Keynes nos enseñó, (y el desarrollo de la
crisis de 2008-2009 y su solución nos mostraron que la macroeconomía moderna,
es keynesiana), que para salir de una recesión, la combinación de expansiones
monetarias y fiscales funciona. Expandir el gasto público aún a costa de
incrementar el déficit fiscal en la depresión del ciclo da resultados. ¿Por qué
entonces Trump recorta impuestos, lo que elevará el déficit, en medio de una
formidable expansión? Cuando la siguiente recesión llegue, y llegará, Estados
Unidos tendrá un déficit ya, dificultando el accionar de la política fiscal.
La política económica tiene dos brazos
principales: la política fiscal y la monetaria, y mientras que la Fed está normalizando
sus condiciones, subiendo las tasas de interés durante la actual expansión
económica, Trump está encaminando la política fiscal en la dirección contraria:
reduciendo impuestos y por lo tanto creando las condiciones para un aumento en
el déficit cuando la economía menos lo
necesita.
La tasa de desempleo en Estados Unidos
está en mínimos de más de una década, prácticamente en niveles considerados de
pleno empleo: la expansión manufacturera y del sector servicios ha sorprendido
incluso a los más optimistas, y los salarios reales han comenzado, ligeramente,
a expandirse. La economía no necesita estímulo, está creciendo por encima de la
tendencia ella solita. Recortar impuestos y aumentar el consumo ahorita solo
arriesga sobrecalentar una economía muy bien encarrilada.
La Fed está por su parte haciendo lo
correcto: ante una economía con un cuadro de expansión sólida, está subiendo
los réditos para moderarla y evitar que la inflación despegue.
Trump y sus amigos se han reducido los
impuestos para aumentar sus ganancias justo cuando el Tesoro estadounidense
precisaba que los impuestos subieran. Más aún, las condiciones de desigualdad
en el ingreso y la riqueza, las peores desde el siglo XIX en ese país,
requieren de mayores tributos a los más afluentes. Trump y sus cuates,
sedientos de ganancias, están yendo no únicamente contra el ciclo económico,
sino contra el ciclo de más largo plazo: empeorarán la profunda desigualdad
predominante justo cuando es necesario revertirla o de lo contrario el consenso
social en Estados Unidos, al borde del desgaje, podría empeorar, sobre todo
cuando llegue la siguiente recesión.
Hace un año publicábamos aquí que el
mecanismo más eficiente contra esta receta pro-cíclica y sin sentido de Trump
sería el insobornable mercado de bonos. Y el mecanismo se ha disparado sin
dilación. Las últimas dos semanas el bono líder, el de 10 años, ha sonado las
alarmas, ubicando su tasa en 2.65%, la mayor de los últimos once años, enviando
un claro mensaje: los implacables inversionistas de bonos están preocupados
sobre los efectos que el tramposo plan de Trump tendrá sobre el déficit: los
Estados Unidos deberán de aumentar su deuda, emitiendo más bonos y con ello
abaratarán sus precios y subiendo las tasas.
Hace un año en estas páginas anticipábamos
este fenómeno. Decíamos: “El mercado de bonos está
anticipando que la expansión fiscal agresiva que podría caracterizar a Trump deberá ser acompañada de alzas en las tasas de
interés de la Reserva Federal, incrementando el costo del servicio de
financiamiento a empresas y gobierno”
Hay un característica especial de la tasa
del bono de diez años: influye de manera muy especial sobre el mercado de
acciones. Típicamente las estimaciones de ingresos futuros de las empresas, los
cuales sustentan el precio de las acciones, son descontados a valor presente
usando la tasa del bono de diez años. A mayor nivel de las tasas de interés de
diez años, menos atractivas serán las acciones en las bolsas. El rally de Wall
Street tiene en el alza de las tasas de diez años su más clara amenaza.
La lógica del estímulo fiscal de Trump es
sencilla: menores impuestos pondrá más dinero en las manos de los más ricos y
las empresas. Pero inyecta ese dinero cuando la economía navega a todo vapor, y
esos menores impuestos causarán un déficit fiscal que elevarán el costo del
crédito y obligarán a la Fed a seguir subiendo las tasas para prevenir la
inflación. La economía funciona con leyes de hierro: e incumplirlas, como en
este caso, implica que tarde que temprano, el que la hace la paga.
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