Ta bien, ta bien. No es ranchero, pero digamos que Maria Mackee no las canta nada mal.
Para mi gusto, y quizá también el de mi hermano César, la Mackee fue la mejor voz pop femenina de los ochentas. Tuvo su bandita, Lone Justice, que no eran nada malos, pero la estrella era ella. Chula, inteligente, sensible con un vozarrón que cantaba sus propias rolas. Era mi novia.
Mi favorita es esa rolita poderosa, intensa y cachonda: “Sweet Child of Mine”, sostenida por los agudos de la Mackee y por una banda en su plenitud.
Pero este domingo agonizante les quiero compartir esa bellísima promesa de la Mackee: “let me be your shelter, from the storm outside”. Déjame ser tu albergue de la tormenta, pues “Desilution, has an edge so sharp”. Bellísima: María Mackee.
domingo, 28 de noviembre de 2010
viernes, 26 de noviembre de 2010
El Hijo de la Chingada de Francisco Liguori
Entre las tradiciones que hemos perdido, y que hay que lamentar (algunas tradiciones, como la corrupción, tristemente persisten), se encuentra la del epigrama en el diario o en la revista. Por alguna razón esta noche andaba navegando y me dio por buscar los epigramas del gigantesco, enoooorrrmeee, Francisco Liguori, quien publicó durante años en varios medios sus preciosos versos epigramáticos.
Yo lo recuerdo en la legendaria Siempre!, aquella del gran viejo: Pepe Pagés Llergo, que hizo época y a quien tanto le debe este país. Allí Liguori tenía su página de epigrama semanalmente.
Para aquellos que no lo leyeron en su época, va el que quizá sea su más famoso epigrama: aquel que refutaba que el camino de la vida era “escribir un libro, sembrar un árbol y tener un hijo”. El epigrama es una joya de rima precisa, y una cumbre de la picardía mexicana: Salud don Paco Liguori. Maestrazo.
Tuve un amigo canijo
que leyó en un libro viejo,
aquel antiguo consejo
y lo siguió muy prolijo;
pero por irónico modo,
le salió muy mal todo,
al final de la jornada
logró un libro muy aburrido,
un árbol seco y torcido
y un hijo de la chingada
Yo lo recuerdo en la legendaria Siempre!, aquella del gran viejo: Pepe Pagés Llergo, que hizo época y a quien tanto le debe este país. Allí Liguori tenía su página de epigrama semanalmente.
Para aquellos que no lo leyeron en su época, va el que quizá sea su más famoso epigrama: aquel que refutaba que el camino de la vida era “escribir un libro, sembrar un árbol y tener un hijo”. El epigrama es una joya de rima precisa, y una cumbre de la picardía mexicana: Salud don Paco Liguori. Maestrazo.
Tuve un amigo canijo
que leyó en un libro viejo,
aquel antiguo consejo
y lo siguió muy prolijo;
pero por irónico modo,
le salió muy mal todo,
al final de la jornada
logró un libro muy aburrido,
un árbol seco y torcido
y un hijo de la chingada
martes, 23 de noviembre de 2010
La Pesadilla Del Celta: ¿Rumbo al fin del Euro?
Leo la última novela de Mario Vargas Llosa: El Sueño del Celta, y es imposible no pensar en el título que apadrina esta breve nota. El Euro vive La Pesadilla del Celta.
Lo asombroso es ver qué tan rápido puede cambiar el humor de los mercados, y qué fáciles son de engañar los inversionistas. Es más, están dispuestos a que los engañen con tal y que los hagan creer que existe una forma fácil de ganar dinero.
Hasta hace apenas tres años Irlanda era el Tigre en turno: el dragón celta. Una economía que emparejaba su crecimiento y su bienestar con las naciones más ricas de Europa. Pero como hemos repetido en este solitario Blog a lo largo de estos largos meses de crisis financiera: el exceso de liquidez es una larga sábana que tapa y esconde feos defectos.
Irlanda, como Grecia, como Portugal, como España (los PIGS), y si, como los Estados Unidos, gozaban de un regalo que no podía durar mucho: una moneda que valía más de lo que su productividad podía acomodar. Inundados por crédito barato y abundante, y con baja productividad en el sector comerciable, los PIGS gozaron un boom en el sector no comerciable: inmobiliario, banca, energía y comercio.
Hasta que la fuente se secó y el crédito dejó de fluir, dejando encueradas las graves deficiencias de esas economías: una profunda des-industrialización tras muchos años de burbuja inmobiliaria; una muy baja productividad manufacturera, y una fuerza laboral cara y poco flexible.
El Euro fue acomodado para la productividad de una economía: la alemana, y en mucho menor medida, la francesa, así que las economías de más baja productividad, al acoplarse a la moneda única, vivieron por un tiempo de prestado de la calidad crediticia alemana: los PIGS no pueden entrar en mora, apuestan los inversionistas, sería el fin del Euro y eso Alemania no lo va a permitir.
