China ha dejado de ser, desde hace una década, la fábrica de bajo costo de los Estados Unidos, y se ha convertido en el principal rival allí en donde la potencia americana ha dominado desde finales del siglo XIX: la innovación tecnológica. Desde que China se abrió a la economía mundial, la relación de EEUU con el gigante asiático fue de amor-odio, pero pesaba más el amor, hasta que de unos años para acá, el odio (o el miedo), se ha convertido en el eje de la relación.
El difícil balance entre la necesidad de que el trabajo barato chino manufacturara para las multinacionales estadounidenses, y la capacidad de absorción y desarrollo tecnológico( inevitable) de las empresas chinas al adaptar tecnología estadounidense, se ha roto, y el caso de Huawei, la empresa tecnológica china más exitosa, lo hace patente. Detrás de los escandalosos titulares mediáticos rodeando a la marca, subyace una realidad dramática: China parece estar ganando a Estados Unidos la carrera por definir la 5G.
El protocolo con el cual se comunican todos nuestros artefactos móviles, que saturan y controlan nuestras vidas diarias, haciendo de todo el día y todo el planeta una fábrica de la cual es imposible sustraerse, ha evolucionado desde sus inicios en los años ochenta hasta hoy, y cada nueva fase de desarrollo cuántico se le denota con el número consecutivo y la letra G. La 5G por tanto es la quinta generación de equipo y software sobre la cual descansará y se desarrollarán las comunicaciones móviles del mundo en la próxima década, abandonando la actual plataforma 4G, a la cual superará de manera significativa en velocidad, confiabilidad, costos y potencia.
Todas las anteriores generaciones de protocolos (2G, 3G, 4G) fueron desarrolladas por empresas estadounidenses y europeas. En las primeras generaciones figuraban por ejemplo Ericsson, Nokia, Alcatel, Lucent, y ninguna empresa china. Hoy el liderazgo de la 5G la llevan las chinas Huawey y ZTE, e incluso la coreana Samsung, mientras que jugadores estadounidenses como Cisco y Qualcomm se encuentran en el mismo nivel que ellas, algo muy distinto del liderazgo incontestable al que estaban acostumbrada hasta hace muy poco tiempo.
El lanzamiento de la 5G se espera para 2020, es decir a la vuelta de la esquina, y por ello no sería una sorpresa si detrás de la guerra comercial de Trump contra el dragón asiático, que ha coincidido con retahílas directas contra ejecutivos e instalaciones de las empresas mencionadas, estuvieran actos coordinados de las empresas y el gobierno de Estados Unidos para tratar de evitar que China y sus empresas se les adelanten en el desarrollo y lanzamiento del nuevo protocolo.
Quien acaba definiendo la 5G no únicamente podrá controlar las comunicaciones móviles de celulares y artefactos de comunicación y esparcimiento. La 5G promete ser el inicio de la automatización del mundo a gran escala: nuestros autos, nuestros hogares, las fábricas, las calles de nuestras ciudades, los aviones, todo tiende a estar conectado y automatizado con una mínima intervención de operación humana, todo tiende a un gigantesco robot mundial que comenzará a operar con el protocolo de la 5G.
No es exagerado entonces suponer que el control y la definición de la 5G es una variables crítica para la economía global, para las ganancias de las empresas, y por supuesto, para el liderazgo geopolítico de las próximas décadas. El trasfondo de la guerra comercial de Trump quizá sea este: ¿cómo detener el desarrollo tecnológico chino, que es financiado por el Estado de manera deliberada, para que no avasalle el modelo estadounidense, el cual es financiado principalmente por las corporaciones?
Si China y sus empresas acaban imponiéndose a los Estados Unidos y Europa en la 5G entonces habrá una redefinición crucial para el capitalismo: el desarrollo tecnológico no podrá seguir siendo ya financiado únicamente por las empresas. Es tan alto su costo y su complejidad, que el Estado deberá de financiarlo también. La automatización del mundo implica plataformas tecnológicas cada vez más vastas, dirigidas y complejas que ya no podrán ser financiadas exclusivamente por las empresas. El Estado deberá de financiar y dirigir…y eso ya no se llama capitalismo.
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