Este año en la FIL creo que hubo menos sorpresas: algunos grandes autores murieron en el curso de los últimos meses (el año pasado me tocó todavía ver en los pasillos a Carlos Montemayor y a Monsivais) y aún no produce la industria, ni los lectores, a sus reemplazos.
Mario Vargas Llosa, el nobel del año, es un autor ya tan leído que sus reediciones se apilaban en el stand de su editorial sin mucho entusiasmo (curioso, no estaba "La Ciudad y los Perros”), pues sus lectores predatamos el reconocimiento del Nobel y no nos hacía falta el descubrimiento sueco para leerlo.
La primera vez que vine a la FIL me tocó en el avión con Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, la fama se desgasta a fuerza de la edad y de la muerte, así que la FIL necesita un recambio de divas pronto, si no se arriesga a funcionar con talento extra-literario o escritores con estrella de segunda por mucho talento que tengan.
Pero me encontré una pequeña joya: Cara Lusitania, del enorme Maestro, Francisco Cervantes.
Publicada por Aldus y el Instituto Queretano de la Cultura y las Artes, Cara Lusitania tiene el subtítulo: Poetas Portugueses Contemporáneos.
La edición está a cargo de Norma Salazar y Raúl Renán, y cuenta con una Introducción de Mario Morales Castro, en donde se aclara que las traducciones surgen del archivo lusitano dejado por el Maestro Cervantes.
Hasta allí los detalles, lo bueno es lo siguiente.
Un poeta enorme en su propio derecho. Poeta que decidió escribir para nadie una poesía en lengua casi muerta, en lenguas arcáicas y periféricas: Francisco Cervantes decidió seguir la voz de su sangre y, convencido que el origen gaélico de sus abuelos lo obligaba a rescatar esa lengua, llegó al dulce murmullo lusitano y por ese río, al mar de Fernando Pessoa.
Antes que Octavio Paz, Francisco Cervantes es el introductor de ese continente populoso: Fernando Pessoa, a México. Sus traducciones son anteriores -y algunos diríamos, mejores- a las de “Versiones y Diversiones”, y estoy convencido que nadie conoció al desasosegado portugués tan bien como Cervantes.
Pero la sorpresa de Cara Lusitania es que Carvantes, de manera callada pero constante, nos estaba preparando un regalo precioso: sus traducciones de poetas portugueses que terminan por definir el carácter y la forma de esa poesía más allá del gigante.
Dicen que Cervantes les llamaba poetas pessoalísimos, a quien tradujo más por afinidad que por rigor académico: Adolfo Casais Montero, Raul de Carvalho, Luiza Neto Jorge; Manuel Gusmao, Miguel Torga (quien me fue presentado por mi compadrito, el jose), Fiama Hasse Pais Brandao, Vitorino Nemesio, Sophia de MelloBreyner Andressen, Eugenio de Andrade, José Regio, David-Maurao Ferreira, Mario Cesaryni de Vasconcelos, Antonio Ramos Rosa, Antonio Osorio, y Fernando Guimaraes.
Difícil que alguien pueda hacer una selección mejor de la poesía portuguesa: nadie la conoció mejor que Francisco Cervantes, cuyas cenizas se encuentran parcialmente en el suelo y en las aguas dulces de esa, su nación literaria.
Difícil también que haya una mejor traducción: Cervantes decidió que su vocación sería recuperar su herencia vocal, y que su destino sería cantar para nadie. Nadie en México conoció esa lengua como él, y esa vocación y esa pasión por la dulce lengua de Camoes nos regresa ahora en la forma de este bellísimo volumen, gracias por lo que nos da aún: Maestro Cervantes.
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