¿Qué hay detrás de la disputa comercial de EEUU contra China? Mucha soya. Al inicio de la disputa comercial entre las dos mayores economías del mundo, cerca del sesenta por ciento de las exportaciones de soya de los Estados Unidos se destinaban al mercado chino, convirtiéndose con mucho en el producto más importante de la relación comercial bilateral. Es difícil por ello entender la lógica política de Trump. Los estados que acabaron dándole la presidencia son justamente, los principales beneficiarios del estatus quo comercial con China.
Hasta antes de que Trump disparara los obuses comerciales contra China, la soya era el segundo principal producto de exportación de los EEUU hacia el coloso asiático. Y los principales estados exportadores eran: Illinois, Iowa, Minnesota, Indiana, Nebraska, Missouri y Ohio. Todos estos estados fueron absolutamente decisivos para que Trump, a pesar de haber recibido tres millones de votos menos que Hillary Clinton, ganara la peculiar elección estadounidense, en donde cuentan más los votos electorales por estado que los votos individuales.
Si China quisiera (o pudiera, pues quizá no tenga una fuente alterna de suministro), podría causarle graves problemas a Trump al limitar las importaciones de soya estadounidenses y hacer sufrir a los productores de soya de esos estados que en la última década han gozado una bonanza provocada por la enorme demanda china. ¿Pudo haber sido Trump tan tonto como para poner su suerte electoral en manos de los chinos al disparar sin darse cuenta que la bala podría acabar pegándole en su propio pecho? La respuesta es: si, sin duda.
La soya es el segundo mayor producto de exportación. El primero son aviones de uso comercial, es decir, sobre todo ventas de Boeing, pero también de Honeywell, Cessna, United Technologies y Rockwell. Cuesta trabajo pensar que en un contexto en donde las exportaciones de Boeing se encuentran comprometidas por la crisis de su modelo más vendido: el 737 Max, a alguien se le haya ocurrido pelearse con el principal cliente de Boeing.
La cadena de argumentos es el siguiente: los productos aeroespaciales son la principal exportación de Estados Unidos a China; el mayor exportador de los Estados Unidos es Boeing; el producto más vendido de Boeing era hasta hace poco el 737 Max; un par de accidentes tienen en tierra a los 737 Max y ha parado la producción del mismo; Boeing necesita urgentemente clientes para detener el daño de la crisis del 737 Max; Trump le declara la guerra al principal cliente de los 737 Max de Boeing.
De nuevo, como en el caso de la soya, cuesta trabajo visualizar una estrategia ganadora para los Estados Unidos. Trump le declara la guerra al principal cliente de su principal exportador, en un momento en que necesita garantizar mercado para su principal producto.
A nivel de estados los productores de bienes del sector aeroespacial están concentrados en dos estados sólidamente demócratas: Washington y California. Mientras que la tercera mayor exportación de los EEUU a China, la industria automotriz y sus partes, vuelve a estar concentrado en estados (Michigan e Indiana) en donde Trump acabó inclinando la balanza a su favor y pudo ganarle la elección a Hillary Clinton a pesar de tener tres millones de votos menos.
En una negociación es muy útil tener el tiempo a favor. China no tiene un calendario electoral que lo presione, y aunque es cierto que la presión proveniente el menor crecimiento económico se resiente en las élites del poder, no existe un contrapeso electoral que presione al estado China. Trump tiene el reloj en contra: entre más demore el cese al fuego, más será el dolor que sufran los productores de soya, los empleados de Boeing, y las empresas autmotrices en estados electoralmente claves para Trump el año que viene. Trump tendrá que ceder, y pronto, aunque seguro se levantará, vapuleado y sanguinolento, cantando victoria con los puños en alto.
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