Repitamos aquella simpática frase de Neils Bohr: es muy difícil pronosticar, especialmente el futuro. Una y otra vez se ha mostrado que atisbar el futuro, como bien lo saben los físicos, no es posible. Si acertamos es porque tuvimos suerte, o porque los escenarios posibles eran limitados. Nadie puede conocer el futuro, pero quizá “algo” si. Los griegos tenían al oráculo de Delfos, los mesoamericanos al peyote: nosotros tenemos a la tasa de dos años de Estados Unidos.
La correlación entre la tasa de dos años y el comportamiento futuro de la Reserva Federal es algo medianamente documentado. Otras características de la llamada curva de plazos han sido profusamente estudiadas, tales como la pendiente de la misma, la cual hemos comentado aquí de manera regular.
Pero la capacidad de la tasa de los bonos de dos años para predecir la tasa de muy corto plazo y su posible cambio de dirección ha quedado patente en meses recientes.
Recordemos lo que ocurrió en diciembre 2018, justamente en la sesión de nochebuena, cuando los mercados en Wall Street se hundieron hasta un nivel que rosaron una caída de veinte por ciento por debajo de su nivel máximo histórico alcanzado apenas en septiembre pasado. El cierre de ese día envió un escalofrío por todos los mercados globales, y los principales funcionarios financieros del mundo escucharon sonar las alertas ante la posibilidad de mayores caídas en los mercados.
Pero no bien hubo el mercado coqueteado con el desastre cuando la Reserva Federal, tan sensible a las lágrimas de los inversionistas como lo hemos detallado en este espacio, anunció que sería muy paciente en su política de tasas de interés, y dio a entender claramente que, de ser necesario, podría incluso bajarlas.
Lo que esto significó es que el ciclo restrictivo de política monetaria de la Fed, iniciado en diciembre de 2015, se ha detenido, y que de ser necesario (si los mercados se colapsan, o la economía da muestras de flaqueza), podría revertirse e iniciar un nuevo ciclo expansivo de liquidez. Esto bastó para que los mercados dieran un salto asombroso el día después de la navidad y que cerraran el 2018 e iniciaran el 2019 en una larga y festiva celebración.
Lo asombroso es que alguien ya había anunciado lo que iba a venir. Mientras que la Fed subía sus tasas de diciembre de 2015 a la fecha, la tasa de dos años acompañaba a la Fed. Paso que subía la tasa de la Fed, paso que había sido acompañado por subida de la tasa de dos años. Pero el 7 de noviembre, mientras la Fed aún estaba telegrafiando subidas, la tasa de dos años llegó a un máximo y comenzó a bajar.
La baja de la tasa de dos años a partir de esa fecha fue rápida y constante, separándose del discurso y accionar de la Fed por primera vez en tres años, como si hubiera roto con ella. Parecía decir: “ya no puedes subir más. Es hora de parar las subidas y de hasta comenzar a bajar”.
Poco un mes después la Fed estaba dándole la razón a la tasa de dos años, y anunciaba claramente que el ciclo de alzas (ojo, si no repunta la inflación), estaría por llegar a su fin, y que incluso, de ser necesario, podría revertirse y comenzar un período de recorte de tasas.
Tras escuchar ese cambio de dirección de la Fed, la tasa de dos años dejó de caer, subió un poco hasta un nivel compatible con una tasa de corto plazo de la Fed de cerca del 2.2 por ciento, y allí se ha estabilizado en las últimas semanas, contenta quizá con las palabras de la Fed, a quien parece estar esperando para poder caminar juntas de nuevo.
La tasa de dos años está dando muestras de comunicar más cosas aún. Si uno mira el comportamiento de las divisas de mercados emergentes, como el peso, a partir de que la tasa de dos años comienza a caerse en noviembre, la correlación es muy alta: la tasa baja y las divisas suben (cayendo el dólar), y dicha correlación se mantiene hasta hoy día, en que vemos al peso y otras divisas muy estables tras un par de meses de debilidad del dólar.
Así que este es el tip de esta semana. A falta de una ventana que nos permita ver el futuro, en ausencia del oráculo de Delfos, sigan de cerca la trayectoria de la misteriosa tasa de dos años, y dado que es muda, aprendan a leerle sus expresivos labios.
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