domingo, 23 de abril de 2023

Monterrey: La Capital Mundial Del Nearshoring

Si Monterrey no existiera habría que inventarla, porque el altiplano mexicano necesita una puerta: de entrada y de salida. Eso fue históricamente Monterrey, la puerta de entrada al altiplano mexicano, desde el fin de la invasión estadounidense de 1848, hasta los años ochenta del año pasado, cuando México comenzó a convertirse en una potencia exportadora y Monterrey pasó a ser una puerta de salida. Pero la Sultana del Norte nunca se conformó con ser una mera bisagra, y su carácter y cultura la han convertido en una ciudad muy peculiar: la capital mundial del nearshoring.

Fundada tres veces, la segunda por un judío, capitán del ejército español que fue sentenciado por la inquisición por practicar su religión en aquella lejana comarca, Monterrey debe en parte su destino al hecho crucial de México en la segunda mitad del siglo XIX: la pérdida de nuestros territorios del norte contra los Estados Unidos, que implicó que la pequeña ciudad de no más de siete mil habitantes quedara próxima a la frontera estadounidense.

La extensión rumbo al sur del ferrocarril estadounidense necesariamente tenía que pasar por el punto más cercano entre Texas y el Valle de México antes de comenzar a trepar los mil metros de altitud rumbo al altiplano: ese punto es Monterrey.

La historia económica está ligada a la riqueza natural, la cual es vasta en el altiplano mexicano, por ello crecieron allí las poblaciones que luego se convirtieron en un mercado muy grande para los productos manufacturados estadounidenses, que tenían que pasar por Monterrey rumbo a las grandes ciudades de la meseta mexicana.

Y cuando hubo que llevarles cerveza, acero y vidrio al altiplano, había dos opciones: o subir más de mil metros las enormes fábricas rumbo a los valles de México, Puebla, Toluca y Guadalajara; o dejar la fábrica y la siderúrgica en Monterrey y subir la cerveza en cartones y el acero en varillas, rumbo al creciente mercado mexicano.

Hasta 1982 Monterrey fue la capital industrial que producía lo que el altiplano mexicano necesitaba, pero cuando en ese año la economía nacional implosionó ante el enorme déficit con el exterior, Monterrey se dio la vuelta y comenzó a convertirse en lo contrario: en la cabeza de la potencia exportadora que es hoy México, produciendo ahora para el exterior, haciéndolo con la misma facilidad con la que antes abastecía al mercado interno, pues su ubicación, justo en la transición entre la pradera baja de Norteamérica y el altiplano mexicano, le permiten jugar de ambos lados de la cancha del comercio mundial.

Si quieres vender a México: instálate en Monterrey; si quieres vender a los Estados Unidos, la respuesta es la misma. Ninguna ciudad de México tiene esa flexibilidad para abastecer a ambos mercados, y cuando los Estados Unidos se dieron cuenta que no podrían seguir dependiendo vitalmente de la producción de las fábricas ubicadas en China, ante la elevación de las tensiones geopolíticas con el gigante asiático, Monterrey se ubicó como la solución natural para encajar en lo que el nearshoring necesita: una ubicación en el nodo global clave, con una vocación industrial, laboral y financiera suficiente para suplantar al sureste asiático como la fuente industrial del mercado estadounidense.

Las características arriba descritas convierten a Monterrey en la capital mundial del nearshoring. Los Estados Unidos (y Europa por su parte) se han dado cuenta que el mundo puede ser un lugar geopolíticamente peligroso y que la globalización implica riesgos insalvables. En una frase: se han dado cuenta que la geografía importa.

La frontera de México es la franja estratégica del nearshoring: la mezcla de costo y calidad laboral; cercanía geográfica; múltiples rasgos culturales y sociales compartidos y un marco legal que une el comercio en toda Norteamérica, le da una ventaja incomparable frente a otras regiones.

Las carencias son muy grandes también: para empezar el agua. El gas es abundante en el Noreste pero escaso en el Noroeste; no existe una infraestructura que conecte toda la franja del norte, separada por el altiplano y los desiertos de Sonora y de Chihuahua. Necesita energía para las próximas décadas, y puertos de calado para su comercio.

Los riesgos para Monterrey y la frontera son igualmente graves: degradación ecológica, pauperización de la población que no tiene acceso a la educación y al empleo, agotamiento de los acuíferos, inseguridad latente.

Pero la ubicación de Monterrey vuelve a ser relevante: su acceso al puerto de Altamira es sencillo y con infraestructura adecuada; su acceso a las cuencas gasíferas del sur de Texas son una ventaja decisiva; incluso el problema del agua podrá ser resuelto mediante al acceso a alguna de las cuencas más al sur. Su acceso a Houston, el gran puerto petrolero del continente americano es fluido, y su infraestructura financiera le proveen el financiamiento para su expansión en las próximas décadas.

El mercado laboral de la zona metropolitana de Monterrey cuenta con una calificación de las más elevadas en México y en Latinoamérica, y su infraestructura urbana, si bien lejos de ser la ideal, cuenta con elementos para convertirse en una ciudad atractiva para el talento y la inversión. El clima puede ser infernal, pero no muy distinto del de las grandes ciudades de Texas o Arizona.

