Fieles a su estirpe electrónica, las criptomonedas no descansan y operan activamente incluso los días de asueto, mientras las bolsas de valores del mundo descansan. Es difícil saber cómo operarán el lunes que esta edición de Excelsior esté disponible a los lectores, pero en algún momento de este fin de semana Bitcoin y la tribu de criptomonedas se desplomaban más de 30 por ciento. Hemos insistido aquí que quizá parte del éxito detrás de las cripto se encuentre en la misma causa que está inflando al resto de los activos: el dinero gratis de los bancos centrales, el cual, a juzgar por las declaraciones del presidente de la Fed, podría estar a punto de terminar.
Los inversionistas adquieren activos financieros por una razón muy sencilla: porque compran los derechos a recibir un flujo de efectivo futuro, como es el caso de bonos y acciones. Compran materias primas, como cobre y petróleo, porque alguien los usará para producir viene. O compran obras de arte para decorar sus casas, o porque la belleza de la pieza es deseada por otros y su valor crece. O compran casas para vivir en ellas o venderlas a alguien para que moren en ellas después.
Los inversionistas no pueden vivir en una bitcoin. Las bitcoin no sirven para encender los motores de nuestros autos, ni nos sirven para decorar nuestra salas. Ni generan un flujo de ingresos futuros.
Bitcoin y las criptomonedas aspiran a ser únicas e infalsificables como una pintura de Frida Kahlo, las cuales acaban de imponer un récord para una obra de un artista latinoamericano. Algunos críticos de arte suscribirían el acerto de que, como la obra de Frida, el mercado está pagando mucho más de su verdadero valor intrínseco.
Que Frida sea la artista latinoamericana más cara quizá tenga tres factores: su calidad plástica; la moda permanente en que su biografía y mercadotecnica la han convertido; y el exceso de liquidez que los bancos centrales han inyectado en las economías en años recientes y que han elevado el precio de múltiples activos muy por encima de su valor intrínseco, desde los cuadros de Frida, hasta la carta de Lio Messi y Neymar, hasta llegar a las absurdas criptomonedas, cuyo precio no guarda proporción con ninguna utilidad posible.
La semana pasada Jerome Powell, el presidente de la Fed, el banco central de los Estados Unidos emitió un preocupante mea culpa: admitiendo que se había equivocado en tipificar la inflación en niveles récord de treinta años como un fenómeno transitorio, y no como un choque de mayor duración. Dichas palabras podrían significar que la Fed está por acelerar el ritmo del retiro de la liquidez de la economía y también que subir las tasas de interés, del actual cero por ciento, a un nivel neutral. En otras palabras, que el fin del dinero gratis está más cerca de lo que el mercado pensaba y está preparado a aceptar.
Es imposible ignorar la importancia de lo que lo anterior implica. Si el banquero central más poderoso del mundo admite que la inflación le está ganando la partida, y que se equivocó respecto de su duración, quizá implique, como mínimo, que las tasas de interés de los Estados Unidos deberán de ajustarse hasta un nivel compatible con la inflación permanente. Ese nivel es de al menos 2.0-2.5 por ciento, pero podría ser mayor si la inflación persiste incluso una vez que el efecto de la base de comparación se haya desvanecido en los próximos diez meses.
Si en efecto la Fed, pronto o más tarde, gradual o súbitamente, está por retirar su colosal incentivo monetario, y temprano o tarde, las tasas de interés deberán de adecuarse a los nuevos niveles de inflación, el efecto sobre una constelación de activos monetarios podría ser crítica.
Si el dinero paga una tasa de cero por ciento, entonces no extraña que los inversionistas vean en dijes y detentes como el Bitcoin y las criptos, alternativas de inversión. Pero si el dinero comienza a pagar interés, entonces las criptomonedas y los activos que no generan flujo de efectivo perderán su atractivo, y ajustarán sus precios, seguidos por aquellos activos cuyo flujo de dividendos está muy lejano en el futuro, como las acciones de empresas tecnológicas.
El súbito colapso que las criptomonedas sufrieron el fin de semana: ¿es un sustito anecdótico en la marcha de las cripto rumbo a la dominación planetaria, como lo afirmarán sus adeptos y creyentes, y resurgirán mañana de entre las cenizas? ¿o se trata de una alerta temprana, de un aviso anticipado de lo que podría venir en el futuro cercano al desaparecer el dinero gratis contra la miríada de activos inflados como la espuma en el mar de liquidez?
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