Quizá si alguien en la esquina de Eje
Central y Cinco de Mayo lee ésta desvarío, sonreirá. Pero no está de más que en
este altiplano tropical que es el Anáhuac, tan lejos de lo que ocurre en el
resto del mundo, platiquemos un poco de un tema que en el marco mental de todo
economista es difícil de encuadrar: el riesgo de deflación.
Lo peor del caso es que el riesgo de
deflación no es un caso teórico, sino que en algunas latitudes (Japón, Italia,
España), es una realidad; y en otras un peligro claro y presente (incluso en
los Estados Unidos).
México ha sido siempre propenso a la inflación.
Quizá por su orografía, tan corrugada. Quizá porque más de la mitad de la
población vive a más de 1,600 metros sobre el nivel del mar, en una
concatenación de valles altos que crean condiciones para el arbitraje en el
precio de bienes y servicios. Quizá porque la capacidad de los
comercializadores en México para aumentar precios no tiene igual en otras
economías. Quizá porque somos una economía con pocas opciones en la mayoría de
los mercados relevantes.
Desde que se tienen estadísticas fidedignas,
la economía mexicana no ha sufrido de períodos significativos de deflación, y
antes bien, durante un par de décadas, la inflación excesiva fue un problema
que paralizaba el desarrollo nacional.
La Reserva Federal de los Estados Unidos
está cerca de subir sus tasas de interés de referencia. Quizá lo haga en algún
punto de este próximo verano. Pero si lo hace no reacciona a un posible aumento
en la inflación: si sube tasas lo hará para normalizar las condiciones
monetarias, porque la economía está creciendo y porque el desempleo está
bajando, no porque haya señales de inflación.
Al contrario. Si uno mira indicadores
globales, como el deflactor implícito del PIB de los EEUU, la inflación es cada
vez más baja, y baja cada vez más, (si me perdonan el juego de palabras). En
España, en Italia, los índices de precios al consumidor están ya en lecturas
negativas. Peor aún: como comentábamos en una perorata anterior en este
espacio: en Suiza las tasas de interés son negativas, es decir, el banco
central de ese país les quita un cachito a los bancos que tienen allí sus
depósitos. En Alemania, quienes compran letras del tesoro de corto plazo
aceptan tasas negativas, es decir, que conceden parte del principal con tal de
ahorrar en esos instrumentos.
¿Por qué cada vez más gente en el mundo
está aceptando tasas negativas? Es decir, si se es un ahorrador, que le quiten
parte de sus ahorros con tal de depositarlos, y si se es un emisor, pagar por
prestar?
La primera respuesta es porque hay mucho
miedo, pánico de que algo malo vaya a suceder, y que con tal de tener su dinero
en un lugar seguro a algunos ahorradores les parezca bien que les cobren por
depositar. La segunda posible respuesta es que algunos estén previendo que en
el futuro la deflación será más generalizada, y más profunda.
Si existe deflación, es decir, si los
precios caen, las tasas de interés negativas no son necesariamente un mal
negocio. Si la deflación es del 3%, y si yo invierto a una tasa negativa del
2%, aún estaré ganando en términos reales un rendimiento positivo. Si cada vez
más inversionistas están aceptando tasas negativas en el mundo ¿será que están
previendo que en el futuro incluso esas tasas negativas les van a redituar?
Para un emisor, una tasa negativa es algo
que económicamente parece no tener sentido: pagar para prestar. En el mundo
normal, quien presta, cobra. En el mundo de la deflación, quien presta, paga.
Economistas como Paul Krugman llevan años
insistiendo, alertando a los bancos centrales (como nuestro Banxico) y a los
hacedores de política, que las reglas de la economía son muy distintas cuando
estamos en deflación. Como la física funciona en los hoyos negros, toda
bocabajo, la economía funciona muy raro cuando estamos en deflación.
Si esos inversionistas tienen razón, y
vemos que además de Japón, de cachotes de Europa y otras regiones, son
engullidas por la deflación, y que por lo tanto, aunque los bonos y los ahorros
den tasas negativas la estrategia sigue siendo redituable, estaremos en un
serio problema.
Porque los bancos centrales y los
economistas saben bien cómo controlar la inflación: paran la economía de una
forma o de otra. Pero es justamente una economía parada la que causa la
deflación. Siempre se ha minimizado el riesgo de deflación. Los ortodoxos
dicen, como los cínicos le refutaban a Zenón de Helea su paradoja, si hay
deflación imprimamos más dinero.
Pero lo terrible es justo eso: que las tasas
negativas están siendo causadas por un mar de dinero. Los bancos centrales
están tratando de revivir a las economías muertas con la última herramienta que
tienen: cañonazos de dinero, y lo que están viendo es que los precios caen. No
está de más que estemos atentos a éste punto. De la inflación sabemos como
escapar: de la deflación, y a juzgar por las décadas que Japón lleva atrapado
en ese pantano: no lo sabemos aún.
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