La frase es atribuible a ese acuñador de frases memorables, Winston Churchill: “Siempre puedes contar con que los americanos harán lo correcto, después que hayan intentado todo lo demás”. Estoy convencido que elegir a Donal Trump fue un error del sistema político estadounidense, y que la defenestración en curso por parte de los demócratas, en caso de proceder, será una validación de la sentencia de Churchill: los americanos, luego de intentar otras salidas, acabarán haciendo lo correcto: echando por la ventana a esta personaje que ha puesto en riesgo no solo al sistema político de su país, sino a la economía global.
Que no exista en castellano una traducción precisa para “impeachment” quizá sea el reflejo de la pobre tradición democrática de nuestros países, en donde los gobernantes que son expulsados de su puesto lo hacen por la violencia o por muerte natural, y no por un procedimiento que sancione su mal proceder conforme a las leyes. Para propósitos de esta columna utilizaremos entonces la palabra “defenestración” como una útil imagen gráfica para traducir impeachment: tirar a alguien por la ventana.
Donald Trump es alguien tan ligado al establishment político, económico y del espectáculo estadounidense que habla muy bien de su talento o de la pobre cultura política de los electores, el cómo logró ganar proyectándose como alguien que barrería con el establishment. Seguro que ni él mismo creyó ese discurso, pero es justamente el establishment el que determinará a final de cuentas si Trump es defenestrado o no. Porque una cosa es lanzar una retórica anti semita y racista en general, eso al establishment no lo incomoda demasiado, pero muy otra cosa es conculcar las bases sobre las cuales se ha fincado la expansión económica global y arriesgar la continuación de la globalización basado en las fobias y los caprichos de una personalidad excéntrica y peligrosa.
Tomemos el ejemplo más emblemático: la postura ante China. Si China se convirtió en la potencia económica que hoy es, fue porque así convino a los intereses de las grandes corporaciones estadounidenses. La inversión en China fue la forma que EEUU SA encontró para restituir sus márgenes de rentabilidad abaratando costos y acelerando los procesos de diseño y manufactura. Acusar a China de deslealtad comercial y bloquear el comercio y la inversión con esa nación es ir en contra de la lógica misma de las empresas estadounidenses, quienes son las principales beneficiarias con invertir, producir y comerciar desde allá.
Donald Trump ha decidido sabotear el multilateralismo económico, subvertir las alianzas comerciales que tan bien sirvieron a la expansión global estadounidense de las últimas cuatro décadas, a partir de una idea primitiva y aldeana de transponer el supremacismo blanco a la autarquía de los Estados Unidos. El supremacismo blanco, la ideología central de Trump y sus aliados de extrema derecha, no soporta el multilateralismo: no toleran la idea de que el libre comercio con mexicanos, chinos, coreanos y japoneses hacen a su economía más fuerte.
La ilustración gráfica del supremacismo blanco en el terreno económico es un obrero blanco, en su fábrica del medio oeste, produciendo mediante energía generada con carbón, los bienes que el resto del mundo necesita y que comprarán porque nadie lo hace mejor que ellos.
Esa imagen es tan obsoleta que sólo un grupo dentro del partido republicano y la coalición de extrema derecha que lo secuestró, cree en ella. El resto de los republicanos tuvieron que tragarse la candidatura de Trump porque era la mejor opción para derrotar a los demócratas, pero no están contentos con él. Si Trump piensa que él es el establishment (y lo piensa), se llevará muy pronto una tremenda sorpresa.
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