domingo, 30 de septiembre de 2012

Domingos Rancheros: Si Dígame Usted ¿Por Quién Vota?

Uno de las cosas que más me gustan del ranchero es su nata melancolía. El ranchero esta siempre al borde de la evocación, nostálgico a la menor provocación.

Por eso me gustan canciones como “A la orilla de un palmar”, “Paso del Norte”, la lloroncísima “Canción Mixteca”, o “La Borrachita”.

Pero sin duda mi favorita en ese tono menor de la evocación y la nostalgia es esa bellísima rolita popularizada por el gigantesco Cuco Sánchez (pero escrita, parece ser, por Jesús Palacios Montalvo): “Hay Unos Ojos”...

La letra es bellísima: “ay quien pudiera, mirarse en ellos/ay quien pudiera, besarlos más”. Pero la música es melancolía pura; parece haber sido escrita para cantarse solo, a la orilla de un palmar en medio de la inmensidad del campo.

Les presento dos versiones: una maravillosa, con Linda Ronstandt haciendo un trabajo decoroso enfrente de la colosal Lola Beltrán.


La segunda, más íntima y dispareja, con Eugenia León y una de mis cantantes favoritas, la injustamente desconocida, Tehua, quien cierra esta versión demostrando que un solo hubiera sido mejor.


Me gustaría que me dijeran cuál de las dos prefieren.

sábado, 22 de septiembre de 2012

El Mambo De Ben Bernanke: ¿QE Número 8?

La prueba de que el QE1 y el QE2 no funcionaron es que se acaba de lanzar el QE3. Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿no funcionaron porque no ha habido suficientes QE (y al llegar al QE-n, funcionará), o porque de plano, los QE no funcionan?

Un QE (relajamiento cuantitativo, o quiantitative easing) es la única herramienta de política monetaria cuando los bancos centrales ya no pueden reducir las tasas de interés, y la economía sigue sin despegar. Y ya no se pueden reducir las tasas de interés porque ya están en 0%, si, en cero por ciento. Las tasas de interés nominales no pueden ser negativas, sería pagarle a alguien para prestarle. Nadie paga para prestar. Al menos en términos nominales.

Y como las tasas de interés no pueden bajar de cero y ya estamos justo allí, en ceros, los bancos centrales no tiene otro remedio que relajar la política monetaria a la antigüita: inyectando dinero en la economía mediante la compra masiva de bonos, y en esta caso del QE3 de la FED,  de bonos hipotecarios (a razón de 40 mil millones de dólares mensuales hasta nuevo aviso).

El objetivo es comprarle esos bonos a los bancos para que los bancos tengan muchísima liquidez y así reactiven el crédito, y al reactivar el crédito revive el consumo, la inversión y con ello la economía y el empleo. Hasta allí todo va muy bien si no fuera poque estamos en el caso límite de la trampa de liquidez.

En una trampa de liquidez, como es innegable que estamos, a todo el efectivo que la FED inyecta le pasa como al adagio de Las Vegas, liquidez que entra en los bancos se queda en los bancos. En una trampa de liquidez los bancos, que son el vehículo mediante el cual la FED inyecta dinero en la economía (pues no puede agarrar un helicóptero y desperdigar los billetes desde el aire), se quedan en sus arcas la liquidez.

La razón es sencilla: como la tasa es cero, la liquidez que les presta la FED no les cuesta. Pero también, como la tasa es cero, no conviene prestar esos fondos, pues como en el futuro las tasas subirán, los bancos van a perder por haber prestado a una tasa cero (o extremadamente baja).

Esa es la trampa de liquidez, descrita por Keynes hace casi ochenta años y que muchos aún se niegan a aceptar que existe. En este blog, revísenlo, desde antes de 2008 veníamos advirtiendo que ocurriría, y la verdad es que, como Casandra, ya nos cansamos de escribir sobre ello, porque no nos hacen caso.

Si aceptamos que estamos en una trampa de liquidez entonces debemos de aceptar que ni aunque Ben Bernanke baile mambo, y del QE3 pase al QE4 y llegue hasta el QE8, el relajamiento cuantitativo va a funcionar. Es fácil, revisen la literatura de cómo una serie ya larguísima de QEs en Japón no ha logrado sacar a la economía de ese país del estancamiento en los últimos quince años o más.

Tampoco servirá en este caso. No es que uno sea malo o adivino: es que los hechos, como decía Lenin, son tercos.

