Los datos mensuales de empleo que publica la oficina de estadísticas laborales de los EEUU (la BLS), son los números más esperados por los mercados porque proveen información amplia y la más oportuna sobre la salud de la economía estadounidense. Los datos de empleo de mayo habían sido bastante débiles, provocando que las apuestas se inclinaran hacia una disminución de tasas de interés por parte de la Fed que reaccionaría a síntomas de debilidad. Pero las cifras de junio fueron todo lo contrario.
Pocas veces en el pasado reciente vi este zigzag entre datos muy sólidos un mes y muy débiles el siguiente, oscilando entre expansión y estancamiento de un corte de datos a otro. Las cifras de empleo suelen ser consistentes con una tendencia: si la economía se está expandiendo suelen ser consistentemente sólidos; si la economía está en recesión las cifras son regularmente débiles. Lo que ha pasado en el último semestre es inusual. Raro.
Las implicaciones de lo anterior son importantes, pues ni la Fed tiene evidencia suficiente para recortar sus tasas de interés; ni Wall Street tiene el empuje como para depender de dicho recorte de tasas para seguir marcando nuevos máximos.
El peso mexicano y las monedas emergentes, que habían tenido una semana de alzas debido al consenso respecto de una inminente baja de tasas, cayeron fuerte al inicio de la sesión del viernes pero luego recuperaron su nivel.
En medio de esta confusión de datos existe una sola persona que sabe qué es lo que quiere hacer: Donald Trump. Y su receta, recortar tasas de interés, sería dañina.
A la Fed de los Estados Unidos le costó muchísimo trabajo dejar el piso de tasas, luego de pasar más de cinco años aplanadas en cero por ciento. Una tasa de cero por ciento significa que la eficiencia del capital es tan baja que el banco central necesita regalar el dinero para que la economía despegue. Tasas extremadamente bajas son síntoma de una economía enferma, no de una economía vigorosa.
Trump, que cree que porque George Washington es el nombre de un aeropuerto que él conoce, entonces tuvo que haber tomado los aeropuertos de los ingleses en la Guerra de Independencia, más de 170 año antes de que el primer avión existiera, no es posible que tenga la capacidad intelectual para darse cuenta que lo que pide: recortar tasas de interés, podría provocar algo contrario a lo que quiere.
Si las tasas bajaron hasta cero por ciento hace una década es porque la economía estaba, literalmente, haciéndose pedazos. Afortunadamente no es el caso ahorita, y las tasas, de bajar en este momento, con la economía prolongando aún una histórica expansión, quizá provocaría mayores daños que beneficios.
Las tasas de interés son una especia de máquina del tiempo. Nos hacen dialogar con nosotros mismos en el futuro. Si bien tasas de interés bajas son buenas para nosotros hoy pues nos ayudan abaratando el costo de consumir e invertir, las tasas bajas son el enemigo de nosotros mismos en el futuro. Nuestro yo de 70 años lo que necesita son tasas de interés mayores para que sus ahorros para el retiro rindan lo suficiente.
Hay otra enfermedad asociado a niveles extremadamente bajos de tasas de interés: la llamada trampa de liquidez por ejemplo, que reduce incentivos para que los bancos inyecten en la economía la liquidez que reciben del banco central, es la más importante de ellas, y que le costó mucho a la Fed romperla luego de más de un lustro de tasas en cero.
Pero la más importante ventaja de tener tasas de interés real positivas es que la Fed tiene margen de acción para actuar en caso que la economía entre en recesión. Si la Fed le hace caso a Trump y recorta tasas mientras está en expansión, se quedará sin herramientas cuando la economía decrezca. Trump y Wall Street están presionando a la Fed para un recorte de tasas. La presión será difícil de resistir, pero en caso de ceder, la Fed estaría disparándose en el pie.
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