Este lunes los bancos no abren en
Grecia. Es decir, si usted viviera en Atenas y quisiera ir al banco a disponer
de sus depósitos, no podrá hacerlo. La decisión del gobierno griego es difícil,
pero usualmente cuando éstas cosas pasan es porque todo está a punto de ponerse
peor. Quizá mucho peor.
La razón por la que Greca cierra los
bancos es porque los griegos quieren retirar el dinero de sus cuentas, y muy
probablemente los bancos no tengan el efectivo suficiente para pagarlos. Al no
tener una moneda propia, los Griegos dependen de que su cuenta con el exterior
les provea de Euros suficientes, y no los tienen. Si quisieran, los otros
países del Euro les prestarían Euros para hacer frente a la demanda de efectivo
de los habitantes de ese país que no quieren tener dinero en el banco sino
prefieren tenerlo bajo le colchón. Pero nadie le presta a Grecia, ni para
cubrir los depósitos a sus ahorradores, ni para cubrir el vencimiento de un
préstamo del FMI mañana martes, ni para nada.
Grecia en otras palabras, está a
punto de entrar en moratoria, y eso está asustando a los griegos, quienes temen
que esa moratoria aleje a Grecia de cualquier crédito institucional y que por
tanto, no habrá Euros suficientes en Grecia para cubrir los depósitos. Cuando
eso ocurre en una economía convencional, lo que sigue es una devaluación de la
moneda, y por eso es que los Griegos están corriendo hacia sus bancos: si
Grecia devaua, quieren tener los Euros en sus manos y no que se les devalúen
ene el banco.
¡Pero esperen, hay un problema!
Grecia no puede devaluar, pues su moneda no le pertenece. No es suya. Grecia no
puede devaluar el euro pues no le pertenece, es una moneda común. Es como si
Sinaloa quisiera devaluar el peso. Es una moneda compartida, no puede
devaluarla.
Lo que si puede ocurrir sin embargo
es la peor de las opciones: que Grecia abandone el Euro, que decida no
pertenecer al club de esa moneda común y emitir su propia moneda, regresar al
dracma, recuperando así su soberanía monetaria y pudiendo manejar su divisa
para recuperar su productividad y su empleo. Ojalá fuera tan fácil.
Si Grecia abandona el Euro tendrá un
severo problema. El dracma tendría muy seguramente una cotización muy devaluada
frente al Euro, y como sabemos Grecia es un país con una deuda muy, muy alta.
Pues bien, si abandonan el euro, los griegos verán de la noche a la mañana
multiplicar el tamaño de sus pasivos por el simple hecho de devaluar su moneda
local, precipitando y generalizando la moratoria.
Si Grecia entre en moratoria y
abandona el Euro, pueden pasar dos cosas. Que los bancos que tienen deuda
griega sufran severas pérdidas, obligando a los bancos centrales a inyectar más
liquidez a dichos intermediarios; y puede pasar algo peor: que el miedo cunda
en otros países de la zona Euro que siguen vulnerables, y los ahorradores
comiencen a retirar sus depósitos presos del pánico de una posible reedición de
la corrida bancaria griega, amenazando a la eurozona con una efecto dominó en
su periferia.
El escenario podría ser tan
devastador, que no es permisible. Y es eso con lo que cuentan los griegos. Ante
la cerrazón de la Comisión Europea por ofrecer una negociación favorable a los
griegos en esta crisis, la dirigencia griega ha recurrido a un recurso extremo:
amenazar con el caos, y están estirando la liga a todo lo que da: si la bola de
nieve desatada por el pánico creado por el cierre de los bancos de éste lunes
termina en el abandono del Euro por Grecia y en contagio hacia otras economías
de la periferia de la Eurozona, Alemania perdería más de lo que gana con su
estrategia de castigar a Grecia por su tozudes.
Pero el riesgo de la estrategia
griega es que quizá no pueda controlarla. Si el pánico bancario se desata será
muy difícil pararlo, y lo que empieza como una bravata puede terminar muy mal:
puede concluir con el fin del Euro tal y como lo conocemos. Keynes lo dijo una
vez respecto de Alemania: imponerle condiciones excesivas, imposibles de
cumplir, son contraproducentes en lo económico; inconsistentes en lo político;
y bárbaros en lo humano.
Las siguientes horas serán cruciales
para saber si la estrategia extrema de Grecia de empujar las cosas hasta el
límite del desastre logra flexibilizar a Alemania, o si los teutones seguirán
sin moverse de su postura infranqueable. También serán horas clave para saber
si el país que fue la cuna del mundo que hoy vivimos, puede convertirse tambi én en su tumba.
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