sábado, 25 de abril de 2020

La Inmunidad Peligrosa De Wall Street

El nuevo coronavirus se comporta de manera misteriosa. Nadie sabe aún por qué parece ser que para la gran mayoría inflige un padecimiento apenas perceptible, pero a una aparente minoría de los infectados los lleva a la muerte. Nadie sabe aún que, y cuánto tiempo, necesitaremos para lograr un grado aceptable de inmunidad, pero lo que si está claro es que hay alguien que se ha hecho inmune a sus estragos: Wall Street, en donde los mercados han subido de manera desconcertante. Pero tal inmunidad es peligrosa, pues puede acabar de manera violenta, de nuevo.
Los datos son impresionantes. Tras hundirse a los mínimos de este año el 23 de marzo, los mercados se han disparado un veintitres por ciento hasta el cierre del viernes pasado. Es decir, estamos de nuevo en un mercado alcista, en un bull market (definido como más de veinte por ciento por encima del mínimo). El mercado bear, o bajista desapareció, pues apenas estamos dieciseis por ciento por debajo del máximo histórico presentado en febrero de este año, antes del derrumbe provocado por la pandemia.
Jeff Gundlach, uno de los inversionistas más hábiles del mercado, hacía este sencillo cálculo. A tasa anualizada, la economía de los Estados Unidos probablemente se hunda casi quince por ciento promedio en el primer semestre de 2020. Si el mercado sólo se ha caído dieciseis por ciento, entonces el mercado esta hoy igual de caro, igual de fastuosamente valuado que a inicios de año, cuando nadie sospechaba de la pandemia y Wall Street surcaba rumbo a nuevos récords históricos con la máxima facilidad. 
Creo que Gundlach está en lo correcto. El mercado en este momento está tan caro como lo estaba en enero. Es decir, carísimo, y está apostando que los casi catorce billones de dólares que la Fed, los bancos centrales del mundo y los gobierno de EEUU y los países avanzados han inyectado, lograrán el milagro de que en unas muy pocas semanas, la pandemia haya terminado, los países se reabran a lo cotidiano, y que la vida y los negocios regresen a la normalidad que conocíamos, todo eso y más, en en unos instantes. Wall Street está apostando a que, sin duda alguna, lo que estamos viviendo es un mal sueño, y que estamos apunto de despertar y ver que el sol brilla luminoso.
La muestra más palpable de ese demencial optimismo que desbordan los inversionistas, quienes están usando parte  del dinero de los rescates para comprar acciones que ellos consideran baratas, y no lo están, es el sector de viajes y turismo, el cual ha repuntado casi treinta por ciento desde sus mínimos del 23 de marzo, y que, no hay duda alguna, no verá ninguna recuperación significativa hasta muy tarde el 2021, en el mejor de los casos. Pero el mercado está pagando por sus acciones como si millones de personas ya mañana regresan a los cruceros, a los parques temáticos, y a los tours por Europa.
Difícilmente será el caso. Lo que veremos las próximas semanas, y peor, los próximos meses, será el reflejo sobre los resultados e ingresos de los compañías en todo el mundo (con algunas excepciones, como Amazon), de la más brutal crisis económica de los últimos noventa años. 
No es necesario ser un oráculo, o feligrés sibilino para saber que es lo que viene: un desplome en caída libre y generalizado, de las ventas y las ganancias de la gran mayoría de las empresas en el mundo. Con pocas excepciones, como algunas ligadas al sector tecnológico, las ganancias corporativas, los dividendos a distribuir, las perspectivas de los negocios, se abismarán como lo está haciendo la economía en su conjunto, dentro de la fosa económica más profunda y oscura desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado.
¿Puede Wall Street seguir immune a esta pandemia y seguir subiendo y subiendo como lo ha hecho las últimas cuatro semanas, cegada por el velo de trillones de dólares de subvenciones públicas y crédito a tasas cero a toneladas por parte de los bancos centrales, a la enorme calamidad y penuria que el empleo, los ingresos, y la actividad de los negocios están sufriendo y sufrirán al menos dentro de los próximos seis meses?
Puede ser que si. Pero si yo tuviera que apostar, diría que Wall Street pagará caró su excesivo y desbordado optimismo, al cual es fácilmente proclive, y se hundirá de nuevo rumbo a los mínimos.

