Especular es todo un arte, especialmente cuando se especula con el arte. La semana pasada la célebre artista mexicana, Frida Kahlo, hizo pedazos todos los récords previos para un artista latinoamericano, luego de que una de sus pinturas, “Diego y Yo”, se vendió por 34.9 millones de dólares en una subasta en Nueva York. Hay tanto dinero suelto por el mundo que no saben qué hacer con él, así que los precios alcanzados por la obra de Kahlo y otros son apenas la espuma de una ola colosal de liquidez.
No debería de extrañar a nadie que el arte y sus productos sean sujeto de la especulación, tal y como las acciones de Tesla, o Bitcoin o el aluminio lo están siendo. La obra de arte, especialmente la de artistas ya fallecidos, tiene una característica deseable para los inversionistas: su escasez. Frida Kahlo ya no puede pintar más, así que sus cuadros en el mercado son escasos y los inversionistas están dispuestos a pagar lo que sea por uno de ellos.
El dinero, sin embargo, es lo más fácil de producir del año 2000 para acá, desde que los bancos centrales, empezando por la FED de Estados Unidos, comenzaron el desorden de inyectar liquidez en el sistema financiero a través de mecanismos cada vez más ramplones y directos.
El dinero ha perdido valor. La constatación de la anterior sentencia es sencilla: el dinero no vale nada, su precio, la tasa de interés, está en cero desde 2020.
Si el dinero no vale nada, pues hay tanto que se regala y no se sabe qué hacer con él, no debería de sorprenderle a nadie que los inversionistas estén dispuestos a pagar por artefactos financieros estrafalarios, como el bitcoin, que aspiran a la escasez y a la rareza, precios que suenan ridículos. Los precios de los cuadros de Kahlo y el Bitcoin no son ridículos, que el dinero cueste cero por ciento si lo es.
Bitcoin y su caterva de cripto monedas anhelan ser cuadros de Frida Kahlo: apreciados por su rareza y escasez, e imposibles de falsificar, así que ambos activos financieros comparten esas características deseables para todo inversionista.
El mercado del arte es más mercado, que arte. Es un error asociar el precio de una pintura a la calidad de la obra o de su autor. Que un cuadro de Frida Kahlo supere en precio a cualquier obra de un artista latinoamericano no está asociada al valor artístico de la pintura. El mercado tiene razones que el arte desconoce.
En la subasta de la semana pasada, que en México fue destacada por el precio del cuadro de Kahlo, los récords cayeron uno tras otro. Por ejemplo, cuatro cuadros de Van Gogh se vendieron por un total de 161 millones de dólares, y una escultura de Alberto Giacometti se vendió por 78.4 millones. Los precios parecían no tener límite.
Algunos análisis estadísticos asocian los ciclos del mercado del arte a los del mercado de valores. Creen encontrar en las cúspides y valles de los precios pagados por obras de arte, una anticipación de lo que ocurrirá luego en las bolsas de valores. Otros especialistas descreen de dichas conjeturas y aseveran que ambos mercados tienen vida independiente, pues la obra de arte no es replicable como lo son los bonos, las acciones y el mismísimo dinero en circulación, que es fácil de crear y falsificar.
A despecho de lo anterior, ambos mercados comparten una característica: son susceptibles a la liquidez. Si el sistema financiero está inundado de dinero como lo está ahora, los precios que los inversionistas están dispuestos a pagar por el riesgo en Wall Street, y por el arte en Sotheby’s, se comportarán de manera similar.
Los subastadores de galerías y casas de arte sostienen que pocas veces en el pasado ha sido tan fácil vender arte, que los coleccionistas han dejado el paso a los inversionistas, y que el arte es percibido como un activo especulativo, más que un dije estético y una reserva de valor para los coleccionistas.
Wall Street tiene una enorme ventaja respecto de Sotheby’s: la liquidez. Comprar y vender arte no será nunca tan fácil como la transacción de valores. El mercado del arte es más pausado y físico que el financiero, y la obra plástica contrasta con el etéreo activo que es el derecho a recibir ganancias detrás de una parte accionaria.
Pero en mercados que queman como el actual, en donde la liquidez brota por los poros del sistema financiero, el dinero busca desesperadamente en dónde materializarse, ya sea en el derecho a recibir intereses o dividendos de los bonos y acciones; en la estrafalaria aspiración a la rareza de las criptomonedas; o tras el disfraz estético de una obra maestra de Frida Kahlo.
Esto ocurre y seguirá ocurriendo mientras el dinero valga nada. Mientras su precio siga siendo cero como lo es hoy, porque en cuanto el dinero comience a costar, el mercado de arte y otros, será mirado con distintos ojos.
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