La lengua castellana es particularmente sacramental, sacrílega y pícara. Quizá por ello la sabiduría popular plasmada en sus “dichos· es tan precisa, a la vez que divertida. Si pudiéramos usar un dicho para describir el dilema que enfrenta en estos momentos la reserva federal de los Estados Unidos, la Fed, sería el que aconseja “ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”. Quemada por la inflación, la economía estadounidense corre el riesgo de que la dejen de alumbrar, y caer en recesión.
Atinarle a la dosis y momento preciso de alza de tasas de interés y reducción de liquidez financiera es el reto que enfrenta la Fed. Si no sube las tasas y restringe lo suficiente la plétora de liquidez que inyectó en los mercados los últimos dos años, se arriesga a que la inflación más alta de los cuarenta años permanezca durante mucho tiempo. Si sube las tasas con más intensidad, y retira liquidez por encima de lo necesario, podría causar una recesión económica significativa y quizá prolongada.
Acertar a la dosis y a la oportunidad exactas es muy difícil debido al rezago con el que actúan las políticas económicas en la economía. Cuando los gobiernos y los bancos centrales actúan incentivando o restringiendo, hay un desfase entre las acciones y sus efectos. Es distinto a la física del mundo cotidiano en donde la causa y el efecto son instantáneos y palpables en la mayoría de los casos.
Larry Summers, ex secretario del tesoro de Estados Unidos, ilustra de manera muy clara esta propiedad de las políticas económicas comparándola con el funcionamiento de una regadera vieja, en donde la temperatura deseada del agua al bañarnos es difícil de obtener debido al desfase entre la llave y la salida del agua caliente: acabamos quemados o congelados con el chorro de la regadera, pero no obtenemos nunca la temperatura deseada. Así está la Fed estos días, tratando de regular la temperatura del agua de una regadera vieja, con el riesgo de quemar, o de congelar a la economía dado el desfase con el que actúa la política monetaria.
Es muy difícil saber hoy si los 225 centésimas que ya ha subido la Fed son ya suficientes, pues su efecto aplica varios meses en el futuro. Mientras tanto los datos de inflación siguen siendo malos, presionando a la Fed para seguir subiendo hasta el punto de apretar tanto que asfixie a la economía, enviándola a la recesión.
Es difícil saber también si la economía tiene todavía tanta fuerza, que las 225 centésimas son aún insuficientes, siendo necesarias varias subidas de tasas adicionales para menguar el exceso de demanda que alimenta la inflación terca que tanto daño está haciendo a los consumidores de Estados Unidos y del mundo.
Las devotas religiosas que se encargan de la iluminación de las iglesias conocen lo difícil que es encontrar la dosis correcta de veladoras encendidas en los nichos de los santos patronos de las capillas. Larry Summers tiene que recurrir al ejemplo de la regadera para ilustrar el dilema. Pero si hablara castellano sería fácil explicarse: ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.
Pero el eterno optimista que es el mercado de acciones ya dio su veredicto: la Fed acertará precisa: subirá tasas lo que resta de este año para enfriar a la economía, pero a finales del primer trimestre de este año, ante la evidencia de un ablandamiento de la economía, acompañada de una baja de la inflación, provocará una reducción de tasas complementada con medidas para mejorar la liquidez de los mercados, creando un entorno propicio para que los precios de las acciones retomen el alza que abandonaron en los inicios de este 2022.
La euforia es la naturaleza de las bolsas de valores, máxime cuando en los últimos veinte años se acostumbraron a que cada vez que los precios de las acciones se deprimían, la Fed salía a restaurar la liquidez, revigorizando el entusiasmo para seguir comprando activos financieros para empujar al alza sus precios. Hoy apuestan por lo mismo, a que más temprano que tarde la Fed les regalará bajas en las tasas de interés, regresando la liquidez amplia al sistema.
Creo que, una vez más este año, los mercados se equivocan. Atinarle a no quemar el santo será muy difícil, quizá acaben dejándolo a oscuras. Las condiciones de inflación actuales son extremadamente complejas así que no es descartable que la Fed acabe dejando al santo en penumbras, y los mercados no están preparados para eso.
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