miércoles, 22 de abril de 2020

Bonos Perpetuos Para Financiar La Salida De Esta Crisis

Contratar deuda hoy es comprometer los ingresos de nuestros hijos y nietos. Cierto. ¿Pero qué ocurre en el caso en que, de no contratar deuda hoy, no sobreviviremos, y por tanto, como en el Terminator, no existirán nuestros hijos y nietos? No es exagerado decir que la lucha contra la pandemia del Covid es de vida o muerte, y que debemos de usar todos los recursos disponibles para ello, así que financiar con deuda esta emergencia tiene completo sentido, máxime si, como algunos lo están proponiendo, esa deuda no se va a pagar nunca.
La definición de una deuda es un compromiso que algún día tenemos que pagar. Pero existe una clase de instrumentos para los que ese día nunca llega. No existe fecha de vencimiento y por tanto no se pagan nunca. Son los llamados “bonos perpetuos”. Creados en el siglo XVIII por el gobierno británico, si bien no son una forma usual de financiamiento actualmente, en el pasado ayudó a los gobiernos a salir de situaciones económicas difíciles, por una sencilla razón: la deuda no se salda nunca, sólo se pagan los intereses.
Idealmente un inversionista busca instrumentos para su perfil. Un joven que quiera invertir para su retiro buscará bonos de muy largo plazo, de 30 años por ejemplo, para invertir allí y contar con el principal y los intereses reinvertidos en su retiro. Pero un inversionista que esté ya cerca del retiro buscará bonos de menor plazo, de cinco años o menos, pues su esperanza de vida no lo permite invertir en bonos de 30 años.
¿Quién entonces, en su sano juicio, invertiría en un bono perpetuo? ¿En un bono que se pagará hasta el fin de los tiempos, y sólo pagará intereses por toda la eternidad? La respuesta es obvia, pero no evidente: alguien que viva una vida infinita. Alguien que nunca muera.
En las economías modernas tales inversionistas eternos no únicamente existen, sino que son los más importantes del mercado: los fondos de pensiones, como las Afores mexicanas. Un fondo de pensión es un inversionista que tiene una vida infinita, y por tanto sus necesidades de inversión se extienden hasta el fin de los tiempos. Mientras existan personas que trabajen y coticen, una Afore invertirá, se le pagarán intereses, y ésta los pagará a sus clientes, los trabajadores que le han confiado el manejo de sus ahorros para el retiro. Como nunca hay un último trabajador para el conjunto de los fondos de pensiones, siempre habrá la necesidad de tener bonos en que invertir para tener flujo para pagar las obligaciones de la Afore, el retiro de una generación infinita de trabajadores.
En la actual circunstancia, con las necesidades fiscales de los gobiernos estresadas al máximo debido a la emergencia sanitaria, la emisión de bonos perpetuos podría encontrar sin problema su inversionista ideal, su media naranja: los fondos de pensiones. 
La idea de emitir bonos perpetuos para financiar los enormes gastos que significan y significarán el combate de la pendemia y luego, reactivar el gasto público para salir de una mega depresión económica sin paralelo histórico, está ya puesta sobre la mesa. En España es la propuesta que la izquierda en el gobierno ha llevado a la Unión Europea como la alternativa para financiar el tremendo peso fiscal que significa la actual emergencia y la depresión económica que viene.
Porque la propuesta tiene un giro interesante en estos días en que las agencias calificadoras atestiguan el disparo de la deuda pública de los Estados nacionales, deseperados por financiar la lucha contra la pandemia. Si un bono no se paga nunca ¿Es deuda? Si empresto cien pesos pero nunca tengo que pagarlos ¿los debo? ¿tengo una deuda? Tengo la obligación de pagar los intereses y eso implica que tengo una deuda. Pero si no tengo que pagar nunca el principal, ¿Me cuenta dentro del saldo de mis obligaciones como un crédito que tengo que pagar en un año?
Situaciones extraordinarias requieren soluciones extraordinarias. Y la solución de los bonos perpetuos, para la cual existe un mercado natural, que los recibiría muy bien, es una opción que deberíamos de discutir con mucha seriedad. Pues lo necesitamos.

