de bebidas alcohólicas en el mundo, Diaego, la cual adquirió el tequila Don Julio en 2015, y le compró al actor George Clooney su tequila “Casamigos” en 2017 por mil millones de dólares. 

Fundada originalmente en Cuba, pero ahora radicada en Bahamas, Bacardí compra el tequila “Patrón” en 2018, la cual es la segunda marca de esta bebida más vendida en el mundo.

Uno de los tequilas más emblemáticos de México, “Tequila Sauza”, fundada en 1876, y una de las marcas más antiguas de nuestro país, fue adquirida por la japonesa Suntory Beverage, la cual es dueña también de tequila “Hornitos”. La estadounidense Brown-Forman también se hizo con un pedazo de nuestra historia al adquirir en 2007 otra de las más antiguas bodegas, “Herradura”.

El tequila es un mezcal. De agave azul y producida en ese pueblo de Jalisco bajo un método característico. El mezcal a su vez se está convirtiendo en otro sector más de la producción nacional devorado por las multinacionales que adquieren destilerías y marcas para atender el creciente gusto de los consumidores globales por las bebidas mexicanas. Tenemos la idea de que, a diferencia del tequila, el mercado del mezcal es artesanal y atomizado. No es ese el caso, todas las multinacionales de las bebidas tienen enormes inversiones en el mezcal, desplazando a las marcas locales a billetazos.

Tristemente el tequila sigue la lamentable tendencia de la industria cervecera o los bancos mexicanos. Las marcas que los mexicanos hicieron tan exitosas, como Corona o Tecate, fueron compradas por extranjeros ante el desinterés de los empresarios locales por mantenerlas y operarlas, abandonando la idea de tener empresas mexicanas globales que adquieran, en lugar de ser adquiridas; que manejen, en lugar de ser manejadas; haciendo de las marcas locales un nombre más en el portafolio de las extranjeras, en vez de proyecten a México en el mundo.

Las escuelas de negocio y finanzas sostienen que lo que importa es que el tequila se produzca, que de empleo y que se exporte, que no importa el origen del capital. Si Don Julio se produce en Jalisco y se exporta al mundo da igual quién es el dueño. No es el caso.

Que las empresas de tequila, o de nuestras cervezas, sean mexicanas significa que las ganancias se quedan en México, y no en el extranjero, haciendo más rico nuestro país. Pero hay algo más importante. Si aquí se toman las decisiones respecto de cómo cultivar y cómo mercadear el tequila, el capital humano alrededor de esas empresas se genera, se enriquece y se extiende en nuestro país, creando el talento, los recursos y la visión para crear mayores empresas.

Es triste que muchos empresarios mexicanos exitosos renuncien a construir compañías globales que proyecten a nuestro país hacia el mundo. Los dueños de Cervecería Modelo, o los de cervecería Cuauhtémoc, por ejemplo, también los dueños de Banamex y Bancomer, prefirieron la comodidad de venderse a empresas extranjeras antes que seguir construyendo marcas globales que pudieran aportar ganancias, empleos y orgullo a sus connacionales. Qué lástima.

sábado, 24 de febrero de 2024

Wall Street: La Envidia A Nvidia

Lo de moda estos días es la inteligencia artificial (IA). Todo lo que parezca o huela a IA tiene el favor de los inversionistas, quienes están vertiendo miles de millones de dólares en el puñado de compañías que encabezan esta nueva ola de innovación tecnológica que, de acuerdo con muchos, está en el borde de transformar al mundo y su economía. Pocas empresas sintetizan este momento, como Nvidia, la fabricante de chips para procesar los algoritmos de la IA, que se ha convertido (la aliteración es inevitable), en la envidia de todo Wall Street, subiendo como la espuma y rompiendo marcas de ingresos y ganancia sin interrupción.

Hasta hace un par de años Nvidia era una fabricante de chips para gráficos, como los usados en los videojuegos,y con poca presencia en el mercados de computadoras, servidores o telecomunicaciones. Pero la complejidad para procesar las gráficas resultó ser muy apropiada cuando los algoritmos de la IA alcanzaron la etapa comercial y comenzaron a encontrar sus aplicaciones en la economía.

