El gobierno de Estados Unidos, junto con la Fed, inyectaron tanto estímulo a la economía, que se calentó tanto que ahora no pueden enfriarla. La economía de Estados Unidos es una potente locomotora a toda velocidad, pero cuesta abajo, que no puede ser detenida con los tímidos frenos que le han aplicado, pues el alza de 225 centésimas que la Fed ha ejecutado no la han parado. Muchos en el mercado que esperamos una recesión estamos sorprendidos, pues esta recesión travesti sigue vestida hasta ahora de una furiosa expansión económica.
Nuestra entrega de la semana pasada llamaba la atención sobre cómo la recesión que varios esperamos esta travestida: tiene todas las fachas de una expansión indomable. El viernes pasado se dieron a conocer las cifras del mercado laboral de Estados Unidos del mes de julio, el dato más seguido por los mercados financieros del mundo. El consenso de los economistas esperaba una adición moderada de 250 mil nuevos empleos no agrícolas. Pero la cifra fue descomunal, con más de 530 nuevas nóminas, además de un incremento superior al esperado en los costos laborales, y una caída en la tasa de desempleo hasta niveles mínimos del último medio siglo.
La imagen es la de una economía estadounidense que, luego de 225 centésimas de incremento no nada más no se ha enlentecido, sino que se ha acelerado. Eso estará bien si no se diera en un contexto en donde la inflación es la máxima de los últimos cuarenta años.
No hay lugar a dudas, la economía de los Estados Unidos presenta un cuadro inflacionario típico: una economía creciendo por encima de su potencial, con alzas de precios sin visos de moderación, con todos los ingredientes para que el exceso de demanda siga creciendo, alimentando a su vez la dinámica de precios.
No es un crecimiento estable, que pueda durar sin desequilibrios. Es un crecimiento desequilibrado en donde la Fed menospreció el repunte inflacionario, que ahora corre el riesgo de que persista por un período prolongado de tiempo, erosionando los ingresos reales de la población, al tiempo que contradice el mandato del banco central.
El problema con esta Fed tan complaciente es que cante victoria con las primeras cifras que muestren que la inflación alcanzó su pico, comenzando a descender. Esto ocurrirá muy pronto, quizá ya en los datos de inflación de julio que se publican este próximo miércoles (hay que estar muy atentos). Los precios de petróleo, energía, gasolina, alimentos y en general de las materias primas han descendido hasta niveles similares a los existentes antes de la invasión rusa a ucrania, lo que probablemente se traduzca en una reducción en las cifras de inflación anualizada que veamos esta semana, así como las del mes siguiente.
Si los datos de inflación de Estados Unidos, como se espera, muestran tasas anualizadas descendentes los próximos dos meses, esta Fed podría cometer el mismo error que ya cometió: desestimar el desbalance de oferta-demanda que alimenta esta inflación, la máxima en cuatro décadas, cediendo a las presiones del mercado de bonos que está presionando con una baja en las tasas de interés a la menor muestra de recesión o de baja inflación, poniéndole además una fecha cierta, el segundo trimestre de 2023.
El mercado de bonos pasó de ser el vigilante contra la inflación, a su alcahuete. Hasta inicio de los años noventa el mercado de bonos castigaba cualquier coqueteo de la Fed con la laxitud monetaria que descuidara la inflación. Hoy el mercado está dispuesto a tolerar la máxima inflación en cuarenta años con tal de que la Fed inyecte de nuevo liquidez. Pero eso no ocurrirá, muchos menos si la enloquecida locomotora económica estadounidense sigue mostrando una robustez tan intensa como inesperada.
Desde 2018 a la fecha esta economía ha desconcertado a todos. La pandemia obligó a usar tantos recursos inusuales, que la resultante es un escenario inédito en donde ocurren cosas inesperadas. Ya debíamos de estar acostumbrados. La inflación llegó cuando nadie lo esperaba; duró más de lo que nadie había pronosticado. La expansión económica se levantó con una fuerza inusitada en 2020, extendiéndose poderosa hasta la fecha, resistente hasta ahora a todo intento para frenarla para moderar la inflación.
¿La estanflación? Bien gracias, allá en la década de los setenta del siglo pasado. Porque hasta ahora no tenemos estanflación, sino una expansión económica explosiva, ardiente, que alimenta con sus excesos un escenario de inflación intratable, extremadamente compleja de manejar, la cual, hasta el día de hoy, ha sido inmune a las tímidas alzas de tasas de la Fed, desafiando una y otra vez los pronósticos de una recesión que por el momento, o no aparece, o está travestida como una expansión imparable.
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