sábado, 18 de abril de 2020

El Rescate: Cantidad Y Oportunidad

Los mercados financieros del mundo han tenido el regreso de las profundidades más rápido de la historia. Así como tuvieron la caída en mercado bear más rápida, han tenido un regreso desconcertante. La explicación no es muy difícil: entre el gobierno de los Estados Unidos y la Fed, van a inyectar más de cuatro billones de dólares, casi veinte por ciento del PIB. Y si sumamos lo que inyectarán los otros gobierno, quiza lleguemos a un veinticinco por ciento del PIB global. Pero tan importante como la cantidad, ha sido la oportunidad con que el rescate ha sido implementado.
Los datos inmediatos sobre los efectos del parón económico por la pandemia son pavorosos. En Estados Unidos tan solo, se han destruido casi 22 millones de empleo en tan solo un mes de encierro en casa. Tal cifra es equivalente al número de empleos creados en ese país en los últimos diez años. Si eso muestran los datos oportunos de la economía más fuerte del mundo, ¿qué cabría esperar cuando veamos los datos definitivos de economía emergentes, o de la nuestra, tan dependiente de la economía estadounidense? Un profundo crater provocado por un colosal meteoro sobre la superficie de la economía global y local.
En los Estados Unidos ya todos los hogares están recibiendo un cheque, o transferencia, por parte de la autoridad fiscal (el IRS), para ayudar a las familias a quedarse en casa, múltiples empresas pequeñas, medianas y grandes están recibiendo subvenciones o créditos para sufragar la nómina de manera temporal para preservar el empleo, lo mismo en Europa en donde, por ejemplo, los Estados están cubriendo el gasto de nómina en aerolíneas, empresas de turismo y de servicios, para que las empresas, si bien cerradas y perdiendo mucho dinero, eviten despedir trabajadores y estos sigan recibiendo ingresos durante la forzada cuarentena.
La reacción de los gobiernos ha tenido una característica casi generalizada: ha sido de una escala sin precedente, obviando las reglas fiscales existentes y echando mano de los profundos ahorros privados disponibles en los mercados de capitales (en forma de pensiones, por ejemplo). Pero ha habido una diferencia cualitativa importante: la oportunidad ha sido asimétrica.
La reacción de China por ejemplo, fue lenta no nada más en aceptar la gravedad de la pandemia, sino que esa lentitud llevó a postergar la aplicación del apoyo económico y financiero. La consecuencia fue dramática: la economía china se hundió 6.8 por ciento en el primer trimestre del 2020. La primera caída del PIB de esa formidable economía en más de cuarenta años. La oportunidad ha demostrado ser clave. Y la explicación es sencilla de entender.
La economía funciona de manera similar al cuerpo de un ser vivo, con sus órganos y sistemas integrados en un todo, operando de manera que a veces no comprendemos del todo. Pero los médicos saben una cosa: que la oportunidad en el tratamiento es fundamental para sanar a un enfermo.
Una persona con cáncer detectado en las etapas iniciales tiene una muy alta probabilidad de sobrevivir, y el tratamiento será relativamente práctico y económico. Un paciente con cáncer muy avanzado tendrá por el contrario, los momios para sobrevivir en contra, y un tratamiento complejo y costoso no garantiza siquiera la sanación exitosa.
Así las economías cuando algo similar a un cáncer fulminante o un infarto las aqueja. En un infarto, lo sabe todo cardiólgo, los primeros segundos y minutos son absolutamente escenciales en la probabilidad de sobrevivencia del paciente. Actuar con la dosis suficiente de remedio, y en la oportunidad precisa, es el secreto de todo tratamiento: así en la medicina, como en la economía.
Dejar medidas para más tarde puede ser fatal para una economía. Es más viable y sale más barato evitar que las compañías quiebren a sacarlas de la quiebra, es más fácil y económico evitar el desempleo que localizar a los desempleados y volverlos a emplear. Los datos finales mostrarán, cuando llegue el momento, la diferencia entre las economías que reaccionaron a tiempo, y quienes no lo hicieron.

