Un indicador poco conocido en México, pero que en Estados Unidos se ha vuelto muy popular en las últimas décadas sugiere que el banco central de ese país, la Reserva Federal, o la Fed, enfrentará pronto un dilema difícil: escoger entre proteger el crecimiento económico o controlar la inflación, porque a juzgar por el mensaje que están enviando los mercados, es difícil que logre chiflar y comer pinole al mismo tiempo.
La semana pasada, la tasa de rendimiento del bono de 2 años en Estados Unidos superó al rendimiento del bono de 10 años. En palabras sencillas, es más caro el crédito en el corto plazo que al largo plazo, contrario a lo que ocurre en condiciones normales.
El plazo de los bonos y sus rendimientos forman una gráfica que se llama “la curva de rendimiento”, y cuando, como en esta semana, los rendimientos del bono de 2 años superan al de 10 años, se dice que la curva está invertida.
Es muy raro que lo anterior ocurra. Por varias razones, la más importante, porque la inflación erosiona el valor del dinero en el tiempo, lo normal es que el costo de dinero sea mayor conforme el plazo aumente. Pero las veces en que dichas condiciones se han invertido en Estados Unidos, su economía ha entrado en recesión algunos meses después.
Cuando esta relación fue descubierta por Campbell Harvey, un economista profesor de Duke University en los años ochenta durante años no pasó de ser una curiosidad académica vista con recelo por sus colegas que la consideraban con poco rigor científico.
Pero con el paso del tiempo la inversión de la curva ha sido asombrosamente precisa y ha predicho sin falta el ciclo económico estadounidense. Lo hizo en 2007 cuando anticipó la espantosa crisis de 2008-2009, y lo volvió a hacer en 2018, cuando previó la recesión de 2020, mezclada con la pandemia covid. Por eso, cuando en los inicios de la semana pasada, la curva se invirtió de nuevo, la prensa financiera estadounidense hizo eco de oscuros modelos económicos advirtiendo sobre la inminencia de otra recesión en los próximos meses.
No muchos economistas están convencidos del indicador, es difícil construir un modelo o una hipótesis a partir de una simple regularidad estadística que no se desprende de sus principios económicos. Les cuesta trabajo aceptar que una relación sin fundamento teórico sólido sea capaz de predecir mejor que sus modelos.
A la Fed también le cuesta trabajo aceptar que la pendiente de la curva sea un predictor no nada más de la economía, sino de sus acciones. La pendiente parece estarle diciendo a la Fed qué es lo que va a hacer, y cómo se equivocará. Y lo que parece estar diciendo la pendiente de la curva en estos momentos es lo siguiente:
La Fed deberá de subir de manera agresiva, incluso desordenada, sus tasas de interés (la de fondos federales y la de descuento) en los próximos meses, en su intento de someter una inflación que se la ha ido de las manos, pues crece al ritmo más acelerado de los últimos cuarenta años. Por eso los rendimientos de los bonos de corto plazo de la curva están subiendo.
Pero los rendimientos de los bonos de largo plazo están cayendo porque la curva parece decir que las alzas apresuradas de la Fed podrían enlentecer la economía, orillando a la Fed a bascular hacia el otro extremo del péndulo y comenzar a bajar tasas de interés para evitar que el crecimiento económico y el empleo entren en recesión.
No es fácil pilotear la economía de Estados Unidos cuando la inflación se ha salido de control y las tasas están apenas en 0.25 por ciento, mientras la mayoría del resto del mundo lleva ya meses subiendo sus tasas. La Fed corrió el riesgo de sobrecalentar el mercado laboral pensando que la inflación era pasajera y cedería sola y rápido. Se equivocó y ahora tiene que correr más rápido para alcanzar a la inflación que se le escapó de control.
Lo que la curva de bonos parece decir es que en esa carrera apresurada puede ser que a la Fed se le pase la mano y acabe con la expansión económica al tratar de contener la inflación. Si en algunos meses estamos comentando ese escenario, la pendiente de la curva lo habrá hecho de nuevo. Es cuestión de tiempo para saberlo.
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