domingo, 22 de febrero de 2015

La Enchilada Suiza

Cuando depositamos nuestros ahorros en un banco, siempre esperamos a cambio el pago de intereses. Los bancos usan nuestros ahorros para prestarlos a quien lo necesita, y cobran a su vez un interés. La diferencia entre los intereses que el banco nos paga (tasa pasiva) y los intereses que el banco cobra a sus clientes (la tasa activa) es lo que los bancos ganan, su margen de intermediación.

Ese es el juego de los bancos: pagan a sus ahorradores y cobran a sus clientes. ¿Pero que ocurre cuando un banco le cobra a los dos? Cuando cobra a sus clientes pero también a sus ahorradores. Por qué los ahorradores están dispuestos a condonar el pago que el banco les debe y por el contrario, aceptar que el banco les cobre por guardar sus ahorros.


En un mercado competitivo, los ahorradores saldrían huyendo de ese banco raro que está cobrándoles y buscarían un banco normal que les pague un interés por sus fondos. ¿Qué pensaríamos si a pesar de que hay bancos normales que pagan a sus ahorradores, éstos prefieren poner sus fondos en ese banco raro que les cobra por poner allí su dinero?

Tal banco y tales ahorradores existen, aquí y ahora. El banco es el Banco Central de Suiza (BCS), y los ahorradores son millones de individuos y empresas que a pesar de que el BCS está pagando tasas negativas a sus depositantes, prefieren eso a otras alternativas disponibles que les pagan una tasa positiva.

La respuesta inmediata de dicho comportamiento es el pánico. No miedo, el miedo explicaría aceptar tasas muy bajas. Lo que estamos viendo es que alguien tiene pánico de algo: billonarios rusos queriendo sacar su dinero de su país que se derrumba; europeos que no quieren tener euros, los cuales serán multiplicados por toneladas por el Banco Central Europeo que quiere revivir la alicaída economía de la eurozona a fuerza de expansión monetaria; príncipes del medio oriente huyendo de la guerra; etc.

Suiza ha sido siempre el hogar de los bancos más seguros del mundo. Su banco central el más respetado y sólido, y su moneda, el franco suizo, la divisa más segura del planeta. Esa característica de un remanso de seguridad en medio de una mezcla enorme de incertidumbre global implica que en los últimos cinco años, ante la implosión de la eurozona, el franco suizo se ha apreciado enormemente ante la demanda de la moneda por parte de despavoridos europeos y rusos.

El BCS  había hecho la promesa de no dejarlo apreciar tanto, y compraba euros y vendía francos cuando el tipo de cambio se acercaba al 1.20, hasta que no aguantó más y dejó flotar al franco. La demanda por la moneda más segura disparó a la divisa suiza y el BCS no tuvo otro remedio para desanimar  a los inversionistas urgidos de seguir comprándoles francos que cobrar una tasa de interés negativa a los bancos comerciales suizos que depositaban en el BCS sus excedentes que provienen de esos despavoridos europeos y rusos.

Que millones de ahorradores estén dispuestos a que les quiten el 0.75% anual por sus depósitos no es una buena noticia. Eso quiere decir que prefieren eso a tener su dinero trabajando en donde los precios caerán en vez de subir, o en donde la certeza respecto del valor de otras monedas es tan flaca que prefieren pagar por la seguridad del paraíso suizo.

¿Qué harán los bancos centrales del resto del mundo? Muchos de los cuales ya tienen sus tasas de interés en mínimos históricos. ¿Qué harán los ahorradores de otros países cuando vean que la enchilada suiza se extiende a otras latitudes? ¿Qué hará nuestro Banxico?

La fuerza detrás de ésta inédita situación, ésta enchilada que se puso el BCS y que lo llevó a ofrecer tasas negativas a sus ahorradores, es un enorme exceso de liquidez en otras partes del mundo que no tienen ya otro lugar para aparcarse y que están dispuestos a pagar por estar en uno de los últimos reductos de seriedad en el mundo.

Los vecinos europeos de Suiza, con un retraso de seis años respecto de la Fed de Estados Unidos, se han embarcado en una expansión monetaria sin antecedentes con el fin de rescatar a la economía continental de la recesión. La abundancia de euros hace que la divisa europea valga menos y provoca la estampida hav¡cia el sólido franco suizo.

Pero las fuerzas deflacionistas, pues eso es la estampida de ahorradores huyendo de un exceso de liquidez y de la hecatombe económica rusa, han arrastrado al BCS a un límite desconocido, y al resto del mundo financiero a un terreno completamente desconocido. Más nos vale que esto funcione, y que tasas negativas y expansiones monetarias logren sacarnos del marasmo económico. Porque si la siguiente recesión llega y nos encuentra con éstas tasas, la enchilada suiza va a ser un paseo por las nubes comparado con lo que podría resultar.


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