jueves, 16 de abril de 2020

Economía Del Terminator: El Móvil En La Sociedad Inmóvil

Este es el momento que las empresas tecnológicas habían estado esperando. El momento en que el mundo se paraliza, sin saber qué hacer. El momento en que todo se derrumba, la vieja economía se colapsa, para que esa nueva economía que ellas han venido construyendo desde hace tres décadas, surja de una manera contundente, sorpresiva, demoledora, como la nueva forma en que el mundo debe gestionarse. Si. Mientras todo se derrumba, las acciones de las empresas tecnológicas surcan rumbo a nuevos máximos.
Con la economía global detenida, quedándose en casa para tratar de aplanar la curva de infecciones de covid-19 y evitar así desbordar por completo la infraestructura de salud existente y que no fue planeada para tratar al mismo tiempo a millones de infectados, las empresas tecnológicas no nada más han permanecido incólumes sino que están floreciendo como nunca antes.
Con el mundo quedándose en casa, los víveres se surten a través de plataformas de entrega a domicilio, los artículos llegan a casa a través de Amazon, los trabajadores de servicios, que representan la mayor parte del empleo global, se comunican a través de plataformas de trabajo por video generadas por Microsoft, Google, Zoom, Ali Baba, etc.
Las aplicaciones de entretenimiento en casa, que súbitamente tienen, literalmente a medio mundo cautivos en sus casas, están floreciendo como nunca: Activision, Roku, Netflix, Disney, despegan en ventas y precio de sus acciones mientras que los operadores de cines, de restaurantes, las cadenas de deportes, la de parques temáticos, se desploman irremediablemente al quedarse todo el mundo en casa.
Este es el mundo para el cual las tecnológicas se habían preparado: un mundo en que la vieja economía, la del contacto personal, la del traslado físico, la de los intercambios materiales, la del apretón de manos, falla y se derrumba. Mientras la vieja economía falla, son las máquinas, los algoritmos, las conexiones virtuales, el entretenimiento a distancia, lo que funciona.
Basados en la infraestructura de telecomunicaciones densa y sólido construida por las empresas telefónicas las últimas décadas, y a partir de la oleada de geniales desarrollos salidos de Silicon Valley, la nueva economía, la de la imparable y aparentemente invulnerable tecnología, se ha revelado sin duda, como el motor económico del mundo.
Las aerolíneas, los hoteles, los restaurantes, los conciertos, el entretenimiento en vivo, el trabajo directo, se ha paralizado, la economía tradicional está siendo masacrada por el parón económico del virus. Pero la que hasta ahora hemos llamado la economía virtual, está mostrando que es lo más real que existe.
Nuestro trabajo es virtual, nuestro entretenimiento es virtual. No tenemos que ir al banco para sacar dinero para comprar cosas y consumirlas. Podemos hacer todo eso desde nuestro teléfono móvil sin movernos (vaya ironía) desde nuestro sillón en donde estamos sentados viendo al coronavirus pasar por la calle. El teléfono móvil florece mientras la sociedad se ha quedado inmóvil.
La victoria de esta nueva economía móvil, sobre la inmóvil economía tradicional se ve muy claramente en el mercado: el Nasdaq sube mientras el Dow Jones se despedaza. Las acciones de las aerolíneas, los bancos, las otrora poderosas petroleras, las empresas tradicionales, se despedazan, mientras Amazon arrasa nuevos máximos históricos, junto con Netflix y Roku. Las acciones de Microsoft fueron las únicas que ganaron en los 12 meses concluidos en marzo entre todas las acciones del S&P 500. 
Todas las acciones de empresas que nos sirven para movilizarnos mientras estamos inmóviles, se han separado del resto y una parte del mercado, esas empresas gestionadas en una serie de valles fértiles en California, que conocemos genéricamente como Silicon Valley, están mostrando cómo sus inventos, sus creaciones, sus ideas convertidas en inofensivos iconos en nuestros artefactos móviles, son los que están moviendo este mundo inmóvil, paralizado por el azote del coronavirus. Hegel decía que lo real es racional. Hegel en Silicon Valley diría: lo virtual es racional. Si no miren al Nasdaq.

sábado, 11 de abril de 2020

¿A Quienes Rescata El Rescate?

