Si ustedes pensaban que la poesía sirve sólo para decir cosas bonitas, están en una gran equivocación. Escribir poesía para el insulto y la imprecación es uno de sus usos más tradicionales.
Catulo, el gran poeta latino era tan famoso por sus leperadas como por su lírica. Quevedo escribió sobre el alma enamorada allende la muerte, y versificó sobre culos y pedos, al tiempo que se destrozaba con insultos rimados con su contemporáneo Góngora.
Al castellano se le da bien esto de insultar. Su consonancia y sonoridad lo convierten en una lengua hecha para la oración divina y la imprecación tabernaria.
En la tradición mexicana la lírica lépera no es abundante, pero tiene una cima pavorosa y viperina: Salvador Novo.
En un México de machos charros, de generales aún por las calles, de pleitos resueltos a balazos. En un México antes de Juan Gabriel, Salvador Novo fue abierto respecto de su homosexualidad y su jotería. Antes que el orgullo homosexual fuera una bandera, Salvador Novo llevaba su orgullo al extremo de la afrenta y el auto chiste.
Veneno puro (Octavio Paz decía que Novo no escribía con sangre, sino con caca), Novo escribió grandes poemas satíricos, léperos, pendencieros y desafiantes con una habilidad sorjuanezca. Sonetos a la altura del Siglo de Oro, rimas bestiales capaces de enterrar con un cuarteto el prestigio de la pobre víctima. Salvador Novo escribió los mas complejos y logrados vituperios de la poesía en castellano moderna.
Sus víctimas eran variopintas: Diego Rivera, sus rivales en el mundo de la dramaturgia de aquellos años, actrices y cantantes, amantes de ocasión y divas del momento. Nadie se le escapaba, y la fobia con la que escribía contra el pobre de Ermilo Abreu Gómez era tal, que el pobre dramaturgo yucateco es conocido hasta hoy por su condición de piñata de Novo , más que por sus logros literarios.
Pero Novo era justo: ni siquiera él escapaba a su ponzoña. Más aún: quizá de sus más logradas leperadas fueron las que enderezó contra si mismo. Vean si no la siguiente.
La disfunción eréctil hace presa de Salvador Novo, y éste le reclama a su órgano que sólo sirva para miccionar y ya no para la cópula. Resignado, Novo se dice a si mismo que aún le queda viva su lengua. Poema soez como pocos, ese soneto muestra la portentosa habilidad de Novo para versificar temas agrestes y la facilidad para burlarse de si mismo con el mismo ácido con el que quemaba a sus pobres víctimas.
Vean lo complejo del tema. Un poeta homosexual viviendo antes del Viagra que se lamenta a carcajadas de su incapacidad para amar como antes y cagándose de la risa, se resigna a su lengua. La forma en que resuelve el tema es para ponerse de pie, y aplaudirle.
Desde que el huevo se me hinchó derecho
(transposición se llama esta figura)
tanto disminuyó mi donosura,
que paso rara vez del dicho al lecho.
No vale darme ya golpes de pecho;
pues esta menopáusica criatura,
privada de vigor, sólo procura
rendir al mingitorio su provecho.
Resignación. Consistan mis jolgorios
en disfrutar, porque los haya bien gua-
recido, mis recursos supletorios.
Ejerceré, mientras su fuerza mengua,
la función que por méritos notorios
me adscribe a la Academia de la Lengua.
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