Es el fin de una época. En varios
sentidos. Difícil saber hasta donde llegará ese experimento egocrático en que
se han embarcado los estadounidenses al elegir al maniático de Donald Trump. Difícil
saber hoy que implicará en las relaciones multilaterales y en nuestra relación
vecinal. Pero lo que si podemos afirmar, porque está ocurriendo mientras usted
lee estas breves líneas, es que la larga época de dinero fácil y ganadores
mercados de bonos ha llegado a su fin, tal y como lo pronosticamos desde el
inicio de la era Trump. Y las consecuencias serán serias en el mediano plazo.
El primer fin de época que veremos es el
de la inflación inexistente. Los datos publicados la semana pasada en EEUU y en
México sugieren que hay un repunte inflacionario más o menos generalizado. Nada
de que alarmarse aún, pero la tendencia del crecimiento de los precios es al
alza después de más de una década de dominación por parte de los bancos
centrales. Cierto, la inflación no es muy grave aún, pero la Fed y los bancos
centrales parecen estar corriendo para alcanzarla. Existe el riesgo de que por
esperar tanto el alza de tasas vayan a tener que subir demasiado rápido en los
próximos meses.
Y si la inflación sube y las tasas de
interés de la Fed suben, entonces vamos a ver algo que no hemos visto en más o
menos treinta años: pérdidas en los mercados de bonos. Como el precio de los
bonos se mueve inversamente respecto de las tasas, y desde 1974 a la fecha las
tasas en el mundo no han hecho mas que caer, invertir en bonos ha sido uno de
los mejores negocios que ha habido. Aquellos tenedores de bonos, en especial
quienes ahorran para sus pensiones, han sido beneficiados por este movimiento
de largo plazo de la economía global, que ahora, con el advenimiento de la
reflación de Trump, podría estar llegando a su fin.
Si el pronóstico de reflación y alza de
tasas se cumple, entonces tendremos pérdidas severas en los mercados de bonos,
y aquellos inversionistas con tenencias en esos instrumentos van a sufrir,
particularmente aquellos que están a medio camino entre su vida laboral y su
retiro (yo levanto la mano).
Y si las tasas se montan, especialmente
las de largo plazo, será inevitablemente ver un dólar más fuerte. Si, como
parece ser el caso, Trump regalará un recorte de impuestos “tremendo” y
aumentará el gasto militar y de infraestructura, los EEUU incurrirán en déficit
fiscales crecientes y emitirán más bonos, incrementando la tasa de interés, así
que por el lado de la reflación, y por el lado de los déficit fiscales se está
cocinando un alza en las tasas de interés de largo plazo y eso significará sin
duda un dólar fuerte.
Al elevar las tasas de interés aquellos
proyectos con una rentabilidad menor que los nuevos réditos podrían dejar de
ser viables y quizá cierren. Y ese es un problema serio. Cuando las tasas están
en cero, como lo estuvieron por nueve años, es fácil que un proyecto rinda más
que la tasa de interés. Pero al ir subiendo las tasas aquellos proyectos con
rentabilidades estrechas deberán de ser reestructurados seriamente.. Y como fueron
tantos años de tasas bajas el número de esos proyectos podría ser enorme.
Pero incluso en un naufragio hay
ganadores, y un escenario como el que se prefigura es un sueño para los bancos,
sobre todo los estadounidenses: mayores tasas de largo plazo y un dólar fuerte
es justo lo que necesitan luego de años de tasas bajas. Y si lo anterior le
agregamos un descarado cabildeo en su favor por parte de Trump y los suyos,
tenemos una mezcla inmejorable para el negocio bancario, el cual adicionalmente
tiene en este momento un exceso de capital que podrán poner a trabajar
asumiendo riesgos que les fueron prohibidos los pasados nueve años.
Pero mucho dependerá de cómo se elevan las
tasas. Si el alza es gradual y ordenada habrá oportunidad para que
inversionistas y proyectos se adecuen a los nuevos niveles y quizá tengamos una
transición suave. Pero si los déficit fiscales y la inflación brincan de manera
intempestiva y las tasas se trepan desordenadamente en medio de confusión y
sobresaltos entonces la transición hacia esa nueva época podría venir
acompañada de sustos en las bolsas de valores y en el sector real sobre todo si
luego de los primeros dos años de la administración Trump el empuje inicial
producido por los menores impuestos y el incremento en el gasto público se le
acaba la fuerza y se agota en medio de una crisis seria. Y eso podría pasar en
el 2019.
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