Los gobiernos de todo el mundo están inyectando billones de dólares, en una escala histórica, para tratar de amortiguar el efecto económico de la pandemia. Es lo que se debe de hacer: evitar en lo posible que la crisis sanitaria se convierta en una crisis económica. Pero rescatar no es fácil. Cualquier rescate económico tiene que atender tres aspectos: el económico, el humano y el moral. Por eso es muy necesario preguntarnos: ¿A quiénes recata el rescate?
El primer aspecto que debemos de resolver es: ¿de dónde saldrá el dinero para financiar el rescate? La respuesta debe de ser: de donde sea, si es necesario incrementar la deuda pública para evitar hoy un daño económico que nos saldrá mucho más caro remediar mañana, que sea con deuda pública. ¿Deben de preocuparnos las calificadoras? Por supuesto, pero dado que casi todos los países del mundo incrementarán su deuda, y que tras la emergencia sobrevendrá una recuperación económica sólida, los ratios de deuda se estabilizarán en términos relativos. Si es necesaria más deuda, venga.
Una vez atendidas las fuentes del rescate debemos de atender lo siguiente: ¿a quién rescatar? Porque existen al menos los tres criterios enunciados en el primer párrafo para implementar un rescate.
Atendiendo al criterio económico, el rescate debe de atender a aquellos sectores que más aportan a la economía: el sector servicios, la manufactura e industria, o la agricultura. El principal exportador de Estados Unidos es Boeing, el de México, la industria automotriz; Wal Mart es el mayor empleador en los dos países. México cuenta con un sector exportador muy amplio y que proporciona buena parte del empleo nacional; aunque el empleo se concentra sobre todo en millones de empresas medianas y pequeñas que propocionan toda clase de servicios, desde alimentos, hasta diseño de alto valor, pasando por seguridad, construcción y contabilidad, entre centenares de otros rubros.
El uso de fondos públicos para apoyar al sector privado, pues tal cosa es el rescate, debe ser entonces muy cuidadoso a la hora de actuar. Debe de maximizar el impacto que tenga sobre la preservación de empleos identificando, dentro de las empresas en los sectores que más sufren por el encierro sanitario (turismo, servicios de comida, hospedaje y turismo, por ejemplo), a aquellas que más urgencia tienen y que más empleos pueden preservar.
Habrá sectores como por ejemplo, supermercados, farmacias, telecomunicaciones y entretenimiento en casa, que no requieran un rescate inminente, y otros, como los bancos e instituciones de crédito, que de prolongarse demasiado el encierro comiencen a sufrir un detrioro importante en sus balances. Por eso el rescate debe de tener etapas, calendarios, objetivos claros, fases delimitadas, y reglas precisas.
Porque de lo que se trata no es de rescatar empresarios, sino de proteger el empleo que dan las empresas. El rescate de más de dos billones de dólares instrumentado por Estados Unidos por ejemplo, incluye apoyos a propietarios de jets privados, subsidiando sus vuelos, y apoyos a hoteles y resorts de super lujo para que no quiebren. Tales barbaridades no sorprenden viniendo de un vivales, abusivo y gandalla como Donald Trump. Para eso no deben de usarse recursos públicos por supuesto.
En una franja muy amplia, el criterio económico y el humano de cualquier rescate se empalman: una proporción muy significativa del empleo se encuentra en las pequeñas y microempresas, y en el auto-empleo. Si el rescate lo que quiere es preservar el empleo para así cuidar los ingresos y evitar una depresión económica, es allí en donde debe de concentrarse. En economías desarrolladas, en donde la mayor parte de la población está formalizada en los padrones fiscales y bancarizada, es relativamente fácil hacerles llegar los subsidios temporales para que se queden en casa y se logre aplanar la curva de la pandemia.
Pero en países en donde la economía formal predomina, una parte crítica de la población no tiene esa calidad formal ni está bancarizada, así que es muy difícil hacerle llegar de manera electrónica cualquier transferencia o subsidio. Es allí en donde el rescate adquiere dimensiones humanas y éticas: no nada más debemos de hacer un rescate eficiente, sino un rescate humano, y bueno.

miércoles, 8 de abril de 2020

El Mundo Empachado De Petróleo: ¿Veremos Precios Negativos?

