Cuando depositamos nuestros ahorros en un
banco, siempre esperamos a cambio el pago de intereses. Los bancos usan
nuestros ahorros para prestarlos a quien lo necesita, y cobran a su vez un
interés. La diferencia entre los intereses que el banco nos paga (tasa pasiva)
y los intereses que el banco cobra a sus clientes (la tasa activa) es lo que
los bancos ganan, su margen de intermediación.
Ese es el juego de los bancos: pagan a sus
ahorradores y cobran a sus clientes. ¿Pero que ocurre cuando un banco le cobra
a los dos? Cuando cobra a sus clientes pero también a sus ahorradores. Por qué
los ahorradores están dispuestos a condonar el pago que el banco les debe y por
el contrario, aceptar que el banco les cobre por guardar sus ahorros.
En un mercado competitivo, los ahorradores
saldrían huyendo de ese banco raro que está cobrándoles y buscarían un banco
normal que les pague un interés por sus fondos. ¿Qué pensaríamos si a pesar de
que hay bancos normales que pagan a sus ahorradores, éstos prefieren poner sus
fondos en ese banco raro que les cobra por poner allí su dinero?
Tal banco y tales ahorradores existen,
aquí y ahora. El banco es el Banco Central de Suiza (BCS), y los ahorradores
son millones de individuos y empresas que a pesar de que el BCS está pagando
tasas negativas a sus depositantes, prefieren eso a otras alternativas
disponibles que les pagan una tasa positiva.
La respuesta inmediata de dicho
comportamiento es el pánico. No miedo, el miedo explicaría aceptar tasas muy
bajas. Lo que estamos viendo es que alguien tiene pánico de algo: billonarios
rusos queriendo sacar su dinero de su país que se derrumba; europeos que no
quieren tener euros, los cuales serán multiplicados por toneladas por el Banco
Central Europeo que quiere revivir la alicaída economía de la eurozona a fuerza
de expansión monetaria; príncipes del medio oriente huyendo de la guerra; etc.
Suiza ha sido siempre el hogar de los
bancos más seguros del mundo. Su banco central el más respetado y sólido, y su
moneda, el franco suizo, la divisa más segura del planeta. Esa característica
de un remanso de seguridad en medio de una mezcla enorme de incertidumbre
global implica que en los últimos cinco años, ante la implosión de la eurozona,
el franco suizo se ha apreciado enormemente ante la demanda de la moneda por
parte de despavoridos europeos y rusos.
El BCS
había hecho la promesa de no dejarlo apreciar tanto, y compraba euros y
vendía francos cuando el tipo de cambio se acercaba al 1.20, hasta que no
aguantó más y dejó flotar al franco. La demanda por la moneda más segura
disparó a la divisa suiza y el BCS no tuvo otro remedio para desanimar a los inversionistas urgidos de seguir
comprándoles francos que cobrar una tasa de interés negativa a los bancos
comerciales suizos que depositaban en el BCS sus excedentes que provienen de
esos despavoridos europeos y rusos.
Que millones de ahorradores estén
dispuestos a que les quiten el 0.75% anual por sus depósitos no es una buena
noticia. Eso quiere decir que prefieren eso a tener su dinero trabajando en
donde los precios caerán en vez de subir, o en donde la certeza respecto del
valor de otras monedas es tan flaca que prefieren pagar por la seguridad del
paraíso suizo.
¿Qué harán los bancos centrales del resto
del mundo? Muchos de los cuales ya tienen sus tasas de interés en mínimos
históricos. ¿Qué harán los ahorradores de otros países cuando vean que la
enchilada suiza se extiende a otras latitudes? ¿Qué hará nuestro Banxico?
La fuerza detrás de ésta inédita
situación, ésta enchilada que se puso el BCS y que lo llevó a ofrecer tasas
negativas a sus ahorradores, es un enorme exceso de liquidez en otras partes
del mundo que no tienen ya otro lugar para aparcarse y que están dispuestos a
pagar por estar en uno de los últimos reductos de seriedad en el mundo.
Los vecinos europeos de Suiza, con un
retraso de seis años respecto de la Fed de Estados Unidos, se han embarcado en
una expansión monetaria sin antecedentes con el fin de rescatar a la economía
continental de la recesión. La abundancia de euros hace que la divisa europea
valga menos y provoca la estampida hav¡cia el sólido franco suizo.
Pero las fuerzas deflacionistas, pues eso
es la estampida de ahorradores huyendo de un exceso de liquidez y de la
hecatombe económica rusa, han arrastrado al BCS a un límite desconocido, y al
resto del mundo financiero a un terreno completamente desconocido. Más nos vale
que esto funcione, y que tasas negativas y expansiones monetarias logren
sacarnos del marasmo económico. Porque si la siguiente recesión llega y nos
encuentra con éstas tasas, la enchilada suiza va a ser un paseo por las nubes
comparado con lo que podría resultar.