Este secreto Blog declara su filiación en su nombre mismo: soy de quienes piensan que no existe cima más alta que José Alfredo Jimenez.
El vasto poeta de Dolores Hidalgo, cuna de la independencia de este país y de la independencia de su lírica popular, es un coloso que se descubre nuevo cada día, y que sorprende por lo preciso y precioso artesano que fue.
Los ejemplos de que el Maestro era un conocedor de la métrica y la retórica son tantos y tan apabullantes que es imposible suponer que fueran destellos o chiripas. Van dos ejemplos:
“Este es el corrido
del Caballo Blanco
que en un día domingo
feliz arrancara”
Toda la canción son hexasílabos perfectos, encadenados para contar una asombrosa metáfora: un auto blanco, viejo y destartalado, en donde José Alfredo y su troupé, defraudados por un empresario, viajaron hacia el norte para ganarse la vida cantando.
Pero en esta Domingo Ranchero quisiera recordar estos octosílabos:
“Por la lejana montaña
va cabalgando un jinete
vaga solito en el mundo
y va deseando la muerte
...
La quería más que a su vida
y la perdió para siempre
por eso lleva una herida
por eso busca la muerte”
Cuéntenlos, mídanlos, son octosílabos perfectos. Versos de ocho sílabas, uno tras otro, sin falla.
La han cantado tantos, que es difícil encontrar la mejor versión d esta canción: las versiones de Miguel Aceves Mejía, de Jorge Negrete son de otro mundo, pero quise poner en este post una de mis favoritas: la versión limpia, impecable, poderosa, de uno de los mejores cantantes de ranchero que hemos tenido en suerte de escuchar: Plácido Domingo (que por lo demás, parece que también canta ópera).
“El Jinete” es una canción extremadamente poderosa, un himno abúlico. Yo la conocí por mi abuelo Abraham, quien la escuchaba en su auto, un enorme Mónaco blanco, en aquellos cartuchos enormes. Es una rola fúnebre y funeraria y suicida, una de las mejores creaciones del Puto Amo de la música ranchera.
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