Encabezada por la de Estados Unidos, las mayores economías del mundo se están comportando de una forma aparentemente excéntrica. Pareciera que lo que necesitaban para crecer era un alza en las tasas de interés concertada de los bancos centrales, pues estos se han embarcado en el ciclo de endurecimiento monetario más agresivo de los últimos cuarenta años, pero los datos de crecimiento de las economías salen cada vez mejor. Pareciera aplicarles, a las economías, un simpático dicho castellano. Pareciera que lo que no las mata, las engorda.
Los astrónomos antes de Newton sufrían ilusiones ópticas similares a las que parecen aquejar a los economistas estos días. Las órbitas planetarias no se ajustaban a los círculos que suponían, se movían excéntricamente. Tras el descubrimiento de la gravedad y las leyes que la rigen, quedó claro que las órbitas se adecuaban a una elipse, y no a un círculo, y lo que eran movimientos excéntricos fueron perfectamente explicados por las matemáticas newtonianas.
Algo así debe de existir para explicar lo que ocurre en la economía de los Estados Unidos. Se supone que al incrementar los bancos centrales sus tasas de interés, las economías se enfrían. Más aún, sabiendo lo anterior, los bancos centrales suelen incrementar sus tasas de forma gradual, para no provocar un parón violento de la actividad económica y buscar un descenso suave del crecimiento.
Pero Estados Unidos ha experimentado lo contrario. Una Reserva Federal a la cual se le escapó de las manos el mal genio de la inflación, está batallando para regresarlo a la lámpara de la que salió, disparando el alza de tasas de interés más agresiva de los últimos cuarenta años. Si bien la inflación ya dejó atrás su pico máximo, aún se encuentra en un nivel el triple de alto del objetivo de la Fed. Desesperada por alcanzar a la inflación, que le lleva mucha ventaja, la Fed ha apretado sus tasas como hacía casi medio siglo no lo hacía.
¿Y qué ha ocurrido? En la superficie al menos, la economía se ha acelerado. Lejos de detenerse o caerse, la economía de EEUU dio muestras de haber incrementado su crecimiento en enero, y quizá en febrero. Contra todo pronóstico, desafiando las expectativas basadas en el comportamiento histórico de las economías ante los ciclos alcistas de la Fed.
Como en la economía los milagros no existen, es necesario ensayar alguna explicación plausible para entender por qué el resultado aparente de un apretamiento monetario es una aceleración del crecimiento. Por qué el alza de interés, en lugar de matar al crecimiento, parece que lo está engordando.
La explicación menos descabellada parece venir del hecho de que, en ambos sentidos, la política monetaria actúa con rezago.
Como las mareas, aún y cuando la última ola que golpeó la playa ya se haya retirado, aún queda sobre la arena una estela líquida que se dilata sobre la ribera. Así parece estar funcionando la colosal expansión de liquidez, fiscal y monetaria, aplicada por bancos centrales y gobiernos durante la pandemia.
Aún y cuando las transferencias fiscales ya se hayan interrumpido. Aún y cuando la Fed y otros, estén ya retirando el estímulo inyectado, parecería que aún queda en la piel de las economías, un sustrato de liquidez lo suficientemente amplio y profundo que continúa alimentando el auge del consumo y de la inversión física y financiera, que está acelerando el crecimiento económico a pesar de los esfuerzos de la misma Fed por enfriarlo un poco para calmar la inflación.
Lo irónico es que la Fed de ayer es la que le está dificultando la chamba a la Fed de hoy.
Porque la Fed de hoy lo que necesita es que sus alzas de interés moderen el crecimiento de la economía con el fin de eliminar el exceso de demanda que produjo la Fed de ayer, y que está alimentando hoy a la inflación. Vale la pena especular que si ella misma no hubiera inyectado la liquidez que inyectó en el pasado, los 475 puntos que ya ha subido sus tasas de interés habrían bastado ya para enfriar a la economía y acabar con la inflación.
Pero la Fed de hoy debe de remendar lo que hizo la Fed de ayer para poder controlar la inflación, y por eso no le han sido suficientes cinco puntos porcentuales. Quizá acabe necesitando más para desandar los larguísimos trancos que la Fed de ayer caminó para poder hoy regresar al mal genio de la inflación a su lámpara.
Pero si la hipótesis anterior es correcta (sólo lo sabremos en algunos años), entonces la implicación de la misma es de tomarse en cuenta. Pues, así como la ola expansiva de liquidez de la pandemia siguió arrastrando a la economía meses después de que había pasado, así podría ocurrir con el reflujo de esta brusca alza de tasas de interés.
El rezago con el que se sienten los efectos de las alzas en las tasas de interés querría decir que, en este justo momento en que la ola que llega se compensa con la ola que regresa y parece que seguimos avanzando hacia la playa, dentro de unos meses, cuando ya no se sientan los efectos de la ola expansiva, seguiremos sintiendo los efectos de la ola que se retira.
Los marinos, los pescadores, o los nadadores en aguas salvajes, saben que lo que pasa en la superficie es distinto de lo que ocurre en las honduras, que si bien una cresta superficial da la impresión de una ola que avanza, la ola que se retira puede jalarnos por los pies hacia lo profundo.
¿Esta imagen marina, de corrientes cruzadas que van y vienen, puede ayudarnos a entender este comportamiento excéntrico de la economía que parece reaccionar de manera contraria a los impulsos monetarios? Saberlo ahorita es muy difícil, pero sin duda lo sabremos en algunos meses o años, cuando la crónica económica de estos días, tan excéntricos en apariencia, comience a escribirse.
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