Monterrey debe de avanzar muchísimo en términos de equipamiento urbano. Debe entender que el activo más importante de una ciudad es la ciudad misma. Debe entender que la mejor inversión es una ciudad bonita: dotada de espacios públicos de mucha calidad, arbolada, con paseos de agua, con lugar para la movilidad no motorizada, en donde la densidad articule a la movilidad, en donde el Metro sea la columna vertebral del desarrollo urbano. La capital mundial del nearshoring no se merece menos.

domingo, 2 de abril de 2023

Borges: Ajedrez, El Gólem Y La Inteligencia Artificial

El último terceto de un muy conocido poema de Borges (“Ajedrez”) inicia “Dios mueve al jugador, y este la pieza/ qué Dios detrás de Dios la trama empieza”. Quien lee este soneto por primera vez se estremece: la idea detrás de un Dios que mueve a Dios, sugiriendo así una serie infinita, es perturbadora. Como lo es la perspectiva de la más reciente creación de nuestra especie: la inteligencia artificial.

La tierra es un inusual planeta azul, que por azar creo yo, fue capaz de generar vida natural. Una de las especies producidas por dicha naturaleza ha sido capaz de una inteligencia tal, que puede adaptar el entorno a sus necesidades, cambiando el mundo físico al punto de incluso amenazar con su destrucción. Algunos astrofísicos dicen que es un resultado esperado: una civilización avanzada puede causar conscientemente la destrucción de su planeta.

Imitando el poder de la naturaleza, nuestra especie, el homo sapiens, ha creado civilización y destrucción; ha inventado ruedas y metrallas; ha fabricado vacunas y aeroplanos; ha creado música e internet. Está creando en este momento una nueva especie, artificial, que algunos temen, que de alguna forma, pueda llevar a nuestra destrucción.

Como en el poema de Borges: La naturaleza creó al homo sapiens, quien amenaza con destruirla. El homo sapiens ¿está creando a la inteligencia artificial que podría llevar a nuestro fin?

La inteligencia humana, que destaca entre la de los animales, a partir de las piedras usadas para partir, moler y cortar, ha usado lo que encuentra en la naturaleza para complementar y potenciar su cuerpo: la flecha complementa la mano; la navaja a las uñas; la palanca al brazo; la grúa al cuerpo.

El nombre de la primera gran industria de nuestra especie, la “manufactura”, no puede captar de manera más clara la idea de que la tecnología es una extensión de nuestro cuerpo. Es una palabra compuesta del latín que significa, literalmente, “hecho con la mano”.

El desarrollo tecnológico, potenciado a partir de la revolución industrial, ha sustituido nuestro cuerpo, parte a parte, y es posible concebir al sistema industrial moderno como un coloso autómata que replica al cuerpo humano, como lo imaginan los “Transformers”.

De nuevo Borges. En el Gólem, el escritor argentino hace una versión de una vieja historia judía: un rabino, anhelando acceder a las palabras que Dios usó para crear el mundo y a los hombres, ensaya innumerables combinaciones para dar vida a un títere qué él había construido. Tras años de intentar profiere sentencias que inyectan vida al humanoide, pero algo falla en el conjuro, alguna palabra no fue la precisa, y el Gólem no pasa de ser una creatura deambulante por la sinagoga.

El desarrollo de la industria busca sustituir al cuerpo, al trabajo. La inteligencia artificial busca sustituir nuestro cerebro, el pensamiento, la imaginación.

La idea del Gólem, que es tan vieja como la tradición judaica (pero no sería extraño que fuera anterior) muestra el anhelo de nuestra especie de ser capaces de imitar a la naturaleza, de la cual provenimos, incluso al punto de fabricar vida.

Hemos sido capaces de fabricar cosas que la naturaleza no produce, como tanques de guerra o la Mona Lisa. Pero hasta hoy no hemos sido capaces de manufacturar vida nueva. La historia del Gólem narra que, si encontramos las palabras que Dios usó para crearnos, a nosotros y al mundo, podemos animar un títere tosco y convertirlo en nuestro siervo.

Hollywood imaginó su propio Gólem: el Terminator.

La saga del Terminator plantea cómo una creación humana: las máquinas inteligentes, aprendieron a tal velocidad que tomaron consciencia de sí mismas súbitamente, entendiendo que era necesario destruir a sus creadores, los humanos para seguir con su desarrollo.

La semana pasada un grupo de científicos, pensadores y empresarios (incluido el famoso Elon Musk), publicó una carta en donde pedía detener el desarrollo de nuevas versiones de ChatGPT, un software cuya versión de prueba ha causado euforia y desconcierto en el mundo por su capacidad de replicar nuestro pensamiento y habilidades intelectuales.

La carta refleja la perplejidad con la que nuestra especie se enfrenta a su propia creación: la inteligencia artificial. 

El homo sapiens ha creado algo que es capaz de ser más inteligente que él mismo, lo único en este planeta que lo supera en inteligencia es algo de su propia creación. Ese algo: ¿Podrá algún día burdamente ayudarnos “a barrera la sinagoga”, como el Gólem de Borges, o exterminarnos como el Terminator de James Cameron?

Las primeras máquinas de la era industrial quizá desataron el mismo miedo entre los contemporáneos, con los telares sustituyendo el trabajo de las hilanderas, y el molino mecánico el del molinero. Las maquinas sustituyeron miles de trabajos existentes, pero crearon nuevos sectores y llevaron eventualmente a la economía global hacia escalas impensables bajo la tecnología anterior.

La perspectiva de un cambio tectónico en el mercado laboral como resultado de la inteligencia artificial quizá no sea exagerada. Centenares de profesiones podrían ser sustituidas, y muy pronto, por la inteligencia artificial. ¿Cuál será la economía y el mundo resultante de esa transformación?

La sustitución de nuestro trabajo físico por máquinas, característico de la industria, nos puede liberar del trabajo. ¿Qué provocará la sustitución de nuestra inteligencia? ¿El hombre ha creado a la inteligencia artificial, podrá la inteligencia artificial, crear su propia inteligencia artificial? ¿O es la inteligencia artificial “la causa última” que imaginaron los teólogos? Borges era un crack ¿o no?