A los economistas les enseñan una hipótesis que en las últimas dos o tres décadas ha resultado ser una mentira: al bajar el desempleo repunta la inflación, por lo que la política monetaria a veces es una ilusión. Al inyectar liquidez en la economía los precios subirán, y el efecto expansionista del banco central acabará en pura inflación, sin efectos sobre el empleo y el producto. Pero el desempleo está en niveles mínimos históricos, y la inflación no repunta, y la expansión monetaria ha producido una expansión económica notable. ¿Hasta cuando?
El párrafo anterior significa que en las últimas décadas la famosa Curva de Phillps no ha servido mas que para pasar exámenes en la escuela. La dicotomía entre inflación y desempleo no se ha materializado, y la acción de la política monetaria ha sido efectiva. A pesar de lo anterior en las escuelas de economía se sigue privilegiando la enseñanza de la llamada síntesis neoclásica y se sigue abjurando del enfoque neokeynesiano. Es como si nos enseñaran aún el modelo de Ptolomeo en nuestras clases de ciencias naturales.
Los últimos dos años han sido no obstante, una prueba al límite de esta excepcionalidad económica, y los últimos datos muestran que quizá estemos en la franja en que lo extraordinario deje de ser normal. La tasa de desempleo en un conjunto importante de países se encuentra en niveles extremadamente bajos: en Estados Unidos por ejemplo está en 3.9%, en Alemania se encuentra en 3.5% y en el Reino Unido en 4%.
Tales niveles de desempleo se habrían asociado hace poco más de treinta años a tasas de inflación intolerables para los bancos centrales, y las tasas de interés asociadas con dichos niveles de desempleo serían de entre 5.5-7% en los Estados Unidos por ejemplo, comparado con la tasa de 1.75% en vigor. Es decir, la inoperancia de la Curva de Phillps le ha regalado a los Estados Unidos unas cuatrocientas centésimas de costo financiero, que medido en pesos y centavos es una inyección enorme de financiamiento a la economía que contribuyó a que la gran recesión económica de 2008-2009 sea casi un recuerdo en términos de nivel del producto una década después (pero no en términos de equidad económica).
Pero los últimos meses han presenciado el regreso de un temido fantasma que poco a poco parece estar asomando las narices: la inflación. En Estados Unidos está en el límite del dos por ciento establecido por la Fed como el umbral tolerado, situándose en 1.9%. Otras economías, como la mexicana, tienen ya niveles de inflación tercos y con dificultades para someterlos dentro de las franjas toleradas.
Este atisbo de inflación parece entonces confirmar una hipótesis bastante extendida entre los economistas en décadas recientes. La razón por la cual la sacrosanta ley de la Curva de Phillps ha sido incumplida en años recientes es por la enorme oferta de bienes y servicios baratos provenientes de China. Hay un dato demoledor que ilustra este efecto: el acero producido por China los últimos veinte años supera con mucho al producido por Inglaterra en toda su historia: el gigantesco crecimiento chino y la vasta capacidad instalada que lo ha acompañado han tenido un efecto deflacionista en el resto del mundo al producir una plétora de mercancías que han vendido por el mundo a precios deprimidos, provocando una reducción dramática en la inflación.
Si el exceso de capacidad y de oferta chinas son lo que ha anclado a la inflación en las últimas décadas y han permitido la convivencia de bajas tasas de inflación con bajo desempleo entonces el poner cuotas y aranceles a las importaciones de ese país hacia Estados Unidos probablemente provoque un repunte en la inflación por encima del dos por ciento tolerado por la Fed y despierte de nuevo los miedos a una espiral de precios, que han estado dormidos y ausentes en las últimas décadas.
En economía los milagros no existen. Y si hemos disfrutado bajas inflaciones en la mayoría de las economías del mundo durante los últimos treinta años ha sido por la vasta oferta china y al libre comercio. Si se levantan muros arancelarios y regresan las cuotas entonces que no nos sorprenda que viejos trucos inservibles, como la Curva de Phillips, regresen por sus fueros.
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