Muchas de las cosas que compramos cotidianamente traen impresas una leyenda: “Hecho en China”. Desde la última década del siglo pasado China se convirtió en el gran centro manufacturero del mundo, desplazando a otras regiones industriales, atrayendo a las fábricas de las empresas globales con la baratura de su mano de obra, el bajo precios de sus materiales e insumos, y una vasta infraestructura de comunicaciones y transportes. Pero en meses recientes el producto más común en China se llama “deflación”, y hay que estar atentos pues es posible que se convierta también en un producto de exportación al resto del mundo.
Los precios al consumidor en China cayeron 0.3 por ciento en noviembre respecto de octubre (cuando ya habían caída 0.2 por ciento). La de noviembre fue la caída más fuerte desde que las economías del mundo, la China incluida, se hundieron en la recesión causada por el aislamiento del Covid, así que la dinámica de precios en China se asimila a un estado de recesión económica, si bien el PIB se está expandiendo a una tasa cercana al cuatro por ciento.
Los precios al productor, que se miden digamos, a la salida de las fábricas, cayeron tres por ciento, y llevan ya un año entero con registros negativos.
¿Por qué ocurre esto en China, y cómo nos podría impactar?
Los precios suelen caer cuando hay una recesión económica y la falta de empleo y la caída de ingresos deprimen la demanda de los compradores, presionando a la baja los precios. No obstante, como mencionamos arriba, la economía china sigue expandiéndose, aunque lo hace a un ritmo pausado para su historia reciente.
Hay una posible explicación, con consecuencias funestas, de la deflación china: que la gravísima depresión inmobiliaria en ese país esté causando una pérdida, no de ingresos, sino de riqueza, entre los consumidores, quienes se retraen del mercado en consecuencia.
Para contar esta historia es necesario recordar la explosiva crisis de 2008-2009 en Estados Unidos, causada por la implosión de la burbuja inmobiliaria, y que arrastró consigo al resto de las economías avanzadas, salvo a la China, quien logró sustraerse del remolino financiero impulsando una sobre inversión en su propio sector inmobiliario, con el fin de estimulas la inversión y el consumo, y construir hogares para los millones de personas que migraban del campo a las fábricas urbanas.
El recuento de esa expansión inmobiliaria china es espectacular: se construyeron ciudades enteras, súbitos edificios masivos en medio de solares desiertos que fueron ocupados por millones de ciudadanos que recibían financiamiento barato para comprar sus hogares.
Lo anterior devino una sobreinversión que creó un inventario gigantesco de pies cúbicos construidos sin vender, que está provocando el desplome de los precios de los bienes raíces chinos, arrastrando consigo a las mayores inmobiliarias del mundo, y llenando a los bancos de ese país con millones de préstamos vencidos que deberán de castigar con reservas de capital en un momento u otro.
Para la mayoría de las familias, su casa es la mayor fuente de riqueza, allí se plasman los años de trabajo y ahorro. En economías con sectores financieros desarrollados, los bienes raíces sirven, además de como un hogar, también como una fuente de financiamiento, al hipotecarse y facilitar el acceso a crédito a sus poseedores.
Pero al perder valor los bienes raíces, como está ocurriendo en China, los consumidores pierden su principal garantía para acceder a financiamiento. Peor aún, sus inmuebles valen ya menos del precio al que la compraron, por lo cual la deuda ya es mayor que sus casas y departamentos: el activo perdió valor, mientras que el pasivo sigue subiendo en términos reales.
Esta última dinámica es la más peligrosa de todas: que el precio de los activos de los chinos caiga, mientras que el valor de sus deudas suba. Esto es lo que los economistas llaman una “recesión de hoja de balance”: los consumidores, aunque tengan un empleo que les genere ingresos, son más pobres cada vez debido a que sus activos pierden valor y sus pasivos crecen.
En 2008-2009, los Estados Unidos estuvieron al borde de una crisis prácticamente idéntica a la que hoy sufre China. ¿Cómo la resolvió? Mediante una expansión monetaria inédita, bajando las tasas de interés de referencia a cero por ciento, e inyectando una voluptuosa masa de liquidez en la economía que provocó un inflamiento en el valor de los activos, sacando así a los estadounidenses del riesgo de una recesión de hoja de balance.
China dejó avanzar su recesión inmobiliaria, quizá por el prurito de no rescatar a empresarios voraces que se hicieron ricos construyendo inmuebles que no se venderían nunca.
China es la segunda mayor economía del mundo, y con mucho, su mayor exportadora. Solía ser el caso que su destino económico no era relevante para el resto del mundo. Ya no es el caso, y sería un riesgo si la nueva exportación china fuera la deflación.
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