Hace algunas décadas la economía mixta era común: el gobierno era propietario de empresas, y competía incluso con los privados, e incluso los sustituía. Este modelo sigue vigente en algunos países como Francia y es la norma en naciones como China. Pero la nueva economía, la que surja de la crisis tan seria del orden liberal, deberá de ser mixta. Pero de una forma distinta. En mi opinión deberá de usar al estado para que alcancemos la mejor solución de mercado, la cual si no interviene el gobierno, no puede ser alcanzada. Aquí revisamos dos ejemplos que tienen que ver con un tema difícil: la pobreza.
No es fácil, ni siquiera para los que se dedican a esos temas, diferenciar entre flujos y acervos, entre el estado de resultados y el balance, entre el PIB y el stock de capital de un país, entre ingresos y riqueza. Vale la pena establecer esa diferencia porque en el debate sobre la desigualdad estos dos conceptos tienden a borrarse y con ello se mal diagnostica el problema y se falla en la solución. Hay ricos que tiene muchos activos y pocos ingresos; hay pobres que tienen ingresos y no acumulan activos. Y el remedio para esos problemas difiere, pero los impuestos son clave en cualquiera de los casos.
Hace algunos años un economista peruano, Hernando De Soto, hizo popular entre los círculos conservadores un diagnóstico interesante, que partía del diagnóstico correcto, pero que tenía una trampa clásica en la solución. De Soto decía que para muchos pobres en Latinoamérica su problema era que estaban sentados sobre activos valiosos, sus tierras comunales, que debido a que carecían del adecuado registro legal, no podían comprarse y venderse.
El diagnóstico es correcto, pero no es nuevo. Es tan viejo como la colonia. Las tierras comunales han sido siempre un bien valioso para el mercado, y si las condiciones fueran propicias, las comunidades podrían prosperar al entrar en el mismo. Pero al minimizar de Soto la pobreza de ingresos deja a los pobres una salida falsa: malbaratar su tierra. No es lo mismo comprar, vender o hipotecar la tierra comunal cuando se tienen ingresos sólidos que hacerlo en un ámbito en donde no hay ingresos y se tienen deudas que pagar. En el primer caso el valor de la tierra se potencia, en el segundo se remata.
Históricamente el argumento de De Soto ha servido para rematar la propiedad comunal en el mercado. Bueno sería que la tierra comunal entrar al mercado en condiciones ventajosas para las comunidades y que incluso en el mercado, las comunidades crecieran las tierras que poseen, como lo hacen los menonitas en el norte de México. Las transferencias son esenciales en este caso para alcanzar la mejor solución de mercado.
El otro extrema del desbalance entre acervos e ingreso es también un caso muy interesante. Existe, y es creciente incluso, un segmento de la población de los estratos más altos cuyos ingresos son decrecientes, casi hasta desaparecer pero que tiene activos también. Es el caso opuesto a los pobres rurales. Son ricos urbanos que debido a su edad han dejado ya de trabajar y sus ingresos dependen de sus pensiones o la reducción de sus ahorros, pero que cuentan con acervos acumulados a lo largo de su vida laboral: sus casas.
Típicamente las clases media alta, y alta urbanas acumulan una o varias casas durante su vida laboral, y el tamaño de las mismas fue determinado por la necesidad de criar una familia que, al llegar los individuos a la vejez, ya ha emigrado a otro hogar. Viejos solos en grandes casa o departamentos urbanos, con bajos ingresos pero con alto valor comercial de sus propiedades son cada vez más comunes en las metrópolis modernas y plantean no únicamente problemas sociales: cómo ayudar a ese segmento creciente de la población, sino también urbanos, barrios regenerados por jóvenes afluentes con alto dinamismo comercial que presionan a la expulsión de los viejos residentes al encarecerlos.
En las economías más desarrolladas los mercados proveen la suficiente liquidez para convertir a los acervos en ingresos, pero el principio y el problema es el mismo. Las transferencias a los adultos mayores son muy importantes incluso en ese caso para que los individuos aprovechen la oportunidad del mercado en condiciones favorables, y no que la vejez y la urgencia de ingresos los obligue a rematar sus activos.