¿Qué significa que el barril del petróleo tenga un precio negativo? Que las petroleras paguen a sus clientes para que vengan y se lleven el petróleo. ¿Tal locura podría ocurrir? Si, en un escenario que, en esta situación global disparatada, no es nada disparatado. Si hay demasiado petróleo almacenado, y no hay demanda, quizá sea más barato para las petroleras pagar porque se las lleven que seguir almacenándolo. Quizá no lleguemos a ver tal anormalidad, pero lo cierto es que el mercado petrolero está sobre saturado.
Como todo precio, el del barril del petróleo se determina por la oferta y la demanda, y ambos lados de la ecuación juegan para que los precios del petróleo estén en los menores niveles en dos décadas.
Por el lado de la oferta, árabes y rusos, los dos mayores exportadores, están enfrentados en una guerra de desgaste para no ceder sus cuotas de mercado global, y quieren tronar a los productores de mayor costo (en especial al shale oil estadounidense), los cuales han inundado en años recientes el mercado a sus costillas. La guerra en el olimpo petrolero, disparada hace casi un mes, no amaina, así que existe una sobreoferta de petróleo en el mercado.
Pero el factor más complicado en este momento es el lado de la demanda. El lado de la oferta está en manos de los jeques árabes y de Vladimir Putin, quienes podrían llegar a un acuerdo eventualmente. Pero el lado de la demanda está en manos de un virus, que tiene parada a la economía global en un encierro que quizá se prolongue por meses aún.
Un tercio de la humanidad, y el tercio con el mayor poder de compra y por tanto, el tercio más relevante para la demanda de combustible, se encuentra casi encerrada en sus casas debido a la pandemia del Covid-19. La demanda de combustible para vehículos se ha disminuido en un 70-75 por ciento de acuerdo con algunas estimaciones; mientras que la demanda para turbosina se ha desplomado a niveles mínimos. 
De acuerdo con estimaciones de Oil Markets, una firma de análisis del mercado de crudo, la demanda está cayendo a una tasa de 10 millones de barriles por día. Ese monto es el volumen producido por Arabia Saudita. Dicha tasa, de continuar un mes más, implicaría una contracción del mercado sin ningún precedente en la historia económica mundial, con consecuencias devastadoras en toda la cadena de valor de la industria.
Los proyectos de exploración, que se hacen con un horizonte de treinta años; los de perforación, que planean con al menos dos años de antelación; los de producción, con un horizonte de uno o dos años; los de almacenamiento, que deben de anticiparse una década; hasta los de distribución y venta, que deben de planearse en un horizonte de meses, están siendo completamente revolcados, puestos patas para arriba con un precio del petróleo por debajo de los veinte dólares.
El primer efecto, que ya está materializándose, es el de sacar del mercado a los productores menos eficientes, a aquellos con los costos de extracción más altos. El miércoles pasado, uno de los pioneros del petróleo shale en Estados Unidos, Withing Petroleum se declaró en bancarrota, iniciando lo que probablemente sea una cadena de quiebras en este sector para cuyas empresas, con cotos cercanos a los 35-40 dólares, ya no es rentable ni factible producir con el precio del barril por debajo de los veinte dólares.
Las petroleras shale y las de altos costos recurrieron al endeudamiento para aumentar su capacidad cuando los petroprecios estaban altos, y a los actuales precios no recuperan ni los costos de extracción, y por lo tanto no tienen capacidad de seguir pagando sus créditos.
El mundo está empachado de petróleo. No tiene caso seguir produciendo cuando nadie compra en las gasolineras, y los almacenes están llenos de crudo. Los buque tanques están varados en alta mar repletos de crudo, así que no es descabellado esperar que de repente alguien pague por que le quiten sus barriles de petróleo de la cadena de valor.

