Así como un famoso gato puede estar vivo y muerto al mismo tiempo, la inflación puede ser temporal o duradera al mismo tiempo. Lo responsable sería reconocer que estamos ante una coyuntura inédita en las últimas cuatro décadas, y que existen condiciones para que el actual rebote inflacionario, que debería de ser temporal, pueda convertirse en duradero. La incertidumbre acusada de estas fechas obliga a que sea la probabilidad la que guíe los pasos de la política pública. Ante tanta volatilidad, lo más importante cuando se toma una decisión es estar consiente de la posibilidad de haberse equivocado.
Nuestro cerebro está acostumbrado a la dicotomía: buenos o malos; día o noche; Real Madrid o Barcelona; Izquierda o Derecha; temporal o duradero. Cuando los jóvenes físicos del segundo cuarto del siglo XX pergeñaban los conceptos fundamentales de lo que hoy conocemos como la física cuántica se encontraron con que la única explicación posible para explicar lo que pasaba a nivel subatómico es que las partículas pudieran estar en más de un lugar a la vez, fenómeno que hoy conocemos como “superposición cuántica”, idea que Einstein repelía por ser contra intuitiva.
Erwin Schrödinger intentó ilustrar esa característica inaprensible del mundo cuántico con un ejemplo que es hoy un icono de la cultura popular: un gato encerrado en una caja en donde un mecanismo cuántico activa o no, un matraz con veneno. Dado que las partículas subatómicas pueden estar en dos estados simultáneamente, el Gato de Schrödinger está vivo y muerto al mismo tiempo, y sólo conoceremos su estado hasta que el mecanismo cuántico sea fijado por la observación.
Algo similar pasa con la inflación. La discusión más importante es saber si esta será temporal, en cuyo caso la política monetaria quizá deba actuar de manera gradual y contenida; o si es duradera y la política monetaria debe incluso ser más agresiva de lo que ha sido hasta ahora. El problema es que la respuesta depende de algo tan aleatorio que se asemeja mucho al Gato de Schrödinger.
La noción que los economistas usan para explicar el rebrote inflacionario es “la cadena de suministro”, pero en realidad lo que eso significa es: China.
La globalización ha sido la fuerza que durante las últimas décadas ha mantenido la inflación extremadamente baja. Y en términos simples lo que la globalización significa es una cadena de suministros extremadamente eficiente capaz de producir cada vez más, mejor y a menor costo. Y el secreto del éxito de dicha cadena ha sido sin duda la inclusión de China en la OMC y la enorme eficiencia de su producción y logística.
Pero la pandemia Covid trastocó la globalización de distintas maneras: cerró a China al resto del mundo en la primera etapa; disparó una acrimonia entre ese país y su principal cliente, los Estados Unidos, que se tradujo en aranceles, cuotas, y en una ruptura de la relación comercial/económica primordial de la globalización; y dada la política de cero Covid adoptada por China, la cadena de suministros sufre la intermitencia dictada por los aleatorios brotes pandémicos en su territorio.
El comercio internacional, la cadena de suministros, han pasado de ser un flujo complejísimo pero suave y predecible, a ser un sistema aún más complejo, pero ahora aderezado con brotes pandémicos impredecibles en China que cierran fábricas, puertos y comercio; con el suicidio económico del centro financiero de Europa, el Reino Unido, que altera la logística en el viejo continente; con crisis en componentes claves del proceso global de producción, notablemente los semiconductores, pero también en otros insumos clave.
Dado el contexto anterior de disrupción del proceso global de producción, la probabilidad de que una serie de factores similares a la que llevó a la inflación actual a niveles máximos de cuarenta años se conjugue para convertir al actual repunte inflacionario en algo duradero no debe de descartarse.
Si revisamos por ejemplo los textos de Paul Krugman los últimos dos años, es ejemplar como un economista tan avezado fue sorprendido por el rebrote inflacionario. No lo vio venir, o no quiso verlo venir. Los bancos centrales fueron sorprendidos por el rebote inflacionario, que no les pase lo mismo en caso de que el rebote no sea temporal. Que no los agarren como al Gato de Schrödinger.
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