Cuando los mercados se comportan como en 2023 es difícil no preguntarse si la mano invisible verdaderamente existe. Si en realidad existe un mecanismo fantasmagórico y consciente que dirige los precios de los activos para teatralizar y convencer al público de la precisión del mecanismo de mercado. Después de sufrir en 2022 uno de los peores años de la historia, sorpresivamente las bolsas regresaron con furia en 2023, y en el último día hábil el índice más importante concluyó a un suspiro de un máximo histórico, a una micra de implantar un récord. Como si fuera una coreografía planeada de antemano por Hollywood.
El índice más importante de todo mercado, el S&P 500 cerró la última jornada y el año a un tris de un nuevo nivel máximo histórico, en 4,770, lo que coronó un año espectacular, ganando 24.23%, acompañado por sus cómplices, el Dow Jones, el cual brincó 13.70%, mientras que el espumoso Nasdaq se catapultó un espectacular 43.42%.
¿Qué provocó el sorpresivo auge de los mercados en 2023? De nuevo, como los mercados no hablan, hay que interpretarlos, y como todo traductor, corremos el riesgo de comunicar mal lo que se quiso decir.
Pero la explicación más probable del comportamiento de las bolsas de valores fue la convicción, la apuesta, de que los bancos centrales del mundo, encabezados por la Fed de Estados Unidos, realizaron un acto de prestidigitación de manera impecable: lograron controlar la inflación, sin matar al crecimiento económico. Pudieron subyugar el incremento de los precios sin incrementar el desempleo.
Todos los datos disponibles sugieren que esa apuesta de los mercados en 2023 fue correcta, pues parecen confirmar que la economía logró lo que los economistas llaman un aterrizaje suave, capitaneada por la Fed, la inflación ha cedido con el mínimo costos social posible. Este logro, anticipado desde inicios del 2023, hizo que los inversionistas se volcaran a comprar cualquier clase de activos y redondearan un año fantástico en donde todo salió inmejorable.
Si los datos acaban confirmando que las economías más importantes del mundo logran un aterrizaje suave, entonces los mercados habrán leído las sobras del café mejor que la mayoría de los economistas y analistas financieros, pues una mayoría de ellos (incluyéndome), pensaba que la posibilidad de un aterrizaje forzoso, en donde la economía cayera en recesión durante el intento de la Fed por controlar la inflación, víctima del abrupto incremento de las tasas de interés.
Pero no nada más las bolsas habrán vencido a los economistas, sino que habrán desmentido a su hermano mayor, el mercado de bonos, en donde uno de los más famosos indicadores del ciclo económico, la curva de plazos emitió desde hace meses la señal de que una recesión económica estaba en el horizonte.
Al menos hasta hoy, cada vez que la pendiente de la curva de plazos se ha invertido, le ha sucedido, con algunos meses de retraso, una contracción del PIB. Al cierre de año pasado, sin embargo, este peculiar indicador del ciclo económico lleva 430 días invertido, sin que haya hasta el momento sobrevenido recesión alguna, lo que provoca entre aquellos creyentes del poder predictivo de la pendiente de la curva la duda sobre su eficiencia en esta ocasión.
Porque la fortaleza de la economía de Estados Unidos ha sorprendido a todos; propios y extraños; expertos y neófitos; salvo a los inversionistas de las bolsas de valores, quienes apostaron desde mediados de año que las empresas y sus ganancias serían capaces de capear todos los temporales: la inusitada y abrupta alza de las tasas de interés por parte de los bancos centrales; la quiebra de varios bancos medianos insignia en los Estados Unidos; la bancarrota y desaparición de Credit Suisse; la erupción de nuevo de la violencia en el Medio Oriente; la prolongación del conflicto en Ucrania; la continuada retirada de la liquidez financiera por parte de los mayores bancos centrales. No hubo cerro que se les empinara. Todo fue sorteado por los mercados con alegría. Es más, con euforia.
La evidencia reciente sin embargo muestra que el equivalente a la ley de la gravedad económica, tarde que temprano, aplica también: el incremento en el costo de financiamiento resultante de la elevación de las tasas de interés han comenzado a jalar a economías como la Europea, el reventamiento de la burbuja inmobiliaria china ya muestra sus efectos en el resto del país, la persistente inflación en Japón da muestras de incomodidad entre los consumidores, los países menos desarrollados están incumpliendo sus deudas públicas. Algo está moviéndose ya, por lo que los inversionistas están ya preparados para el capítulo siguiente: la reducción de las tasas de interés.
Todo quedó listo para que, quizá en la primera sesión de este 2024, el S&P 500 inaugure el año con un nuevo récord histórico, como si fuera una puesta en escena, como si la mano invisible pusiera todo en su lugar para seguir la fiesta.
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