La irrupción de la IA ha sido súbita, amplia y profunda, y la demanda por equipos que soporten esas soluciones ha explotado, creando un mercado nuevo y gigantesco para los fabricantes de chips especializados. La empresa mejor posicionada para enfrentar este abrupto incremento de demanda ha sido Nvidia, la cual goza en este momento de un momento eufórico en la bolsa de Nueva York.

En los últimos dos años las ventas de Nvidia se han quintuplicado, mientras sus ganancias se han multiplicado nueve veses, superando las expectativas de los inversionistas más optimistas.

El alza resultante en el precio de las acciones de Nvidia, la ha convertido en la tercera mayor empresa del mundo por su valor de mercado, solo detrás de los gigantes Microsoft y Apple, superando la marca de los dos billones de dólares, empujado por los inversionistas que apuestan que Nvidia será el siguiente gigante de Silicon Valley, por encima de Google, Facebook y Amazon.

Como siempre que aparecen milagros financieros como este, la pregunta inevitable es qué tanto de ese rally pasmoso es justificado por el incremento real en sus ventas e ingresos, y que tanto es el frenesí especulativo propio de una burbuja financiera.

En 2022 la acción de Nvidia llegó a caer 65 por ciento de su máximo, acompañando al resto de las empresas del sector de semiconductores, las cuales estaban siendo afectadas por uno de los típicos ciclos de altos inventarios que son comunes en esta industria, los cuales dependen de las expectativas de sus clientes en el resto de la economía, como la industria de telecomunicaciones, de computadoras, videojuegos, la militar o la automotriz.

Nvidia es una empresa de semiconductores. Por mucho que produzca los chips necesarios para la IA, no puede escapar a la ley de la gravedad económica que afecta a esta industria, sujeta a agudos ciclos de inventarios desde su creación. La forma en que el precio de Nvidia ha remontado implica que los inversionistas creen que la economía ha cambiado, y que lo que suele caracterizar a este sector desde su nacimiento ha dejado de aplicar. Creen que todo lo que tiene que ver con la IA es un mundo nuevo al cual no le aplican los ciclos económicos.

Pero hay una ley económica a la cual ni Nvidia ni nadie puede escapar: la competencia.

El enorme crecimiento de las ventas y las gigantescas ganancias de Nvidia son al mismo tiempo, el inicio de su final, pues atraerán ineluctablemente a competidores que buscarán una rebanada del suculento pastel que significa la economía de la IA. La historia es infalible: IBM fue la pionera en la fabricación de computadoras, un mercado del que ya desapareció; Yahoo fue el pionero en el mercado de buscadores de internet, en donde Google es el rey ahora; Nokia y Blackberry fueron los líderes innovadores en el mercado de teléfonos móviles, en donde hoy Apple gobierna; Tesla ha dominado por años el mercado de autos eléctricos, de donde la china BYD la ha desbancado, tumbando el valor de la acción recientemente; Intel dominó la industria de chips por décadas, hasta que llegaron TSM y Nvidia.

No hay modo. Lo mismo ocurrirá con el mercado de chips de Nvidia. Quizá la empresa siga siendo un jugador dominante, quizá incluso siga siendo la líder. Pero el actual monopolio sobre las ventas y ganancias del mercado de IA será la causa para que la competencia fiera comience el asedio de la líder.

La nueva economía que producirá la IA disparará una demanda por equipo, bienes y servicios relacionados que expandirán a la economía estadounidense primero, y al resto del mundo después, por las siguientes décadas. La escala y profundidad de esta revolución nos es desconocida, pero casi seguramente la sacudida será más amplia y honda que la de la computadora, el internet o la comunicación móvil de décadas pasadas.

Pero innovar, producir, implementar y vender la IA necesita dinero. Mucho dinero. Y quienes tienen dinero, muchísimo dinero son las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley: Apple, Microsoft, Google, Facebook y Amazon. La nueva economía tendrá una muy vieja característica: la concentración en un puñado de gigantes que serán aún más colosales, comprometiendo incluso la soberanía de los Estados nacionales.