La discusión sobre la propuesta y el desmentido de la métrica del argumento de Rogoff-Reinhart ha sido uno de los debates económicos más intensos de los últimos años, pero así como intenso ha sido el debate, así de ignorado ha sido el otro lado de la moneda que quizá tenga iguales o más amplias implicaciones para las economías modernas.
El argumento, estadísticamente espurio de Rogoff-Reinhart, escrito en un documento del 2010, sostiene que una vez que la deuda pública como porcentaje del PIB alcance el umbral del 90%, el exceso de endeudamiento se traduce en una reducción en el crecimiento de la economía de hasta un punto porcentual por año.
Un estudiante mostró cómo Rogoff y Reinhart habían cometido un error de Excel y cómo debido a ese error de Excel muchas de los corolarios del estudio de los doctores de Harvard no eran correctos. El descrédito resultante del desaguisado ha servido muchísimo y ha mostrado cómo la ideología predomina sobre la economía: con datos espurios, muchos condenaron al endeudamiento excesivo como un pecado económico, y luego tras el desmentido, muchos han tratado de minimizar el endeudamiento excesivo como un factor que puede limitar el crecimiento.
Rogoff y Reinhart respondieron recientemente y si bien aceptan sus errores de dedo y de spreadsheet, e incluso conceden que el efecto de un endeudamiento por encima del 90% del PIB es menor de lo que originalmente habían establecido, mantienen su argumento central. El exceso de deuda (sea exceso a partir del 90% o no) menoscaba el crecimiento.
Lo triste de esta discusión no es la discrepancia sobre el nivel a partir del cual la deuda es excesiva, o sobre cuánto sustrae ese endeudamiento al crecimiento. Lo triste es que este debate sigue siendo ideológico pues solamente ve la basura en el ojo de la deuda pública e ignora la viga en el ojo de la deuda privada.
¿Por qué discutimos tanto si el exceso de deuda pública sustrae al crecimiento y no debatimos si el exceso de deuda privada tiene el mismo efecto sobre el PIB de largo plazo? Parecería ser un caso ideológico ramplón de que la deuda pública es mala, mientras la deuda privada no lo es.
Esa negligencia al debate científico es aún mas alarmante si recordamos que el actual nivel de endeudamiento público responde en la mayoría de los casos a la absorción masiva de deudas privadas, especialmente de los bancos, por parte del sector público para evitar el colapso de la economía real en el período 2008-2010. La deuda no se crea ni se destruye, sólo se transforma, así que si estamos condenando el exceso de deuda pública vale la pena recordar que el origen de esta ampolla es un exceso de deuda privada especialmente por parte del sector bancario, que llegó a representar en el 2007 un 800% del PIB en países como Irlanda, Suiza y Chipre, y nadie dijo nada.
Pero un working paper del FMI (con un nombre simpático: “Too Much Financing”), escrito por Arcand, Beker y Panizza, comienza a cerrar la pinza. El paper muestra cómo la deuda privada, medida como los activos bancarios como porcentaje del PIB, al llegar al 100%, muestra señales de rendimientos decrecientes. Es decir, a partir de que el sector bancario como porcentaje del PIB pasa ese umbral, los efectos benéficos del financiamiento comienzan a disminuir de manera muy sensible, y a pesar de que no se estipula así en el paper, no sería sorprendente que comenzaran a ser negativos, sometiéndose a la ley de hierro de los rendimientos decrecientes.
Otro paper citado por The Economist, publicado por Cechetti y Kharroubi en el BIS, muestra el último argumento del párrafo anterior. A partir de cierto punto, el exceso de endeudamiento privado es un menoscabo en el crecimiento.
El argumento no debería de sorprender, la deuda, deuda es, llámese deuda pública o financiamiento privado. La carga ideológica que tristemente impregna a la profesión económica nos ha hecho creer que la deuda pública es maligna y el financiamiento privado es encomiable.
