En este espacio, y por varios meses ya, hemos insistido en que la siguiente mezcla de factores: el crecimiento sólido de la economía estadounidense, el déficit fiscal causado por el recorte de impuestos de Trump, y la normalización por parte de la Fed de sus tasas de interés, se conjugarían para producir un escenario particular para los mercados emergentes, y en particular para el Banxico: un dólar fuerte.
La semana pasada vimos en México cómo la divisa vecina se disparaba y rompía la barrera de los 19 pesos por dólar. Muchos, erróneamente, achacaron la debilidad del peso a los vaivenes electorales locales, pero sin duda, y como la atestigua el desplome del peso argentino y del zloty polaco, las causas de la debilidad del peso son más complejas que las encuestas presidenciales y representan un rebalanceo de los riesgos financieros globales: el alza de tasas en EEUU está provocando el reflujo de fondos marginales de mercados emergentes hacia activos en dólares.
El caso de Argentina es dramático, y el despedazamiento de la moneda local sólo ha sido remediada por el alza en las tasas de interés del Banco Central hasta 40%, un nivel asfixiante para la economía, y que aún no parece suficiente para remediar del todo la sangría de flujos escapando de la economía austral hacia activos en dólares. Con el alza en las tasas de Estados Unidos, en todos los mercados emergentes (México incluido), está ocurriendo lo mismo que en Buenos Aires, la caspa de los fondos invertidos en moneda local está regresando al dólar, desangrando así a las monedas emergentes.
No todas las divisas emergentes sufren igual: aquellas con sólidos fundamentos como México, están soportando el rebalanceo de riesgos de mucha mejor manera que economías más frágiles como Argentina o Turquía. La estabilidad macroeconómica lograda por México es invaluable y nos permitirá sortear este rebalanceo sin perturbaciones agudas. Pero las habrá: la turbulencia seguirá en tanto las tasas en Estados Unidos no alcancen su nuevo nivel de equilibrio, lo cual llevará quizá los próximos doce meses al menos.
Las cifras de empleo para el mes de abril en Estados Unidos reportadas el viernes solo echaron sal a la herida: la tasa de desempleo estadounidense se hundió hasta el 3.9%, la menor en diecisiete años, confirmando los ingredientes para que la Fed repunte sus tasas de interés al menos tres veces más durante este año, comenzando con su sesión de junio.
Los mercados fueron implacables, y el dólar remontó contra prácticamente todas las monedas hacia un nuevo máximo del año. Pero lo importante es lo siguiente: la tendencia al fortalecimiento del dólar, como le hemos remarcado aquí, seguirá al menos unos meses.
Déjennos dimensionar el tamaño del problema. Las tasas de interés se determinan por la oferta y la demanda de los bonos estadounidenses a los distintos plazos. El mercado en donde se compran y venden esos bonos es el mayor del mundo. Nada se compara en tamaño, liquidez e impacto con la talla y los indicadores del mercado de bonos de nuestro vecino. Si el gigante de los mercados se está acomodando, es natural que los cachorros, como los mercados emergentes, sufrirán de aguda volatilidad mientras el coloso encuentra una nueva posición estable.
Tenemos una ventaja: el balance macroeconómico de México es quizá el mejor para economía comparables, y el Banco de México hizo desde hace meses la tarea que bancos centrales como el de Argentina y Turquía apenas están realizando, acomodando las tasas locales de interés para absorber el rebalanceo del dólar con anticipación.
Tenemos suerte: el petróleo ha tenido un sorpresivo rally desde el inicio del año, por lo que el balance fiscal mexicano podría estar en mejores condiciones que las esperadas a inicios del año, y si los ingresos excedentes se usan para mejorar el balance, el rebalanceo del mercado de bonos estadounidense tendrá un efecto amortiguado sobre las variables locales.
Pero no nos equivoquemos, el rebalanceo está a todo lo que da. Estamos en plena reconfiguración de los flujos: las tasas remontan, la inflación está pegándose al límite del objetivo de la Fed, la tasa de desempleo está en mínimo de dos décadas y la expansión económica vecina goza de cabal salud en el corto plazo, mientras que el déficit fiscal de Trump comenzará a asomarse. Todo pinta para que los mercados estadounidenses reabsorban buena parte de los flujos que migraron a mercados emergentes en meses recientes, así que hay que virar el timón y prepararnos para que el viento nos sople en contra
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