O la Fed o los mercados. Uno de los dos se va a equivocar. No es posible que los dos acierten al mismo tiempo. No pueden tener al mismo tiempo el Rolex y el Casio. Los mercados iniciaron este año 2023 exultantes, espumosos, apostando a que las medidas que la Fed ha tomado los últimos meses lograrán el milagro de reducir la inflación sin producir una recesión y comenzará muy pronto a bajar las tasas de interés. Los mercados están apostando a que la Fed tendrá un éxito histórico. Pero la Fed misma no cree tanto en ella como los mercados lo creen.
La Fed piensa, y lo ha dicho insistentemente que, si bien la inflación ya alcanzó su pico, aún le falta tiempo para poder asegurar que está convergiendo firmemente rumbo al objetivo de dos por ciento que se tiene fijado. Piensa, y lo dice insistentemente, que será necesario un período prolongado, quizás un año, de tasas relativamente altas para poder estar ciertos de que la inflación llega a, y que se quedará dentro de su meta.
Pero los mercados creen más en la Fed que la Fed misma. Los mercados están apostando con todas sus fuerzas a que la inflación llegará muy rápidamente al dos por ciento, y que se quedará allí sin mayor problema. La razón para el optimismo desbocado del mercado es que los inversionistas auguran una inminente recesión económica, que deprimirá la demanda agregada para así reducir la presión sobre los precios.
Pero si el escenario de Wall Street se limitará al enunciado en el párrafo anterior, entonces tendríamos sólo un rally en el mercado de bonos, pero no en el de acciones, y lo que estamos viendo en este inicio de año es una poderosa subida de ambos mercados al mismo tiempo.
Si la recesión es la cura de la inflación, entonces los mercados accionarios no deberían de estar subiendo, pues el alimento de toda valuación: las ganancias en forma de dividendos deberán de sufrir en el caso de una recesión. Si las acciones están subiendo es porque los inversionistas están comprando un escenario en donde la inflación baja sin que las ganancias se erosionen, es decir, una recesión muy moderada o de plano, sin recesión.
Tal es el secreto de la euforia bursátil de inicio de año. Así como el año pasado, el fatídico 2022, todos los activos financieros se desplomaron, en este inicio de año todo está subiendo. Como en los años en que la Fed rebajaba sus tasas hasta cero, como cuando inyectaba liquidez a pasto, como cuando no había inflación.
Lo raro es que esta exuberancia ocurre con la Fed subiendo tasas, y avisando que las seguirá subiendo. Con la Fed recortando liquidez, y advirtiendo que seguirá retirándola. Con la Fed avisando que no únicamente no piensa recortar tasas, sino que las dejará arriba por más tiempo de lo que se cree.
Sin embargo, los mercados, a través de voces como las del famoso inversionista Jeff Gundlach, pero, sobre todo, a través de los precios fijados en las bolsas, juran que la Fed hará un mejor trabajo de lo que ella misma cree. Juran que la economía no entrará en recesión, o que está será somera, y que la inflación cederá mucho más deprisa y de manera más duradera de lo que la Fed está estimando.
Podrá parecer extraño, pero los mercados están confiando en las capacidades de la Fed, más que la Fed misma.
A pesar incluso de repetidas declaraciones de funcionario en el sentido de que aún es prematuro hablar de un control sobre la inflación, y de expresar sus temores respecto de una posible recesión, los inversionistas están comprando activos financieros para un escenario perfecto en donde todo sale bien.
Pero no son pocas las veces en el pasado en que los mercados compran un escenario perfecto, solo para salir trasquilados porque alguna variable no salió como se esperaba. No sería raro entonces esta vez, en esta economía global tan peculiar resultante de la salida de la pandemia, que tuviéramos una sorpresa desagradable que alterara el escenario de vida en rosa que están comprando los inversionistas en este momento.
Puede ser que la inflación no descienda al ritmo o con la permanencia que están previendo. Puede ser que la recesión no sea tan moderada como están apostando. Puede ser que la Fed no relaje sus tasas de interés tan rápido como están calculando. Puede ser que algún sector de la economía se fracture gravemente reflejando los mayores costos del dinero, o que algún país en el mundo incumpla sus obligaciones, contagiando a los mercados de naciones similares.
Todo está subiendo como en los días de dinero gratis de la Fed: las criptomonedas, activos virtuales sin mucho sentido, bonos chatarra. Pero el mercado debería de preguntarse si, en caso de cumplirse el escenario de deflación que están previendo, la Fed y los bancos centrales reaccionarán como lo han hecho los últimos veinte años, no nada más recortando sus tasas hasta el cero por ciento, sino inyectando de nuevo chorros de liquidez.
Porque estos últimos dos años ya mostraron algo: que la expansión indiscriminada de la hoja de balance de la Fed junto con tasas en cero, si producen inflación. Que a diferencia de las últimas cuatro décadas algo se rompió en la economía global (quizá la globalización misma se fracturó) que provocó el regreso de la vieja ecuación monetarista, la cual sugiere que la inflación si puede ser producida por bancos centrales licenciosos. La Fed ya aprendió la lección, así que pensará más de dos veces antes de regresar a la postura expansiva que tanto está esperando Wall Street en este alegre inicio de 2023.
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