A Robert Lucas, de la ahora asediada Universidad de Chicago, le dieron el Premio Nobel de Economía por un descubrimiento que parece casi una verdad de Perogrullo: que los agentes económicos aprenden las políticas públicas y al hacerlo, se anticipan al resultado provocando que en el largo plazo las políticas fiscales expansivas sean ineficientes y sólo provoquen mayor inflación., pero no una reducción en el desempleo.
La así llamada Crítica de Lucas sirvió para abandonar las primeras políticas fiscales basadas en esquemas keynesianos burdos y ayudó a refinar y calibrar las políticas públicas, especialmente la fiscal y monetaria.
Una vulgarización de dicha Crítica podría ponerla en los siguientes términos: que en el largo plazo, los agentes económicos le agarran la medida a los gobiernos y con ello restan efectividad a las políticas. En otras palabras, los agentes se hacen mañosos.
Dicho principio, aplicado a la economía real, puede ser también aplicado a los mercados financieros y nos ayudarían a explicar esta recurrencia de burbujas financieras y la dificultad que los bancos centrales (que son los hacedores de política monetaria) tienen para modularlas.
Podríamos calificar a esta dinámica como la de “el Inversionista Tramposo”. Los inversionistas en general (no el individual) saben que los gobiernos no pueden permitir que el mercado financiero en su conjunto se despeñe, pues su disrupción causaría un colapso de la economía en su conjunto.
No importa qué tanto riesgo tomen, no importa que tan irresponsables sean, no importa cuánto comprometan al resto de la economía, el mercado financiero es simplemente demasiado grande para caer: “too big too fail”.
Las discusiones posteriores al estallido de la actual crisis financiera se han centrado sobre cuáles bancos son “too big to fail” y sobre cómo evitar que alcancen semejante talla o cómo, incluso a pesar de su tamaño, puedan caer en bancarrota.
Pero la anterior es una discusión falsa: no es que algunos bancos sean demasiado grandes para caer, es el sector financiero mismo el que es demasiado grande para dejarlo colapsarse. La industria del automóvil puede colapsarse, pero no el sistema financiero.
Cuando a los inversionistas les queda claro que hay algo que nunca va a pasar: y esto es que el sistema financiero se colapse, pues los gobiernos (como es hoy el caso) de ser preciso regalarán el dinero con tal de salvar a los mercados, entonces se crea un comportamiento como el que estamos viendo: comprar activos al precio que sea en los mercados de valores del mundo, total, lo peor que puede pasar es que los gobiernos los rescaten.
Los economistas llaman al rescatar a inversionistas que han tomado malas decisiones “riesgo moral”, y es este comportamiento lo que una y otra vez (y a juzgar por lo que estamos viendo en los mercados actualmente, otra vez), ha puesto en predicamento a la economía global en los últimos 20 años.
El Inversionista Tramposo sabe que no importa qué tanto riesgo se eche a cuestas, y qué tan grande sea la burbuja a la que se suba, cuando dicha burbuja estalle el riesgo de que la economía caiga en una recesión-depresión será tan grande, que la Fed y los principales bancos centrales rebajarán las tasas de interés, inyectando liquidez a diestra y siniestra y alzando de nuevo el precio de los activos.
Todo parece indicar que los bancos centrales y los gobiernos de los países desarrollados del mundo han salvado a la economía global de una gran depresión al decidir regalar el dinero en los mercados e inyectar cantidades ingentes de liquidez vía el gasto público y haciendo pública las montañas de deuda privada.
El dinero gratis y el hecho de que no haya costo alguno por tomar el más grande de los riesgos (puesto que la tasa de interés nominal es cero y la real es negativa) ha inflado a los mercados de capitales y de otros activos hasta niveles que ya están muy cerca de la última burbuja especulativa.
¿Qué pasa cuando el Inversionista Tramposo se da cuenta que los bancos centrales reaccionan al reventón de una burbuja con la creación de otra burbuja? Pues invertirá en la burbuja ¿y qué harán los bancos centrales cuando se den cuenta de lo anterior?
Estas iteraciones puede poner a la economía global en una senda inestable. Los trabajos de Lucas enterraron a las primeras políticas públicas keynesianas basadas en simplificaciones toscas, demostrando que una vez que los agentes económicos aprendían el truco de los economistas del gobierno. La única forma en que una política sea efectiva, y sólo lo será en el corto plazo, decía Lucas, es con una sorpresa.
Para la escuela de Chicago, lo que fue una sorpresa no fue la política, sino el ver que sus teorías llevaban a la mayor crisis económica desde la Gran Depresión. Pero ahora, estamos en una situación rara: el Inversionista Tramposo sabe lo que el gobierno va a hacer y toma riesgo excesivo, y el gobierno sabe que no le queda otro remedio mas que rescatar al Inversionista Tramposo. Ya no hay sorpresas. ¿Hasta cuándo?
1 comentario:
El problema es que para evitar que el mercado financiero colapse, se requiere cada vez de una burbuja mayor, cuyo poder destructivo aumenta significativamente.
Al final el sistema financiero de todas maneras va a terminar por colapsar (ya que su desarrollo actual no es sostenible), pero lo que pudo haber sido una severa depresión, se volverá un cataclismo mundial.
Los mas pesimistas hablan de hyperinflacion, quiebras, pobreza, guerras a nivel mundial.
Quien sabe,
De lo que si estoy seguro es que la próxima década va a ser complicada...
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