Hasta que no acepten los gobierno y bancos centrales del mundo que al estar en trampa de liquidez los QEs no tendrán un efecto duradero sobre el producto y el empleo, y los políticos y los mercados se resignen a que la UNICA salida es aumentar el gasto público durante un período definido pero suficiente de tiempo, no saldremos de este larguísimo letargo económico.

Ya sé lo que están diciendo, ya los oigo: que son políticas irresponsables, populistas y que nos llevarán al desastre (¿nos llevarán? ¡pues en dónde estamos ya!). La verdad es que sorprende lo inútilmente ideológico que el debate de la reactivación del empleo se ha vuelto entre los economistas. Tendrán que resignarse pronto, a que con todo lo escandaloso que suene, no queda otra opción: es necesario relajar aún más el gasto público en las principales economías industrializadas del mundo (México, por increíble que nos parezca, tiene muchas más opciones que Europa y Estados Unidos, nosotros estamos en otros aires, aún tenemos muchas salidas).

¿Por qué es tan difícil de aceptar que la crisis económica más severa de los últimos cien años requiere salidas no convencionales? ¿Por qué es difícil entender para países con desempleo de 25%, como España. o para naciones como Grecia, que han perdido 30% del valor de su PIB en los últimos cuatro años, la solución no pasa por las recetas consabidas?

La enorme penuria infringida sobre millones de personas en vastas regiones del mundo en los últimos años merecen que vayamos más allá del paradigma religioso impuesto por el saber convencional de los economistas. Ni modo, agencias calificadoras, será necesario un período definido y breve de exceso de gasto y conculcación del equilibrio fiscal, pero debe de ser preferible bajar la tasa de desempleo de los niveles criminales donde se encuentra, a cuidar a toda costa la AAA, o de lo contrario vamos a bailar el mambo de los QEs de Ben Bernanke: y 1, y 2, y 3, y 4...y 8...

domingo, 16 de septiembre de 2012

Domingos Rancheros: Bailando Banda (Como en Mochis)

Haste el día que muera me reivindicaré siempre sinaloense. Propiedad de esa tierra violenta pero hermosa como pocas, lavada por ríos y aluviones, y ardiendo frente al Océano. De muchos lados soy tutelado, hay muchas ciudades que considero mías. Pero cuando todo sea, yo he sido definido por esos once ríos escurridos en el Pacífico.

Yo no nací en Sinaloa. Ni mis ancestros son de allí. De Sinaloa tengo no la cuna, sino dos tumbas, quietas y tristes bajo el Cerro de la Memoria. No soy sinaloense mas que por derecho de suelo, el suelo que pisé por 18 años antes de volar de allí. Pero si bien yo dejé Sinaloa, Sinaloa nunca me dejó a mí.

Creciendo como un sinaloense, uno de los tragos más difíciles de pasar fue el no saber bailar banda.  Este hermoso baile se pasa de padres a hijos, de hermanos mayores a menores, de primas a primos. Yo no tengo ni padres, ni abuelos, ni tíos sinaloenses. Mis hermanos, mis primos y yo fuimos la primera camada de sinaloenses de ancestros nayaritas y coahuilenses. Así que no sabíamos bailar banda.

Y bailar banda en Sinaloa no es opción. Ni siquiera es cuestión de honor. Es como latir. Como respirar.  Sin nadie de quien aprender cómo bailar banda, a tropezones, con desatinos, haciendo el ridículo, pero aprendí. No lo hago mal. No soy un estrella, pero no lo hago mal.

Pero ay cómo envidiaba yo a los morros de Sinaloa que bailaban como príncipes y eran el fruto del deseo de todas las morras. Qué pálido era yo, en las laterales de la pista de baile viendo cómo esos grandes bailarines de banda sinaloenses encaminaban a sus conquistas al cielo prometido por la dulce tambora.



Y peor siendo de Mochis en donde la banda se baila como un vals, más sensual, cadencioso y proponente que en Culiacán o Mazatlán.

Este Domingo Ranchero quiero mostrarles este breve video de un morrito bailando con su morra, en Los Mochis, para que vean con lo que tuve que lidiar cuando no sabía bailar. ¿Cómo no envidiar a ese morro? ¿Cómo no sentirse miserable al ver cómo llevaban a su presa hasta lo más alto? Así se baila la Banda en Sinaloa, para mi desafío y alegría.

El día que me muera quiero que me toquen una rola con tambora (quizá “La Suavecita”) y poder bailar con esos pasos, así nomás: parejito, parejito.