Pero el fin del Euro es un escenario que se está acercando a pasos agigantados por una razón muy sencilla: a todos los miembros del club del Euro les conviene: los PIGS podrían salirse del Euro, y si bien podría haber algunos de ellos que entren en mora, tras un período de reordenamiento, con su moneda devaluada y un plan creíble, podrían volver a los mercados al cabo de cierto tiempo: miren si no a Rusia, a Argentina, a México, que han incumplido sus deudas en el pasado.
A cambio de la deshonra financiera internacional por un período de tiempo, los PIGS podrán lograr en poco tiempo, algo que, de seguir con el Euro, tardarán mucho en lograr: crecer.
Si se separan del Euro, los PIGS devaluarían su moneda, abaratando sus productos y saldrían de la crisis exportando.
Alemania por su parte, no vería con malos ojos desembarazarse de esos polizones del Euro, que se treparon a la moneda única y que vivieron una época de jauja apoyados en la calidad crediticia teutona. Ya rescataron a Grecia, ya rescataron a Irlanda. Esos milenarios aislacionistas que son los alemanes preferirían secretamente no tener que cargar a cuestas el costo de sus vecinos manirrotos.
Los incentivos para dejar el Euro estan casi alineados, salvo para un país: Francia, quien no está ni tan fuerte como Alemania como para desear aligerar el lastre de los PIGS, ni tan débil como sus vecinos sureños y celtas para necesitar una devaluación brusca para salir de la crisis. Y es un francés el que maneja el FMI y es un francés el gobernador del Banco Central Europeo.
Cierto, los incentivos para que el Euro pase a mejor vida están allí, pero no ocurrirá: la turbulencia resultante de que los PIGS abandonen el Euro sería tan descomunal en el corto plazo, que nublan y no dejan ver los beneficios en el largo plazo.
No ocurrirá, pero el fin del Euro no es algo que deba descartarse ya de antemano.
Lo asombroso es ver qué tan rápido puede cambiar el humor de los mercados, y qué fáciles son de engañar los inversionistas. Es más, están dispuestos a que los engañen con tal y que los hagan creer que existe una forma fácil de ganar dinero.
Hasta hace apenas tres años Irlanda era el Tigre en turno: el dragón celta. Una economía que emparejaba su crecimiento y su bienestar con las naciones más ricas de Europa. Pero como hemos repetido en este solitario Blog a lo largo de estos largos meses de crisis financiera: el exceso de liquidez es una larga sábana que tapa y esconde feos defectos.
Irlanda, como Grecia, como Portugal, como España (los PIGS), y si, como los Estados Unidos, gozaban de un regalo que no podía durar mucho: una moneda que valía más de lo que su productividad podía acomodar. Inundados por crédito barato y abundante, y con baja productividad en el sector comerciable, los PIGS gozaron un boom en el sector no comerciable: inmobiliario, banca, energía y comercio.
Hasta que la fuente se secó y el crédito dejó de fluir, dejando encueradas las graves deficiencias de esas economías: una profunda des-industrialización tras muchos años de burbuja inmobiliaria; una muy baja productividad manufacturera, y una fuerza laboral cara y poco flexible.
El Euro fue acomodado para la productividad de una economía: la alemana, y en mucho menor medida, la francesa, así que las economías de más baja productividad, al acoplarse a la moneda única, vivieron por un tiempo de prestado de la calidad crediticia alemana: los PIGS no pueden entrar en mora, apuestan los inversionistas, sería el fin del Euro y eso Alemania no lo va a permitir.
Pero el fin del Euro es un escenario que se está acercando a pasos agigantados por una razón muy sencilla: a todos los miembros del club del Euro les conviene: los PIGS podrían salirse del Euro, y si bien podría haber algunos de ellos que entren en mora, tras un período de reordenamiento, con su moneda devaluada y un plan creíble, podrían volver a los mercados al cabo de cierto tiempo: miren si no a Rusia, a Argentina, a México, que han incumplido sus deudas en el pasado.
A cambio de la deshonra financiera internacional por un período de tiempo, los PIGS podrán lograr en poco tiempo, algo que, de seguir con el Euro, tardarán mucho en lograr: crecer.
Si se separan del Euro, los PIGS devaluarían su moneda, abaratando sus productos y saldrían de la crisis exportando.
Alemania por su parte, no vería con malos ojos desembarazarse de esos polizones del Euro, que se treparon a la moneda única y que vivieron una época de jauja apoyados en la calidad crediticia teutona. Ya rescataron a Grecia, ya rescataron a Irlanda. Esos milenarios aislacionistas que son los alemanes preferirían secretamente no tener que cargar a cuestas el costo de sus vecinos manirrotos.
