Para millones de personas que hablamos y cantamos en castellano, el nombre de Manuel Esperón es de esos que pocos conocen, pero que todos le debemos.
Una tarde, hace algunos años, mi mujer escuchaba a Pedro Infante cantando “Amorcito Corazón”, y allí entendí por qué los hombres nunca entenderemos del todo al charro de Guamuchil. El cantaba para las mujeres, y ninguna canción para ilusionarlas como la siguiente. Caen luego luego (si se las cantas con esa voz, por supuesto).
Pero para todos tenía. Si no era “Amorcito Corazón”, entonces era la absolutamente azotada y corta venas: “No volveré”. Ya lo saben: en el tren de la ausencia me voy/mi boleto no tiene regreso/lo que quieras de mí te lo doy/pero no te devuelvo tus besos. Esa rola no es una canción, es un mito. Y con Lola, bueno...
Hoy en la mañana, a los 99 años, murió el autor de estas dos (y muchas más) rolitas: Don Manuel Esperón. Un gigante de la música mexicana. Adios Don Manuel.
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Y sí, Esperón es poco reconocido en los círculos populares aunque todos hayan maldecido, amado y emborrachado con sus canciones. El otro gran logro de Manuel es el haber ayudado a dar forma a esa mexicana teatralidad con la que nos empachamos tanto. Quizá su muerte lo haga más popular en las despistadas conciencias actuales. Justicia rezagada pero justicia al fin.
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