domingo, 5 de abril de 2020

Lo Normal Ya No Es Lo Que Era Antes

Las agencias calificadoras están degradando las notas crediticias de Estados y compañías por todo el mundo como consecuencia del apretón de flujo resultante del parón económico provocado por la emergencia sanitaria. Si solo un país fuera degradado en su calificación crediticia, ese país debería de preocuparse, pero si el conjunto de emisores están experimentando degradaciones, entonces los inversionistas no escaparán de ese país para irse a otro si todos están siendo degradados. Tal es un ejemplo de la nueva normal en los mercados financieros del mundo.
Lo que somos es siempre en relación con los otros. Una persona alta en México puede ser una persona baja de estatura en Holanda, el país con la mayor estatura promedio del mundo. Lo mismo en economía y en las finanzas globales: una caída del PIB de cuatro por ciento parecería catastrófica, pero no en un contexto en donde las economías similares se hunden ocho por ciento. Una degradación de la calificación debido a un incremento de la deuda pública de un país podría parecer demeritorio, pero no lo es si se encuentra en un contexto en donde economías similares, incluyendo sus principales competidores en el mercado global, están teniendo que hacer lo mismo para combatir la pandemia.
La economía global ha dejado de ser normal en el sentido en el que estábamos acostumbrados hace cuatro semanas: las economías con poca deuda ya no son vistas necesariamente como virtuosas, en un contexto en donde todas, encabezadas por Estados Unidos y China, han requerido aumentar sus déficits y financiarlos con deuda pública para combatir la pandemia y amortiguar la terrible depresión económica y el colosal desempleo que se nos viene encima.
En períodos convulsos lo extraordinario se convierte en norma. Los mejores guerreros (pienso en Roberto Fierro, el ejecutor de Pancho Villa) en medio de una conflagración son personas que en condiciones normales estarían en la carcel. Las guerras, las catástrofes naturales, las pandemias, necesariamente invierten el orden de la normalidad. Lo que era normal estorba, y lo que antes era un estorbo se convierte en lo normal.
Y en este sentido el mundo ha cambiado ya, y cambiará mucho más, a partir de la disrupción más violenta que el mundo ha conocido desde la segunda guerra mundial. El enemigo esta vez es microscópico, y no las feroces divisiones alemanas y los ejércitos del Eje, pero la mortandad puede ser igual o peor si no echamos mano de los recursos que la ciencia, la tecnología, y las finanzas modernas ponen a nuestra disposición.
Y dentro del arsenal financiero con la que familias, empresas y gobiernos, cuentan, son mercados profundos, sofisticados, y en este momento con la liquidez suficiente para financiar esta emergencia, apoyados por la torrencial inyección de los bancos centrales de todo el mundo, quienes han abierto la ventanilla para proveer los fondos suficientes para activar el crédito.
La lucha contra la pandemia implicará, y ya implica, que el tamaño del sector gobierno dentro de la economía crecerá. No únicamente porque incurrirán en déficits e incrementarán su deuda, sino porque deberán de aumentar su rol en sectores críticos que décadas de desregulación y privatización habían abandonado: notablemente en el sector salud, pero también en sectores como la infraestructura, la investigación y desarrollo, la producción de conocimiento científico y patentes, y la educación superior y la investigación especializada, entre muchos otros.
Una de las víctimas inmediatas de esta pandemia entonces deberá de ser el neoliberalismo: la necedad de insistir en un gobierno mínimo, con reglas fiscales innamovibles y conductas monetarias grabadas en piedra. Esta terrible crisis ha demostrado lo deseable que los gobiernos cuenten con la flexibilidad para contraer y expandir sus balances y sus abanicos de opciones dependiendo de la situación, y del enorme valor que tiene que el Estado desarrolle un sector salud y de desarrollo científico como un activo estratégico. La nueva normal será ésta, a despecho del neoliberalismo, que prohijó un Estado escuálido, la pandemia nos ha revelado la importancia crítica de un Estado fiscal y operativamente muy fuerte.