domingo, 29 de septiembre de 2019

Protejámonos Del Proteccionismo


No debería sorprendernos que el proteccionismo esté de vuelta. Es una de las consecuencias de la terrible crisis económico-financiera del 2008-2009, dado que las economías nacionales, incapaces de articular un crecimiento sostenible (con la notable excepción de los Estados Unidos), buscan depreciar sus monedas para venderle a la máquina económica del mundo: justo los EEUU, más bienes y servicios para crecer. Pero el punto llegó en que los EEUU, a través del iletrado Trump, dijo “esta masacre acaba aquí”, y comenzó a cerrar las fronteras.
Los Estados Unidos son para la economía mundial el comprador de última instancia. Son el gran cliente del resto del mundo. Ellos lo saben de algún modo y por ello tienen la moneda más fuerte del planeta: para poder comprar lo más barato posible los bienes y servicios del resto. Ese papel de ser el cliente de última instancia fue absolutamente clave para que la economía global pudiera salir de la Gran Recesión de 2008-2009. El resultado fue por supuesto un aumento en el déficit de cuenta corriente de los Estados Unidos, al cual el muy elemental de Donald Trump ve como un símbolo de abuso del resto hacia su país, y una señal de debilidad extrema.
El déficit de cuenta corriente de EEUU es todo lo contrario: una señal de la enorme fortaleza de su demanda interna y de la fortaleza del dólar. Más aún, dado que los Estados Unidos no necesitan tener reservas internacionales, el mayor déficit de cuenta corriente significa un mayor superávit de cuenta de capitales: ahorro del exterior que busca ser invertido en los Estados Unidos, en su economía y en sus mercados. El auge bursátil de Wall Street, el déficit de cuenta corriente, y la fortaleza del dólar, son las distintas caras de un mismo proceso.
¿Si la cuenta corriente de EEUU es muestra de su fortaleza económica, por qué Trump lo equipara a una carnicería en contra de su país? La respuesta más sencilla (y quizá la correcta), es por ignorancia. Pero intentemos una respuesta más objetiva. La primera explicación es directa: detrás del déficit de cuenta corriente si hay perdedores, aquellos sectores estadounidenses que no pueden competir con el exterior, y si mapeamos a esos sectores con el mapa electoral, el resultado no debería de sorprendernos: son los que votaron por Trump.
Si por motivos electorales, por su afán de ganar y mantener el poder, Trump y los republicanos están impulsando una agenda económica que les da réditos políticos de corto plazo, pero pérdidas económicas en el largo plazo no debería de asombrarnos: los políticos tienden a pensar así: en el resultado de la elección que viene, y no en lo que el país debe ser en las próximas décadas. Es un sesgo natural que siempre debe de ser compensado por los actores económicos y por los mercados.
Y son los mercados los que en efecto, han sido los principales críticos de la estrategia comercial e internacional de Trump, de su bilioso proteccionismo. En los últimos doce meses el S&P 500 por ejemplo, no ha subido un ápice. Claro que si comparamos el mercado respecto de su cierre de diciembre 2018 estamos sustancialmente arriba, pero pocos tuvieron esa suerte. El mercado tiene más de un año sin moverse, sin ir a ningún lado, mostrando así la incomodidad que le produce el inoportuno proteccionismo de Trump.
Lo irónico es que el libre mercado está siendo cuestionado por los países de donde surgió: el Reino Unido y los Estados Unidos. Y el proteccionismo viene hoy justo de esos dos países. Pensándolo bien la ironía no es tal: la globalización fue iniciada por esos dos países para vender sus productos y abaratar sus costos, arrasando las economías del resto. Pero cuando el resto se repuso y supo competirles, los EEUU y el RU están cerrándose para competir con ventaja, que es como siempre lo han hecho. Para protegerse del proteccionismo es necesario tener en cuenta una cosa: el que se lleva se aguanta.


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