La economía mexicana se encuentra en plena recuperación. El último lote de datos que ilustra la situación a septiembre muestra aún tasas negativas respecto del año pasado, y sin embargo, las caídas son cada vez menores. Pero octubre traerá sorpresas, pues los datos serán sensiblemente mejores a lo que los mercados esperan, y noviembre quizá traiga también buenas noticias. La marcha del motor económico trae empuje, pero como está ocurriendo en todo el mundo, dependeremos del color del semáforo epidemiológico.
Es en este punto, en donde la economía está agarrando velocidad, y la recuperación se afianza, cuando nos damos cuenta que en situaciones de pandemia, la dicotomía entre política sanitaria y política económica, es falsa.
En matemáticas una identidad funciona en ambos sentidos, dos cosas son iguales de ida y de vuelta. En medio de una pandemia, la política sanitaria ES la política económica. Para que la recuperación económica sea sostenible, es necesario primero tener dominado los contagios. Y al revés: reabrir la economía e impulsar la recuperación, sin haber domado la pandemia, disparará nuevas olas de contagios.
No debe sorprendernos en México que los contagios estén subiendo, y que en un número creciente de Estados el amarillo o el naranja se estén tiñendo de rojos: es el resultado de la reactivación económica. Mientras no haya cura, no es posible reactivar sin contagiar, así como no es posible meternos a la cuarentena sin meternos a la recesión. La pandemia implica que no tenemos opción, la economía y la salud pública no son intercambiables, son una y la misma cosa.
Los datos son contundentes: la economía mexicana, empujada por la manufactura y los servicios, mostrará cuando salgan, datos mejores a los esperados por el consenso del mercado en octubre y noviembre. Paralelamente, el ritmo de los contagios se ha acelerado, y con el rezago inherente al diagnóstico, en la tercera semana de noviembre los semáforos estatales están ya enrojeciendo.
Lo que ocurre en México ha ocurrido ya en Europa, y han tenido que enclaustrarse de nuevo. Está ocurriendo en Estados Unidos, en donde la insana priorización de los negocios se ha traducido en números récord de contagios y muertes. No es algo particular de nuestro país o economía, es un resultado lógico de tratar de mantener la economía funcionando en medio de una pandemia: el costo son infecciones, entubados y muertes.
En circunstancias normales los científicos sociales gustan hablar de una “elección social”. Por ejemplo, una sociedad puede escoger tener altos impuestos a cambio de una red de beneficios sociales generales y amplios; o puede escoger bajos impuestos y que la salud y las pensiones recaigan sobre las estrategias y los esfuerzos de los ciudadanos individuales. Una sociedad puede elegir entre más o menos intervención estatal. Entre prohibir o permitir el uso de la mariguana. Entre proscribir o admitir el aborto o los matrimonios entre personas del mismo sexo.
La “elección social” es posible cuando dicha elección es entre opciones que son controladas por la sociedad, cuando la posibilidad de castigar o permitir depende de los individuos sociales. Pero cuando el castigo por no observar las reglas es microbiológico, la elección social es imposible.
Si es posible elegir entre usar y no el cubrebocas. Es posible engañarse pensando que dicha opción existe y es de naturaleza social. Es posible elegir cuidarse o no en una pandemia. El problema es que en todos los dilemas que implican la elección social, los beneficiarios y los perjudicados son el mismo que decide. En la pandemia no.
Si, es posible elegir no cuidarse, y elegir la recuperación económica por sobre la salud pública. Pero el costo inevitable recaerá sobre los híper saturados trabajadores de hospitales y salas de emergencia que llevan un año entubando víctimas de la pandemia, e incluso si alguien elige que eso no le importa y está dispuesto a ser entubado, su elección implicará saturar hospitales, obligando a la autoridad a declarar de nuevo el enclaustramiento.
Las decisiones económicas no son nunca sencillas. Siempre tenemos que elegir entre costos y beneficios. En medio de una pandemia dichas decisiones son harto más difíciles. O sencillas depende como se vea. Pero los costos son ilimitadamente más grandes.
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