Un fantasma recorre el mundo: el riesgo está de regreso. Luego de casi cuarenta años en que se pudo tener todo al mismo tiempo, ahora los mercados y las sociedades tendrán que elegir qué mal quieren enfrentar. O se enfría el crecimiento, o se tolera a la inflación. Los políticos y los industriales suelen pensar que algo de inflación es tolerable para no matar el crecimiento. Los bancos centrales suelen ser intolerantes con la inflación. Pero los mercados, Wall Street, que solía abominar de la inflación ahora tendrá que escoger entre chiflar, o comer pinole.
La inflación de marzo en Estados Unidos volvió a marcar un nuevo máximo de cuarenta años, ubicando la cifra de 12 meses en 8.5 por ciento, algo no visto desde 1982, cuando las tasas de interés de la Fed superaban el 15 por ciento.
¿Por qué si la inflación está en máximos de cuarenta años las tasas de la Fed están apenas 25 centésimas por encima de su mínimo de todos los tiempos? Porque la Fed ha sido complaciente (algunos dicen que en exceso) con la inflación.
¿Y por qué la Fed ha consentido que la inflación se dispare a su máximo en cuatro décadas? Porque los mercados de bonos, que solían abjurar de la inflación, han aprendido a amarla.
¿Y por qué los mercados ahora no temen a la inflación a pesar de ser su principal enemiga? Porque a cambio la Fed y los bancos centrales del mundo les han dado un regalo incomparable: les compran todos los bonos que ellos quieran vender al plazo y en el momento que sea.
Solía ser el caso que cuando la inflación asomaba las narices, los temibles inversionistas del mercado de renta fija salían agresivamente a vender sus activos, temerosos de que la inflación erosionara el valor de sus preciados bonos. Como todos hacían lo mismo, huyendo del monstruo inflacionario, tenían que recortar sus precios para encontrar comprador, y como la tasa de rendimiento se mueve en sentido inverso al precio, el mercado acababa subiendo las tasas, forzando a la Fed a hacer lo mismo.
Pero esta vez fue distinto, pues los inversionistas sabían que no había necesidad de rematar sus bonos ante el resurgimiento de la bestia inflacionaria, pues en el momento que fuese, la Fed estaría lista para comprar casi cualquier cantidad de bonos que los asustados inversionistas quisieran vender. No había riesgo alguno.
Esa actitud de la Fed, de comprar cantidades colosales de bonos, surge a partir de la necesidad de proveer liquidez al mercado durante la cruenta pandemia de covid, que aún sufrimos, el cual provocó el desplome del mercado en marzo de 2020, cuando el mundo se confinó para tratar de mitigar las muertes.
Pero cuando nos vacunamos y empezamos a salir de nuevo a la calle y a los trabajos, la Fed siguió comprando bonos. Y cuando la inflación comenzó a resurgir, la Fed siguió comprando bonos. Y cuando la inflación se disparó a máximos de cuarenta años, la Fed siguió comprando bonos. Cuando ya no era necesario, la Fed siguió comprando bonos.
Los historiadores de las finanzas juzgarán sobre el actuar del banco central estadounidense en la actual coyuntura. Si erró o no en mantener su estímulo monetario por tanto tiempo. Pero luego de una sorprendente tolerancia, la Fed y sus directivos recordaron las últimas semanas para qué están allí, y han sido claros que las tasas subirán y restringirán la liquidez, suspendiendo la compra de bonos, con el fin de eliminar los factores inflacionarios que están a su alcance.
Por eso las tasas de largo plazo en prácticamente todo el mundo (salvo excepciones como China o Japón), están subiendo a niveles no vistos…desde 2019, a pesar de que la inflación está en niveles de 1982.
Es probable que las tasas sigan subiendo, porque la Fed va a subir y dejar de inyectar liquidez. Y ese escenario lo que significa es que luego de cuatro décadas en que pudimos gozar de alto crecimiento, bajo desempleo, baja inflación, muy bajas tasas de interés, y mercados al alza, ahora tendremos que escoger el menor de los males.
Las sociedades y los mercados deberán de discutir cuál es ese mal menor que están dispuestos a aceptar. Para la Fed no debería de haber discusión, la inflación es inaceptable. Pero los mercados creen que pueden elegir. Creen que se puede vivir con una inflación medianamente alta, con tal de que no le suban tanto la tasa de interés. Tal opción no existe, cada punto adicional de inflación se convierte, por la magia del interés compuesto, en una pesada carga que borra el valor de los activos financieros en el futuro. Le costará trabajo a Wall Street, pero tendrá que escoger entre chiflar, o comer pinole.
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