El cambio tecnológico y el éxito corporativo suelen ser caprichosos. Es fama, por ejemplo, que las grandes ganadoras de la fiebre del oro en California de mediados del siglo XIX fueron, mas que los gambusinos que encontraban el metal, la empresa que los vistió con una innovación radical: el pantalón de mezclilla, y la empresa que transportaba el oro de California a Nueva York en sus carretas. Hoy conocemos a esas empresas como Levi Strauss, y American Express.
La empresa que inició la revolución digital, IBM, trayendo al mercado la trascendente innovación que ha sido la computadora personal, es hoy una jugadora de segundo orden en el mercado tecnológico, en donde las ganadoras son las empresas que producen los contenidos que son consumidos en el invento de IBM. No fue el hardware, sino el software y sus contenidos lo que más valor ha producido en la era digital, de allí que Facebook, Google, Netflix, superen con mucho el valor de mercado del líder innovador, IBM.
Algo similar ocurrirá probablemente con el mercado de autos eléctricos, en donde Tesla, la gran innovadora, capaz de dislocar una industria centenaria mediante una innovación disruptiva deberá en los próximos meses y años enfrentar la competencia de los colosos de la industria automotriz, quienes, tras negarse durante años a aceptar que los autos que producen, con motor de combustión interna, desaparecerán en el muy corto plazo, están dando un giro a sus esfuerzos y moviéndose a la producción de autos eléctricos muy rápidamente.
Será interesantísimo ver si a Tesla sufre o no del síndrome del innovador. El de ser el primer disruptor de una industria pero que es incapaz de mantener el liderazgo ante la presión de competidores más eficientes que se cuelgan de lo aprendido por el innovador sin pagar los costos que éste tuvo que pagar. Apple estuvo más de una década en ese escenario, y estuvo a punto de desaparecer, pero el enorme talento de su fundador, Steve Jobs, la hizo renacer prácticamente de sus tempranas cenizas y la convirtió en el coloso que hoy es.
Muchos vaticinan que la ganadora de la migración de la enorme industria del auto hacia la movilidad eléctrica no será alguna de las grandes automotrices, sino quien resuelva la gran limitante para que el auto eléctrico sea capaz de desbancar al de gasolina: la batería.
La batería ha sido desde el inicio de la generación industrial de electricidad, la gran limitante. El artefacto capaz de almacenar la energía para cuando sea necesaria consumirla, y poder desfasar el ciclo de producción del de consumo, como es el caso de los bienes durables, ha sido de siempre el reto para el sector.
Si un Tesla fuera ya capaz de ir y volver de México a Acapulco sin recargar la batería, la empresa habría ya enterrado a su competencia. Pero el reto de su autonomía, y del tiempo de la recarga, subsiste.
Lo mismo ocurre con las energías renovables. Si existiera la batería capaz de almacenar la energía solar y eólica para que se generara cuando hay sol y viento, y se consuma en las noches o en la calma, las renovables habrían sustituido ya a las fósiles de manera abrupta.
La batería es el secreto para el cambio radical de la matriz de consumo energético, tanto a gran como a pequeña escala. Cuando se tenga una batería que nos permita almacenar en nuestras casas la energía que se genera en los paneles solares en nuestros techos, las empresas eléctricas que hoy conocemos cambiarán en formas inimaginables.
Por supuesto que tales baterías ya existen, pero son imprácticamente grandes o carísimas. La carrera entre China y Estados Unidos por producir una batería pequeña y barata capaz de almacenar grandes cantidades de energía es, junto con la tecnología 5G y la inteligencia artificial, una de las pistas cruciales en la disputa por la hegemonía económica y por supuesto, geopolítica, del próximo medio siglo.
México es un jugador clave en la industria de autos de combustión interna. Desde las autopartes hasta el armado de vehículos y su venta. Esa industria está a punto de cambiar de manera radical.
¿Qué están haciendo las economías emergentes, como México, ante esta carrera de los gigantes por las tecnologías claves del próximo siglo? Muy poco. México tiene la oportunidad, gracias al T-MEC, de insertarse tempranamente dentro de la cadena de producción, así que ojalá que en lo que toca a la batería, nos pongamos las pilas.
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