La deuda no es ingreso, es un adelanto de ingresos, endeudarse hoy es pedir prestado a nosotros mismos en el futuro, así que es normal esperar que si bien dicho préstamo intertemporal es bueno pues nos ayuda a tener hoy dinero que tendríamos mañana, a partir de cierto punto los ingresos de mañana ya no serán suficientes.
He seguido con atención el debate de Rogoff-Reinhart, y estoy de acuerdo que en el largo plazo el argumento es válido, pero aquella boutade de Keynes que ironizaba sobre nuestra mortalidad en el largo plazo se sostiene. El endeudamiento excesivo ha sido un resultado, no una causa de la actual crisis. Y llegamos aquí por un exceso de deuda privada, por una hipertrofia del financiamiento bancario.
En este blog se ha mantenido una especia de bitácora de Casandra en donde previmos y narramos el desastre y advertimos que este estancamiento será largo y penoso, como lo está haciendo.
Pero al menos la discusión combinada de Rogoff-Reinhart y los papers de Cechetti y Arcand mencionados en este post deberían mostrar que el exceso de deuda es peligrosos venga de donde venga, y deberían darnos esperanzas sobre el futuro de la profesión de economista, que ojalá algún día se apegue más al rigor de los datos, que a la ideología.
El argumento, estadísticamente espurio de Rogoff-Reinhart, escrito en un documento del 2010, sostiene que una vez que la deuda pública como porcentaje del PIB alcance el umbral del 90%, el exceso de endeudamiento se traduce en una reducción en el crecimiento de la economía de hasta un punto porcentual por año.
Un estudiante mostró cómo Rogoff y Reinhart habían cometido un error de Excel y cómo debido a ese error de Excel muchas de los corolarios del estudio de los doctores de Harvard no eran correctos. El descrédito resultante del desaguisado ha servido muchísimo y ha mostrado cómo la ideología predomina sobre la economía: con datos espurios, muchos condenaron al endeudamiento excesivo como un pecado económico, y luego tras el desmentido, muchos han tratado de minimizar el endeudamiento excesivo como un factor que puede limitar el crecimiento.
Rogoff y Reinhart respondieron recientemente y si bien aceptan sus errores de dedo y de spreadsheet, e incluso conceden que el efecto de un endeudamiento por encima del 90% del PIB es menor de lo que originalmente habían establecido, mantienen su argumento central. El exceso de deuda (sea exceso a partir del 90% o no) menoscaba el crecimiento.
Lo triste de esta discusión no es la discrepancia sobre el nivel a partir del cual la deuda es excesiva, o sobre cuánto sustrae ese endeudamiento al crecimiento. Lo triste es que este debate sigue siendo ideológico pues solamente ve la basura en el ojo de la deuda pública e ignora la viga en el ojo de la deuda privada.
¿Por qué discutimos tanto si el exceso de deuda pública sustrae al crecimiento y no debatimos si el exceso de deuda privada tiene el mismo efecto sobre el PIB de largo plazo? Parecería ser un caso ideológico ramplón de que la deuda pública es mala, mientras la deuda privada no lo es.
Esa negligencia al debate científico es aún mas alarmante si recordamos que el actual nivel de endeudamiento público responde en la mayoría de los casos a la absorción masiva de deudas privadas, especialmente de los bancos, por parte del sector público para evitar el colapso de la economía real en el período 2008-2010. La deuda no se crea ni se destruye, sólo se transforma, así que si estamos condenando el exceso de deuda pública vale la pena recordar que el origen de esta ampolla es un exceso de deuda privada especialmente por parte del sector bancario, que llegó a representar en el 2007 un 800% del PIB en países como Irlanda, Suiza y Chipre, y nadie dijo nada.
Pero un working paper del FMI (con un nombre simpático: “Too Much Financing”), escrito por Arcand, Beker y Panizza, comienza a cerrar la pinza. El paper muestra cómo la deuda privada, medida como los activos bancarios como porcentaje del PIB, al llegar al 100%, muestra señales de rendimientos decrecientes. Es decir, a partir de que el sector bancario como porcentaje del PIB pasa ese umbral, los efectos benéficos del financiamiento comienzan a disminuir de manera muy sensible, y a pesar de que no se estipula así en el paper, no sería sorprendente que comenzaran a ser negativos, sometiéndose a la ley de hierro de los rendimientos decrecientes.
