El futuro está siempre más cerca que el
pasado, pero mientras que la técnica nos ayuda a conocer cada vez mejor el
pasado, incluso el más remoto, el futuro, aunque sea inminente, nos es
incognoscible. Podemos saber qué ocurrió, casi al detalle, durante el crack
bursátil de 1929; en el desplome espantoso de octubre de 1987; con el pinchazo
de la burbuja tecnológica en el año 2000; y más recientemente, con la
catástrofe de 2008. Pero aunque la próxima caída estuviera cerca, tan cerca
como este lunes o esta semana, no hay forma de saberlo.
Hay muchos indicadores que sugieren que
los precios de las acciones en los mercados de valores se encuentran ya muy
cerca del límite a donde podrían subir, o que lo han superado hace mucho, y por
tanto el riesgo de una caída es elevado. Pero en el pasado los mercados se han
encontrado muchas veces en niveles comparables, y han seguido subiendo más aún,
así que ningún indicador es garantía de certeza respecto al futuro.
Revisemos dos de dichos indicadores. El
primero es ampliamente desconcertante, y se trata de la brecha entre el
rendimiento que están pagando los bonos especulativos europeos y los bonos del
tesoro estadounidenses. El rendimiento que se puede obtener en un bono basura
(junk bond) europeo de 10 años, de 2.4%, es casi igual al 2.2% que se pueden
obtener en bonos del mismo plazo del tesoro estadounidense. ¿Qué está viendo el
mercado que está asignando el mismo riesgo a las emisiones del tesoro de
Estados Unidos que a las de un emisor mal calificado en Europa? ¿Hay tanta
liquidez en el mundo que están invirtiendo en activos demasiado peligrosos a un
precio irreal y cuando el sector truene veremos una réplica del 2008-2009? ¿La
política monetaria expansiva ha hecho que los inversionistas olviden toda
precaución y persigan a cualquier costo activos riesgosos en busca de una pizca
aunque sea de mayor rendimiento?
Estamos en una etapa del ciclo financiero
en donde todo parece tener el mismo rendimiento independientemente del riesgo
del activo. Incluso las acciones, las cuales proveen al inversionista un
ingreso residual (el dividendo distribuido) tras cubrir todas las demás
obligaciones, parecen estar siendo tratadas como si fueran un activo
extremadamente seguro.
Una medida de qué tan caras podrían estar
las acciones es medir el cociente de Precio/Utilidad (PE en inglés), el cual
mide cuántos pesos están dispuestos a pagar los inversionistas por un peso de beneficios
futuros. En promedio, históricamente los inversionistas han pagado 17 veces las
utilidades futuras de las empresas cotizadas. Ha habido veces en que ese
cociente ha llegado hasta más de 40, justo antes de que los mercados se
despedazaran el año 2000.
Robert Schiller, el premio Nobel de 2013 y
uno de los economistas que mejor entiende las finanzas, ha desarrollado un
índice PE ajustado por el ciclo que muchos consideran el mejor indicador para
estimar qué tan caras pueden estar las acciones en el mercado. Tal índice,
llamado CAPE, se ha ubicado en un promedio histórico de 17 veces, y en este
momento se encuentra en cerca de 30 veces.
¿Significa eso que el mercado está muy
caro y que ya no puede seguir subiendo? La respuesta a la primera parte de la
pregunta es que si, yo diría que el mercado esta caro, muy caro. ¿Pero eso
significa que ya no seguirá subiendo? No. Nada nos puede asegurar que así será.
El mercado tiene un CAPE de 30 veces, pero
en el año 2000 llegó hasta 45. Con tasas de interés y tasas de inflación tan
bajas aún, el escuálido rendimiento de dividendos que pagan las acciones hasta
parece una ganga. Que el mercado esté caro no significa que se pueda poner más
caro todavía, así que abandonar el mercado, apostar contra él, o estar fuera del
mismo por miedo a una debacle implica un riesgo peculiar: el de no estar
presente durante la mejor parte de una burbuja especulativa.
Los mercados son riesgosos, pero los
inversionistas han decidido ignorar este riesgo por el momento. Las tasas de
interés están tan bajas, hay tanta liquidez y Trump ha prometido un recorte
furioso de los impuestos, que la mayoría apuesta que este mercado que tanto ha
subido, está listo para seguir subiendo. La desidia del riesgo es una
regularidad histórica antes de que el desplome llegue. Y el desplome puede
tomar algunos años aún, o puede estar a la vuelta de la esquina.
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