Cuando mi hija era pequeña una vez me
preguntó a qué me dedicaba. Le expliqué que mi profesión creía en una mano
invisible que movía al mundo: esa noche no pudo dormir soñando esa mano
espectral. Y bien mirado tenía razón: la noción de una mano invisible que
acomoda las cosas es una idea fantasmagórica, De espanto. Pero si alguien duda
de la existencia de esa mano invisible que ordena y asigna ese mecanismo
misterios que es el mercado, basta atisbar al cierre de los mercados del jueves pasado.
El jueves pasado, y en medio de una
marcado incertidumbre global, los mercados cerraron en máximos históricos. Y lo
hicieron de manera espectacular: los tres índices más famosos del mercado, las
celebrities de Wall Street: el Dow Jones, el S&P 500 y el Nasdaq, concluyeron
los tres al unísono en records históricos. Lo notable de este record triple es
que la última ocasión que esta constelación fue vista fue en el último día del
pasado milenio: justo el 31 de diciembre de 1999. Esa misteriosa mano invisible
acomodó en el último día del milenio anterior a los tres principales índices:
el Dow, el S&P 500 y el Nasdaq en la última jornada del milenio en los
máximos de su historia. Tal alineación no volvió ocurrir en el nuevo milenio
hasta el jueves pasado.
Pero la inescrutable mano invisible hizo
que seis días después del último día del milenio, los mercados comenzaran a
derrumbarse, a despeñarse estrepitosamente desinflando la famosa burbuja
tecnológica, anticipando una recesión económica y causando un crack bursátil en
el mercado tecnológico que tardó quince años en recuperarse.
El jueves pasado entonces, fue la primera
vez en este milenio que los tres principales índices cerraron en récord
históricos. Y muchos recordaron que tras la última vez que esto sucedió, seis
días después comenzó la debacle.
¿Se repetirá la historia? Puede ser, pero
quizá no esa.
Hay que tener cuidado con lo que los
lógicos llaman falacias de composición: estructuras lógicas que alcanzan
conclusiones verdaderas construidas a partir de premisas falsas. ¿Seis días
después que en el último día del pasado milenio los mercados cerraron los tres
juntos en máximos históricos, éstos comenzaron a derrumbarse? Verdadero. Pero
hay que recordar que antes de esa última jornada del milenio, un cierre récord
triple era de lo más común. Y que antes de ese día finisecular, seis días después, un mes después, o un año
después, los mercados no sólo no se derrumbaban, sino que seguían subiendo.
Antes del último día del pasado milenio un cierre triple unísono era síntoma de
que nuevos récords estaban por venir. Hasta que ya no.
¿Que sigue luego de que el jueves pasado y
por primera vez en este milenio los mercados concluyeron en máximos históricos?
¿Viene el inminente derrumbe, o es el inicio de una inflación bursátil? Afortunadamente
conocemos con precisión la respuesta: es imposible saberlo. Los dos escenarios
son posibles y debemos de prepararnos para ambos.
En mi opinión el escenario con la mayor
probabilidad de ocurrencia es el segundo: es probable que la burbuja apenas comience
y que éste récord triple del jueves sea el inicio de una inflación en el precio
de los activos financieros. La explicación posible es que estos cierres
históricos se han dado sin euforia, sin legiones de inversionistas minoritarios
subiéndose al rally de manera desaforada y sin miramientos. Da la sensación que
llegamos a este récord triple sin la irracionalidad de una burbuja, que este
techo histórico fue alcanzado con tiento mas que con euforia, con incredulidad
más que con la obnubilación de la burbuja.
Una burbuja bursátil sólo se reconoce
cuando se revienta. El hecho de que este récord triple de Wall Street ocurra en
medio del Brexit, del estancamiento europeo, de tasas negativas de interés, de
incertidumbre respecto de la economía china, de tanta incertidumbre, ¿significa
que estamos ante una exuberancia irracional e injustificada?. O será acaso que
la burbuja, la irracionalidad de ver una inflación desmesurada del precio de
las acciones acaba de iniciar. No es posible saberlo. Sólo sabremos si estamos
ante el inicio o ante el final de una burbuja especulativa cuándo ésta se
rompa.
Este argumento recuerda a los cínicos,
aquellos filósofos griegos que refutaban a sus contrincantes, los escépticos,
quienes negaban la posibilidad del movimiento, arrojándoles una piedra, y no
refutando las falacias filosóficas de sus rivales. Pero los desarrollos
recientes de las teorías de finanzas, desde Eugene Fama hasta Benoît Mandelbrot
apoyan la especie que los mercados financieros son estocásticos, que la impredecibilidad
es su marca genética, que es un proceso azaroso cuyo derrotero sólo la
fantasmagórica e inescrutable mano invisible conoce.
Sólo el futuro puede decirlo, y como los
físicos lo saben: el futuro no puede conocerse. Sólo en el futuro podremos
voltear atrás y veremos si éste histórico triple récord de los mercados fue el
inicio del derrumbe y el preludio de una nueva recesión, o si fue el primer día
de una inflación bursátil que siguió alzándose hasta que un buen día, una mano
invisible la pinchó dejando náufragos y despojos. O quizá sabremos en el futuro
que éste día fue como cualquier otro, y los mercados siguieron como hasta hoy:
empujando nuevas alzas de manera laboriosa, en medio de tormentas y escollos,
entre turbulencia y malestares, entre incertezas y desafíos. Tal y como hasta
ahora ha ocurrido.