En la legendaria película “Bladerunner” de
Ridley Scott, estrenada en 1982, Harrison Ford encarna a un policía de un
futuro distante, Rick Deckard, encargado de cazar a un grupo de autómatas
humanoides en un mundo sobrecargado por la tecnología. Deckard se enamora de
una autómata, Rachel, y en una escena memorable el policía baja de su auto
volador y busca una caseta telefónica para llamarle a su robot enamorada por
una línea fija-
En 1982 la especie humana pudo imaginar
robots idénticos a humanos, autos voladores, computadores omnipotentes,
ciudades delirantes.…pero no pudo imaginar el teléfono móvil, el cual se
encontraba casi a la vuelta de la esquina, a una década de distancia.
Solemos cometer dos tipos de errores
cuando imaginamos el futuro: imaginamos cosas que no se cumplen, como los autos
voladores de “Los Supersónicos” o “Volver al Futuro”; o no imaginamos las cosas
que si ocurrieron, como el teléfono celular, internet y las redes sociales, las
cuales no fueron previstas ni por Bladerunner, ni por “Volver al futuro”. Ni
siquiera por “Starwars”.
De los dos errores el segundo es el más
importante, Nuestra incapacidad para predecir lo que no existe es lo que mueve
el mundo. Como conocemos los autos, podemos imaginar coches voladores; como
conocemos los tenis podemos imaginar un par que se aten solos. Como los de
Marty Mcfly. Pero nada en 1982 pudo hacernos imaginar a Facebook, a Amazon, a
Apple, a Google y a Netflix, las cinco empresas más grandes del mundo por valor
de mercado.
Nuestra única herramienta para conocer el
futuro es el pasado. Los economistas inventamos la econometría y usamos las
series de tiempo para intentar proyectar la tendencia y así pronosticar lo que
va a pasar. Es nuestro único consuelo. El pasado es lo único que disponemos y
es nuestro humilde herramienta para adivinar el futuro: ¿cómo será el auto en
el futuro? ¿cómo conduciremos en el futuro? Es lo que podemos especular.
¿Pero que tal si en el futuro no hay autos
y no conducimos y nos transportaremos por sendas del espacio tiempo sin
esfuerzo? ¿Cómo sabremos qué pasará con nuestros cuerpos y esperanza de vida si
nos fusionamos con los autómatas y no somos dos entes separados como lo imaginó
Bladerunner?
El futuro es un barranco que desaparece
cuando nos lanzamos hacia él. El presente es el borde perpetuo de ese barranco
y es también el paso que damos al vacío. Machado lo vio perfecto ”se hace
camino al andar”. El camino no existe, lo hacemos andando, y eso significa que
no es posible conocer el futuro. Está a nuestro lado pero al acercarnos se
mueve siempre lejos de nosotros.
Los europeos no pudieron predecir a un
nuevo continente, y los indígenas americanos no pudieron prever nunca la
invasión europea. El choque de esos dos mundos, la aniquilación de las
civilizaciones originarias y el mestizaje posterior son hasta ahora la mayor
disrupción civilizatoria de nuestra especie.
Nuestra incapacidad para conocer el futuro
del cual no tenemos datos en el pasado es extremadamente importante en materia
financiera. Nada en "Bladerunner" o "Volver al Futuro" sugieren mundos con redes
sociales y teléfonos móviles. Se adivinan computadoras super poderosas y
objetos voladores, quizá fabricados por las ya conocidas IBM y Boeing.
Pero Marty Mcfly no pudo hablar por
iPhone, ni charlar por Facebook, ni guiarse con Google Maps, ni buscar videos
con Netflix. Peor aún: nada en las películas de ciencia ficción sugiere un
coloso que mueve todas las mercancías del mundo de un punto a otro. Ninguna
señala la inminencia de Amazon, una de las empresas definitorias de la economía
actual.
Marty Mcfly hace su primer viaje al futuro
en 1985, y si vemos cuál acción fue la mejor en el período de treinta años
posteriores al estreno de “Volver al Futuro”, la respuesta es simpática: Nike.
Nike fue la mejor acción del índice S&P 500 de 1985 a 2015. Pero hay un
problema: ni Facebook, ni Apple, ni Neflix ni Google, ni Amazon existían en
1985, y son las mayores empresas del mundo hoy.
Al tratar de adivinar el futuro pudimos
ver qué pasaría con los tenis, pero perdimos de vista las empresas más grande
del mundo. De ese tamaño suele ser nuestro error cuando pronosticamos el
futuro.
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