Los incentivos para dejar el Euro estan casi alineados, salvo para un país: Francia, quien no está ni tan fuerte como Alemania como para desear aligerar el lastre de los PIGS, ni tan débil como sus vecinos sureños y celtas para necesitar una devaluación brusca para salir de la crisis. Y es un francés el que maneja el FMI y es un francés el gobernador del Banco Central Europeo.
Cierto, los incentivos para que el Euro pase a mejor vida están allí, pero no ocurrirá: la turbulencia resultante de que los PIGS abandonen el Euro sería tan descomunal en el corto plazo, que nublan y no dejan ver los beneficios en el largo plazo.
No ocurrirá, pero el fin del Euro no es algo que deba descartarse ya de antemano.
domingo, 21 de noviembre de 2010
El Marrano de Carlos Velázquez, Vestido de Color de Rosa
La escogí por el título y por la editorial: “La marrana negra de la literatura rosa”, en Sexto Piso. Y la verdad es que el resultado es sorprendente: Carlos Velázquez escribe algunas de las historias más cochinas y bien hechas de la literatura mexicana.
El libro está compuesta por cinco historias: hagan de cuenta la prosa de Juan Villoro escribiendo tramas de John Cleever en un bar de jotas en la Laguna, en Coahuila.
Carlos Velázquez es un moralista. Un moralista invertido en donde lo canónigo está dictado por lo que queda en los márgenes: jotas feas y abandonadas; gordos fofos sacados del orfanato; maridos de quinta atendidos por vestidas con envidia del útero; niños down que tocan cumbia en grupos punk; marranas ventrílocuas.
Hay una foto en la cuarta de forros de alguien que supongo que es Carlos Velázquez, si es él, parece más bien el guarro que escolta al exquisito marrano que escribe estas historias de personajes que Jean Genet hubiera envidiado, pero que vienen directitos de la tradición de Truman Capote, pero sobre todo, de John Cleever, escritos con la enjundia de Juan Gabriel salido de un taller literario de Juan Villoro, de donde salen penes cercenados, jotas tristes, mujeres castrantes y asesinas, niños con down de otro planeta muy cercano del rancho.
Hace rato ya que la literatura renuncio al Gran Relato. Ya nadie quiere escribir escribir Summas, como La Guerra y la Paz, La Muerte de Virgilio o Terra Nostra. El minimalismo en que se ha aposentado la literatura nos fuerza a leer historias mínimas de personajes nimios. Ya nadie quiere ser en México Carlos Fuentes (ni Carlos Fuentes mismo), y Roberto Bolaños ya se murió, con lo que nos quedan escritores que cuentan pequeñas cosas.
Por eso es de agradecer que salgan petardos como Carlos Velázquez: que ardan y se quemen en prosas breves pero incendiarias, absolutamente indecentes y burguesas de tan lumpens. Leán el libro, se van a entretener, que es lo mínimo que se le puede pedir a la buena literatura.
El libro está compuesta por cinco historias: hagan de cuenta la prosa de Juan Villoro escribiendo tramas de John Cleever en un bar de jotas en la Laguna, en Coahuila.
Carlos Velázquez es un moralista. Un moralista invertido en donde lo canónigo está dictado por lo que queda en los márgenes: jotas feas y abandonadas; gordos fofos sacados del orfanato; maridos de quinta atendidos por vestidas con envidia del útero; niños down que tocan cumbia en grupos punk; marranas ventrílocuas.
Hay una foto en la cuarta de forros de alguien que supongo que es Carlos Velázquez, si es él, parece más bien el guarro que escolta al exquisito marrano que escribe estas historias de personajes que Jean Genet hubiera envidiado, pero que vienen directitos de la tradición de Truman Capote, pero sobre todo, de John Cleever, escritos con la enjundia de Juan Gabriel salido de un taller literario de Juan Villoro, de donde salen penes cercenados, jotas tristes, mujeres castrantes y asesinas, niños con down de otro planeta muy cercano del rancho.
Hace rato ya que la literatura renuncio al Gran Relato. Ya nadie quiere escribir escribir Summas, como La Guerra y la Paz, La Muerte de Virgilio o Terra Nostra. El minimalismo en que se ha aposentado la literatura nos fuerza a leer historias mínimas de personajes nimios. Ya nadie quiere ser en México Carlos Fuentes (ni Carlos Fuentes mismo), y Roberto Bolaños ya se murió, con lo que nos quedan escritores que cuentan pequeñas cosas.
Por eso es de agradecer que salgan petardos como Carlos Velázquez: que ardan y se quemen en prosas breves pero incendiarias, absolutamente indecentes y burguesas de tan lumpens. Leán el libro, se van a entretener, que es lo mínimo que se le puede pedir a la buena literatura.
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