Otro paper citado por The Economist, publicado por Cechetti y Kharroubi en el BIS, muestra el último argumento del párrafo anterior. A partir de cierto punto, el exceso de endeudamiento privado es un menoscabo en el crecimiento.
El argumento no debería de sorprender, la deuda, deuda es, llámese deuda pública o financiamiento privado. La carga ideológica que tristemente impregna a la profesión económica nos ha hecho creer que la deuda pública es maligna y el financiamiento privado es encomiable.
La deuda no es ingreso, es un adelanto de ingresos, endeudarse hoy es pedir prestado a nosotros mismos en el futuro, así que es normal esperar que si bien dicho préstamo intertemporal es bueno pues nos ayuda a tener hoy dinero que tendríamos mañana, a partir de cierto punto los ingresos de mañana ya no serán suficientes.
He seguido con atención el debate de Rogoff-Reinhart, y estoy de acuerdo que en el largo plazo el argumento es válido, pero aquella boutade de Keynes que ironizaba sobre nuestra mortalidad en el largo plazo se sostiene. El endeudamiento excesivo ha sido un resultado, no una causa de la actual crisis. Y llegamos aquí por un exceso de deuda privada, por una hipertrofia del financiamiento bancario.
En este blog se ha mantenido una especia de bitácora de Casandra en donde previmos y narramos el desastre y advertimos que este estancamiento será largo y penoso, como lo está haciendo.
Pero al menos la discusión combinada de Rogoff-Reinhart y los papers de Cechetti y Arcand mencionados en este post deberían mostrar que el exceso de deuda es peligrosos venga de donde venga, y deberían darnos esperanzas sobre el futuro de la profesión de economista, que ojalá algún día se apegue más al rigor de los datos, que a la ideología.
5 comentarios:
Al final de todo, los que terminan ajustándose el cinturón son los presupuestos públicos (y suele ser por el lado de gasto social como Estados Unidos). Si bien, la deuda excesiva de ambos sectores (público o privado) es mala, quizá lo peor de todo es trasladar la deuda de un sector a otro. La generación de incentivos al sobreendeudamiento privado reside en los rescates que siempre culminan en castigo (despidos o alzas en impuestos) a quienes no son los principales responsables. Quizá la discusión no sea el tamaño de la deuda, sino la gestión y la creación de mecanismos que aseguren que la pagará el que la adquirió. Los papers sobre qué tanto afecta la deuda al crecimiento son muy importantes para determinar políticas públicas pero están totalmente fuera del contexto actual, y si se quiere aportar soluciones a este contexto de cero crecimiento, se debe trabajar con objetividad y sin ideologías de por medio.
bien, todo parece indicar que al final del día se mantiene aquello de que el sistema es funcional mientras las utilidades sean privadas y que las perdidas sean socializadas...
AT
Es lamentable que el sector privado actué con muy poca o nula regulación y que esto desemboque en deuda, que al final acaba absorbiendo el sector publico. El tema es ideológico, pero sin duda también es institucional, como economistas deberíamos de preguntarnos sobre la viabilidad de un sistema sin regulación eficiente y suficiente.
Por cierto, préstame una lana.
El problema no es el sobreendeudamiento, sino que al final el Estado (o sea nosotros los ciudadanos al final de cuentas) se ha resposabilizado de dicha deuda, al menos así ha sido en México, y creo que en España algo parecido.
Sí, coincido ningún exceso de endeudamiento llamase público o privado es bueno, porque al final como hemos visto recientemente quien paga las consecuencias es la gente de a pie, con mayores impuestos y recortes sociales.
Como economista, es difícil desagregar el aspecto ideológico, no se puede ser economista sin ideología, y como consecuencia siempre le saldrá a los ortodoxos que el estado no debe intervenir en la economía, vía gasto y endeudamiento público, sin percatarse que a últimas el endeudamiento público se usa para resolver problemas del libre mercado.
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